Se casaron el 30 de octubre en una ceremonia religiosa muy íntima, a la que solo asistieron sus dos familias; pero al día siguiente Ana Guerra y Víctor Elías volvieron a celebrar su 'sí, quiero'. En ¡HOLA! te lo contamos en exclusiva y ahora, un año después, abrimos su álbum de boda para recordar uno de los días más felices y emotivos de la pareja.
Su primer 'sí, quiero'
La ermita de la Virgen del Puerto de Madrid fue el escenario de su primera boda. La habitación de las flores decoró el templo con muchas (muchísimas) flores y un cuarteto de cuerda dirigido por Milena Brody puso música a la ceremonia. Los dos estaban nerviosos. Víctor la esperaba en el altar, con un traje gris de cuello mao, de Sastrerías Fernández Prat, inspirado en la serie Los Bridgerton.
Ana entró del brazo de su padre, Antonio Guerra, con la banda sonora de la película Leyendas de pasión, y se revelaba su primer vestido. Era un diseño confeccionado para ella por Rosa Clará, en encaje joya francés, semientallado en la cintura, con escote palabra de honor y manga, y rematado con una sobrefalda extraíble de organza de seda con cinturilla de encaje y pedrería. Lo acompañó con un velo de tul muy sencillo que llevó con la melena suelta, peinada con ondas.
Una celebración con muchos invitados
En la finca Prados Modos, en la sierra de Guadarrama, todo estaba preparado gracias al trabajo de las wedding planners de La Petite Mafalda. Hasta allí fueron llegando los 320 invitados que querían acompañar a la pareja en un día tan especial. Una larguísima lista de invitados anónimos y conocidos: Belén Rueda, impecable, con un vestido azul cielo de gasa; Begoña Vargas, impresionante de rojo; Natalia Sánchez, con un vestido de punto verde largo, acompañada por Marc Clotet...
Pero el momento más esperado de toda boda es la llegada de la novia, y en este caso, fue de lo más atípica. Y es que mientras Ana caminaba del brazo de su padre, Víctor, que había llegado acompañado por su tía y madrina, Carolina Caparrós al ritmo de Watcha Wan, se sentó al piano. Iba vestido con un traje confeccionado en seda brocada verde hoja, de estilo Bridgerton, firmado por Sastrerías Prat; y comenzó a tocar Acto II: Una familia, papá y mamá, una canción de su último disco que es la favorita de Ana.
Ella iba acompañada por el cortejo nupcial, formado por sus perros, Dumbo y Jack, sus damas de honor y los niños Sergio e Iván Méndez, que llevaban un cartel en el que se leía: "Aquí llega el amor de tu vida". Fue entonces cuando descubrimos el vestido de la novia, un diseño con el que había soñado desde niña.
La artista catalana tuvo claro desde el primer momento cómo quería que fuera su traje: deseaba ser una princesa. La diseñadora Rosa Clará (como el día anterior) creó para ella un vestido con escote corazón, el cuerpo ligeramente encorsetado y adornado con una onda de encaje para realzar el cuello y las clavículas. Tenía mangas extraíbles, confeccionadas también en encaje y pedrería bordada; y falda cortada al bies llena de movimiento. Ana no quiso prescindir del velo y eligió una pieza en doble tul ilusión de más de tres metros y medio de largo, que sujetó de su recogido, un moño desenfadado.
En todo look nupcial las joyas suelen tener un peso muy especial; sin embargo, Ana nos contaba que para ella "las joyas" eran sus vestidos. "No llevo collares, no llevo pulseras… Solo, unos pendientes que me he comprado para la ocasión, pero para utilizarlos siempre", nos explicaba. Sí hubo ramo: un bouquet floral compuesto por las mismas rosas que decoraron todos los rincones de la finca.
De la emoción de la ceremonia a la fiesta
La ceremonia fue oficiada por Fran Perea, quien la describió con humor como "la única boda que podríamos confundir con una gala de los premios Cadena Dial". Natalia Sánchez, amiga de Víctor desde la infancia, y Sandro Nonna, amigo de Ana, dedicaron discursos muy personales, destacando la evolución de su relación y cómo Ana hace que Víctor se sienta "en casa". Tras los votos, donde Víctor citó Casablanca y Ana le declaró su amor con música, la pareja abandonó el altar con Ain’t No Mountain en medio de una gran ovación.
El cóctel estuvo compuesto por 15 platos: desde gildas de Casa Santoña, hasta Cucurucho de pollo con mayonesa de Chipotle, perdiz escabechada, gambón panko con ali oli, pulpo braseado, huevo trufado con boletus hasta canelón de pera y gorgonzola con jamón de pato y velouté de miel. Hacia las cuatro de la tarde, pasaban al salón, donde los recién casados hicieron su entrada al ritmo de Indigo, de Camilo y Eva Luna, para disfrutar del almuerzo.
El bolero Contigo aprendí, con la voz y la música del padre de Víctor, Liberto Villagrasa, fue el arranque del baile. Le siguieron dos de los primeros grandes éxitos de la pareja: A toda mecha, que cantaba Víctor con los Santa Justa Klan, y Lo Malo, de Ana y Aitana. Después la novia lanzó su ramo y el grupo La Repera comenzó su actuación en directo con Uno más uno, son siete, que Fran Perea se animó también a cantar, mientras todo el mundo coreaba el tema con el que saltó a la fama.
Para la fiesta, Ana cambió su look. Necesitaba un diseño con el que estar cómoda, que le permitiera saltar. Rosa Clará diseñó para ella un mono corto, de escote halter, que se ajustaba con suavidad a su silueta. Estaba confeccionado en encaje y pedrería. "La idea del mono surgió porque no sabía qué ponerme después del segundo vestido y comenzar la fiesta tras el primer vals juntos. Lo único que sabía es que quería estar cómoda… Cuando me metí en la web de Rosa y vi a una modelo sentada con un mono dije: eso es lo que quiero! ¡ya está! ¡Lo tenemos!", explicaba a ¡HOLA! la cantante.
Lo combinó con unas zapatillas deportivas, con aire seventies, diseñadas por ella misma. También decidió soltarse la melena y apostar por un maquillaje un poco más subido, con los ojos ahumados y el labio más marcado. Un look con el que disfrutó de la fiesta, junto a Víctor, hasta el final.


























