Hacía casi tres décadas que no se celebraba en Portugal una boda real (la última, la de sus padres, fue en 1995), pero el 7 de octubre de 2023 el país se volvía a vestir de gala. María Francisca de Portugal, duquesa de Coimbra e hija de los duques de Braganza, daba el ‘sí, quiero’ a su novio, Duarte de Sousa Araújo, abogado y nieto del pintor y arquitecto João de Sousa Araújo. Se casaron en la basílica del Palacio Nacional de Mafra, un monumento barroco, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y situado a 40 kilómetros de Lisboa. Era un lugar muy especial para la familia, ya que fue construida por uno de sus antepasados, el Rey João V, a principios del siglo XVIII.
Hasta allí se desplazaron representantes de las Casas Reales de Luxemburgo y Liechtenstein y aristócratas y personalidades de la política y la sociedad lusa. Entre los invitados españoles destacaron Miriam de Ungría, princesa de Jordania, Tirnovo y Bulgaria, que fue con sus hijos, Beltrán y Boris Sajonia-Coburgo-Gotha, príncipes de Bulgaria; el duque de Calabria, don Pedro de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, que fue junto a su mujer, Sofía Landaluce y Melgarejo; y los condes de El Abra, Santiago Ybarra Churruca y Mercedes Baptista-Guevara.
Un vestido de novia clásico
La novia, que en aquel momento tenía 26 años, eligió un vestido de estilo clásico, obra de la diseñadora portuguesa Luzia do Nascimento. "Sé perfectamente que va a ser espectacular. Luzia y su sobrina, Catarina, además de ser muy amables, hacen un trabajo maravilloso y tengo plena confianza en ellas", adelantaba la duquesa de Coimbra aquel verano en una entrevista a ¡HOLA!. Y así fue. El diseño, muy similar al que su madre lució en su boda en 1995, se ajustaba con suavidad a su silueta. Estaba confeccionado en seda mikado, tenía un favorecedor cuello corola y manga francesa con puños bordados con pequeños cristales, así como una amplia cola.
María Francisca decidió entrar velada a la ceremonia con un velo de tipo catedral en tul de seda blanco bajo el cual se apreciaba la tiara, la misma que ya llevó su madre. Se trataba de una pieza histórica, una creación que data de 1887 y fue elaborada para Amelia de Orleans, última Reina de Portugal, con 800 diamantes engastados en plata y oro, motivos de flores de lis e hileras de collares de diamantes.
El ramo, de hortensias blancas y adornado con un poco de verde, seguía la misma línea que los de las royals más clásicas. Y es que aunque algunas como Diana de Gales apostaron por un diseño de tamaño XL y tipo cascada o Carlota Casirgahi se decantó por un ramillete de lavanda, la mayoría han optado por bouquets en los que predominaba el blanco.
Un segundo vestido con escote 'halter'
Suele ser habitual que las novias de la realeza utilicen un segundo vestido, más cómodo y de tendencia, para disfrutar de la fiesta. Lo hicieron Kate Middleton, Beatrice Borromeo o Eugenia de York en sus respectivos enlaces, y María Francisca de Portugal no fue una excepción.
Tras la ceremonia religiosa, los recién casados y sus invitados se trasladaron del Palacio de Mafra a la casa de los padres de la novia, en San Pedro de Sintra, Lisboa. Allí celebraron una cena de la gala en la que la Infanta sorprendió con un diseño que recordaba mucho al que Stella McCartney creó para Meghan Markle. Era sencillo, blanco, de escote halter y obra también de Luzia do Nascimiento. Lo combinó con unos pendientes de esmeraldas y diamantes de su abuela Francisca y un broche, también de esmeraldas y diamantes, que lució en el semirrecogido que eligió como peinado.