El pasado sábado, 4 de octubre, Cayetano Martínez de Irujo y Bárbara Mirjan se dieron el 'sí, quiero'. Lo hicieron en la iglesia del Cristo de los Gitanos, en Sevilla, que es como se conoce popularmente al santuario de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias Coronada. Hasta allí fueron llegando poco a poco los 260 invitados, entre los que estaban los duques de Huéscar, Fernando Fitz-James-Stuart y Sofía Palazuelo; Eugenia Martínez de Irujo, Tana Rivera, Susanna Griso, Olivia de Borbón y Julián Porras-Figueroa, y Paloma Segrelles. Pero el momento más esperado fue la entrada de la novia, que llegaba al templo en un coche de caballos junto a su padre, el empresario libanés Bachar Mirjan, y vestida con un diseño a medida de Navascués.
© Lucía Jiménez
© Lucía JiménezEl vestido estaba confeccionado en crep con cortes en godets de organza bordada con hilos de seda. La pieza contaba, además, con mangas desmontables y se completaba con una sobrefalda en organza y tundra y un corselete bordado en hilo de seda. La cola era independiente, en organzas con bordado.
Pero lo más especial del diseño es que todos los bordados que recorrían la prenda, tomaban como referencia la saya que lució la Virgen de las Angustias de la Hermandad de los Gitanos durante la pasada Madrugá del Viernes Santo. Una elección, por parte de la novia, que refuerza el vínculo histórico de esta hermandad con la Casa de Alba, a la que doña Cayetana profesó una profunda devoción.
© Lucía Jiménez
© Lucía JiménezPero un look nupcial no está del todo completo sin otros elementos tan importantes como las joyas. Bárbara quiso acompañar este diseño con tres piezas muy especiales. En primer lugar, llevó unos pendientes de estilo art decó que Cayetano le dio como regalo de bodas. También una pulsera de diamantes que colocó en su muñeca izquierda. Era prestada y, con ella, cumplía con una de esas tradiciones que suelen seguir las novias el día de su enlace. Aunque sin duda, la joya con más historia era la tiara.
© Lucía JiménezBárbara no tenía planeado lucir ninguna joya a modo de diadema, pero en la última prueba del vestido, al verse con el look completo, cambió de decisión: llevaría un largo velo, de tul de seda natural, la melena ondulada y recogida en una coleta alta, y una tiara. Aunque algunos se preguntaban si elegiría una pieza de la Casa de Alba, la novia se decantó por un diseño de Grassy que, en realidad, no estaba pensado para colocar en la cabeza. Y es que se trataba de una pulsera de oro blanco y diamantes que, finalmente, montaron como una diadema.
© Lucía JiménezEsta decisión tan sorprendente es más común de lo que podría parecer. Muchas novias deciden transformar joyas como collares, pulseras e incluso broches en piezas que acompañen el velo y les ayuden a redondear el look. Y en el caso de Bárbara, la idea fue muy acertada.
