Hay historias que parecen escritas mucho antes de que sus protagonistas se den cuenta. La de Sofía y Fernando empezó, literalmente, siendo los dos bebés: nacieron en el mismo edificio, crecieron cruzándose en el portal, se reencontraron en Vigo, en Madrid; compartieron veranos, fiestas y casualidades, y terminaron creando una historia de amor que llevaba tiempo esperando a convertirse en boda.
En el vestido de novia de Sofía también intervino el destino. “Llevo toda la vida soñando que, si algún día me casaba, sería con un diseño de Flor Fuertes”. Y no se equivocó. Por eso, cuando llegó el momento, no hubo dudas de quién sería la encargada de bordar ese sueño. “Además de que me encantan sus tejidos, siempre me ha fascinado su estilo. No podría estar más feliz con mi elección”, asegura.
El vestido de novia: el sueño hecho realidad
El proceso de creación fue, según Sofía, “una experiencia preciosa de principio a fin. Tanto Flor como su equipo fueron absolutamente maravillosas: cercanas, profesionales y con una sensibilidad única para hacerte sentir especial”. Y esa cercanía fue clave para materializar lo que nuestra protagonista tenía en mente.
Sofía tenía claro lo que no quería y lo que sí. No buscaba un vestido clásico al uso, pero tampoco un diseño con el que se sintiera disfrazada. El punto de partida con el que empezaron a crear consistía en un drapeado en la parte superior y una falda compuesta por distintos tipos de telas para que el vestido tuviera movimiento al caminar.
La elección de los tejidos fue clave y más siendo Flor una experta en la materia. Optaron por satén como base y una bambula de seda de esas que consiguen que el vestido parezca flotar en cada paso. Ese toque vaporoso estilizaba la silueta y aportaba al look nupcial un aire etéreo y elegante.
Sin embargo, como tantas novias, Sofía también pasó por momentos de dudas. “¿Será realmente este EL vestido?”, llegó a pensar. Dudas que se fueron disolviendo conforme avanzaba el proceso y que se disiparon completamente cuando llegó el día y se vio en el espejo vestida de novia. No había nada que cuestionar: era su vestido, el único posible. Lo supo en la iglesia, lo supo caminando hacia Fernando, lo supo en cada una de las fotografías.
Es más, no se planteó siquiera el hecho de hacerse un segundo look nupcial, porque no le vio ningún sentido. “Me gustaba demasiado como para cambiarlo. Es un vestido en el que trabajas casi un año, y con el que sueñas toda la vida. Ya bastante poco tiempo te lo pones, ¡como para quitártelo antes de tiempo!”, concluye.
Accesorios con significado y un velo inesperado
Sofía nunca se había visualizado con velo, de hecho estaba convencida de que no era para ella. “No me pegaba del todo y no quería sentirme "tan novia"”. Sin embargo, cambió de idea en el último momento. “Me animé… ¡Solo es una vez en la vida!”. Y lo hicieron con el mismo tejido del vestido, una bambula ligera que aportaba continuidad y movimiento. Fue un gesto espontáneo, pero terminó siendo el detalle que completó un look nupcial perfecto.
Faltaban los zapatos y eligió un diseño de Mango por pura practicidad. “No quería invertir mucho en algo que era altamente probable que acabase destrozado. De hecho, llevé unos planos para cambiarme, ¡y están para tirar a la basura!”.
En cuanto a las joyas, Sofía optó por la discreción y el simbolismo. Quería respetar el escote limpio, sin adornos, así que solo llevó los pendientes que le regalaron sus suegros por la pedida y una pulsera muy especial: “Era la pulsera que mi abuelo regaló a mi abuela por su pedida, grabada con la fecha 24 de junio de 1964”. El cierre perfecto fue el anillo con el que Fernando le pidió matrimonio.
Pero si algo emocionó a todos fue su ramo. Un homenaje directo a su abuela, fallecida pocos meses antes de la boda y a quien Sofía consideraba su “persona favorita en el mundo”. Eligió la flor que llevaba su nombre. “Como ella, Margarita”, recuerda. Un ramo frondoso anudado con una cinta verde que tampoco fue elegida al azar, porque, en realidad, era un retal de la tela del vestido que su abuela iba a llevar el día de su boda, el mismo diseño que también lució en el enlace de sus padres. Una forma preciosa de llevarla consigo en un día tan importante. Lo creó Yago, de Susi Flor, al igual que toda la decoración de la boda, “y fue un sueño”, asegura Sofía.
Su look beauty remató la jugada: natural, limpio, muy ella. María y Jenny, de Mara Costas, que la conocen desde niña, se encargaron de peinar y maquillar. “Siempre les digo lo mismo: como si me lo hubiese hecho yo en casa, no quiero laca ni cosas que me disfracen”. Y así lo hicieron: un moño bajo ligeramente suelto y un maquillaje fresco que dejó ver a Sofía tal y como es.
Destinados a encontrarse
Es difícil hablar de casualidad cuando dos personas nacen prácticamente juntas y sus caminos se cruzan durante casi tres décadas. “Nacimos en el mismo edificio. Mi madre estaba embarazada de mí mientras él iba en el carrito con la suya. Por lo visto, coincidimos en muchas subidas y bajadas de ascensor”, nos cuenta.
Después, cada uno siguió su camino, coincidiendo en Vigo o en Madrid, donde estudiaron ambos, en las fiestas de verano en casa de Fernando… Dos historias que avanzaban en paralelo hasta que un día se entrelazaron en un mismo punto. Un cruce que no sorprende del todo cuando miras hacia atrás y ves cómo ambos habían estado orbitando en la vida del otro desde el principio. “Hace algo más de dos años y medio empezamos a hablar de otra manera y… ¡surgió el amor!”.
Fue un romance natural e inevitable, hasta el punto que año y medio después, en mayo de 2024, Fernando le pidió durante un viaje a la Provenza.
Una ceremonia en Baiona y un pazo sorprendente
Sofía y Fernando se casaron el 28 de junio de 2025 en la Colegiata de Baiona, una joya románica situada en el casco histórico de esta villa marinera pontevedresa. Desde las 5 de la tarde que comenzó, Lorena Cendón y Veinticuatro Fotogramas capturaron cada sensación del día.
Tras la ceremonia, todos se trasladaron al Pazo de Pegullal, una elección que resultó ser un acierto rotundo por el factor sorpresa que suponía. “El 99% de nuestros invitados jamás había estado en ese Pazo, y de verdad impresiona por lo bonito que es”.
Un escenario imponente, casi onírico, donde Cousa Rica sirvió deliciosos aperitivos con cócteles frescos que entraron de maravilla en el recién estrenado verano gallego. A eso se sumó la música en vinilo de Koko, que marcó el ritmo perfecto y elevó el ambiente festivo. La cena se celebró al aire libre - algo casi milagroso en Galicia - y fue, según muchos, una de las partes más mágicas del día.
Solla, todo un tótem de la gastronomía, fue el encargado del catering. ¿El plato principal? Su merluza de Celeiro, como no podía ser de otra manera. Durante el postre, la hermana de Sofía leyó un discurso que “consiguió llegar a los corazones de todos y hacer que se nos escapase alguna que otra lagrimilla”, y la guinda la puso Fernando, que sorprendió a su ya esposa con unos fuegos artificiales que iluminaron el pazo. “Fueron un sueño”, confiesa ella.
Otro momento que la novia recordará siempre con una sonrisa es el baile con su padre. “No habíamos ensayado nada porque él se negaba… y ya entendí por qué”, bromea. Sacó sus famosos “pasos prohibidos” y acabó siendo uno de los momentos más divertidos de la noche.
Después llegó la actuación de Villaboy, que animó a todos hasta el último minuto. “La gente flipó, era lo más comentado al día siguiente”, recuerda Sofía. El DJ Javi Méndez cerró la fiesta, manteniendo la pista llena hasta las cinco de la mañana. “Jamás imaginé que habría tanta gente todavía allí dándolo todo”, dice, todavía sorprendida.
Decoración única en un entorno idílico
Prescindieron de wedding planner y fue la propia novia quien cogió las riendas de los preparativos. “Prácticamente lo hice todo yo, nos casamos 14 meses después de prometernos, por lo que tuve tiempo más que de sobra para organizarlo. Además que también me gusta, creo que mi profesión frustrada es organizadora de eventos”, comenta.
La decoración fue uno de los puntos más comentados del enlace. Todo corrió a cargo de Yago, de Susi Flor, quien supo entender a Sofía desde el primer momento. “Es maravilloso, además de un profesional como la copa de un pino”, afirma. Aunque hicieron cambios hasta el último día, Sofía decidió confiar plenamente en él. “Le dije: ‘Yago, vete allí y haz lo que puedas’. Y de verdad, fue increíble”.
La papelería, diseñada por ByBenso, completó el conjunto con un seating plan espectacular que acaparó miradas.
Después de vivirlo todo y ya visto desde la distancia, Sofía aconseja a otras novias “que disfruten, porque pasa volando”. Al principio se sintió abrumada por la organización, los correos, los contratos y las reservas. “Me ahogaba en un vaso de agua”, admite. Pero ahora sabe que toda esa experiencia formó parte del mejor viaje de su vida. “Miro hacia atrás y lo repetiría una y otra vez”.


































