En los últimos años, las prometidas se han atrevido a explorar un sinfín de posibilidades en torno a su ramo de novia. Desde diseños exóticos y en cascada hasta ramos de girasoles llenos de personalidad, pasando por propuestas inesperadas como sustituir las flores por un abanico artesanal. La búsqueda de la innovación es constante, especialmente entre las prometidas que desean que su gran día refleje su esencia, su personalidad. Sin embargo, frente a esta ola de creatividad, un elemento se mantiene inalterable: las flores blancas siguen siendo el símbolo más poderoso, y más recurrente, del universo nupcial.
Y no es casualidad. Si repasamos los ramos de las novias más recordadas de todos los tiempos (desde Lady Di y Kate Middleton hasta Meghan Markle, Nicky Hilton o modelos como Cindy Crawford e Isabeli Fontana), todas ellas han optado por el blanco como hilo conductor. Cada una lo ha reinterpretado según su estilo y su época, pero ninguna ha renunciado a esa estética limpia, delicada y eternamente elegante.
La elección más personal del look nupcial
Los floristas coinciden en que, aunque muchas novias tienen una idea clara del ramo que desean, siempre es una de las decisiones más emocionales del proceso. "Mi consejo es que no se dejen llevar únicamente por las modas, sino que busquen un ramo que hable de ellas", explicaba en una entrevista María Sánchez, creadora de Flores en el Columpio. Según la experta, el ramo debe ser "una extensión de la personalidad de la novia y un elemento que acompañe, no que compita, con el vestido".
A esta idea se suma un criterio compartido por otras floristas como Sally Hambleton o Elena Suárez, que con frecuencia recuerdan en sus entrevistas que el ramo no debe ser un accesorio aislado, sino un elemento integrado en la narrativa estética del look. Y es que, en los que coinciden la mayoría de expertos, es en que "el ramo siempre debe tener una intención", ya sea reforzar la silueta del vestido, equilibrar un diseño con volumen o aportar delicadeza a una imagen minimalista.
Por qué triunfa el blanco: la visión de los floristas
Desde la floristería madrileña Savia Bruta, Lindsay y Alex nos lo resumían de forma muy clara: "El blanco es el único color que jamás pasa de moda. Es clásico, elegante y duradero en el tiempo". Para ellos el blanco tiene un valor añadido fundamental: hace que cualquier fotografía nupcial resulte atemporal; combina con todos los estilos de vestidos, desde encajes artesanales hasta patrones satinados; y permite equilibrar looks muy llamativos, algo que muchas novias buscan cuando llevan un diseño con detalles especiales.
Además, Lindsay y Alex recuerdan que, en el caso de algunas royals, el ramo blanco tiene una lectura histórica. Suele ser también un gesto de respeto hacia las novias anteriores que han marcado la tradición de su familia, como ocurre en la Casa Real británica. En este sentido, siempre es interesante analizar el paralelismo entre el ramo de Lady Di y el de Kate Middlet; dos diseños aparentemente opuestos.
Mientras el de Diana de Gales, en 1981, fue un bouquet exuberante diseñado con lirios del valle, gardenias y orquídeas, el de Kate fue mucho más contenido, una "versión bebé", como explican los floristas, porque la duquesa no podía replicar un ramo tan elaborado "por respeto y por tradición". Ambos eran blancos, sí, pero también hablaban del estilo y la época de cada una. La clave: el blanco lo soporta todo, desde un exceso barroco hasta la más estricta sobriedad.
El poder cultural del blanco
El blanco es el color de la pureza en la tradición occidental, pero también simboliza la paz, lo limpio, lo luminoso y lo eterno. Representa "lo esencial", aquello que permanece cuando todo lo superficial desaparece. Por eso tantos floristas lo consideran un color filosófico, que encierra un mensaje profundo: la vocación de durar; algo ligado directamente con el matrimonio.
Aunque los ramos blancos siguen liderando las elecciones más elegantes, la realidad es que en estos momentos hay muchísimas opciones. Las tendencias actuales combinan minimalismo, naturalidad y simbolismo. Se imponen los ramos monocromáticos, especialmente en blanco, crema o tonos empolvados. También ganan fuerza los bouquets desestructurados de inspiración silvestre, con distintas texturas y verdes que crean un movimiento orgánico y espontáneo. Las flores de tallo largo, como tulipanes, anémonas, dalias o rosas garden, protagonizan diseños más sencillos y contemporáneos, mientras que las flores preservadas se consolidan entre las novias que quieren conservar el ramo. Otra tendencia al alza son los ramos mini, delicados y discretos, ideales para vestidos minimalistas.
En una época en la que las novias desean diferenciarse y aportar un gesto único a su boda (como muestran los ramos monocromáticos, las flores preservadas o las propuestas minimalistas que hemos visto elegir a nuestras novias virales), las flores blancas siguen siendo la elección que mejor sobrevive al tiempo. Son elegantes, fotogénicos, equilibran el look y conectan a cada novia con una tradición que ha pasado de mano en mano durante generaciones.
Puede que cambie el tipo de flor, el tamaño o la forma del bouquet, pero algo permanece: cuando una novia quiere contar una historia que dure para siempre, elige blanco.















