Es normal, tal y como relatan algunas de las recién casadas más virales, que durante el proceso de creación del vestido de novia, la protagonista cambie de opinión en varias ocasiones. En algunos casos la idea se modifica al ver cómo le sienta una parte del look, en otros momentos tiene que ver con el estilo de la prometida, pero también ese giro en la propuesta puede venir porque no cumpla con sus estándares de originalidad o que algún detalle sea demasiado tendencia.
Es lo que le sucedió a Paloma, quien para su boda en Altea (Alicante) confió su diseño a medida a Navacués y renunció a su plan inicial. “Siempre había querido llevar nido de abeja en mi traje, pero creo que ese año se puso demasiado de moda, y lo veías en cada vestido de novia e invitada, por lo que decidí cambiar a un plisado, como buena ex trabajadora de Issey Miyake. Sabía que iba a ser un acierto y por lo menos, más diferente”, nos cuenta.
La historia de su vestido está marcada por la buena sintonía y la visión compartida entre la clienta y el atelier madrileño. “Lo diseñó Navascués y fue todo un acierto. Tenía claro que quería profesionalidad, exclusividad y calidad en los materiales y que las costuras y cada detalle estuviesen trabajados con mucho mimo. Y así fue”, revela.
La selección de tejidos, el secreto de su look
En la cita inicial, esta novia viral sabía qué estilo, silueta y elementos debían componer la esperada prenda, pero todo cambio cuando fue a probarse la toile. Desde el primer instante supo que había claves no negociables: “una cola muy muy larga (¡una fantasía!, reconoce más tarde) y la bambula como protagonista de todo el vestido”. Pero, se animó a hacer modificaciones en otras partes del look, tal y como confesaba: “decidí darle una vuelta al vestido porque sentía que podía ir igual vestida que cualquier invitada”.
Primero renunciaron al cuerpo nido de abeja para apostar por uno más estructurado, realizado a partir de un plisado de bambula. “El resto de detalles fueron surgiendo sobre la marcha. Para las mangas si me inspiré en fotos que buscaba por Pinterest o Instagram, sobre todo los hombros”, señala. Sabía que esas mangas debían terminar en una tela con movimiento, por eso apostaron por las mangas de ángel (todo un fenómeno actualmente en la red). “Un detalle muy acorde a la zona donde nos casábamos, Altea y encima del mar”.
Toda una experta en belleza
Paloma trabaja en Shiseido y, en consecuencia, para ella el look de belleza era una cuestión de suma importancia. De su maquillaje se encargó Goyo Acevedo, a quien le une una estrecha relación. “Es mi ‘compi’ de trabajo y tenía muy claro que quería que fuese él desde hacía varios años. Siempre tiene todo bajo control y sabe perfectamente cómo manejar cada segundo del proceso, incluidos los nervios, fotos, y demás”, comparte. Él se encargó de dejar a la novia con un rostro fresco, jugoso y muy luminoso.
El peinado, una sofisticada coleta, fue un trabajo de Alejandra Sirvent, a quien nuestra protagonista no conocía antes de la boda: “¡ya en la prueba de peinado supe que había sido un acierto! Me entendió al segundo y clavó exactamente lo que quería”. La misma profesional se encargó de peinar a la madre y a la cuñada de la novia.
“Fue una mañana súper especial. Nos arreglamos en el hotel Villaitana, de Benidorm, en la terraza de la habitación, que para ser noviembre, hacía un tiempazo. Primero nos arreglamos mi madre, mis dos primas, mi cuñada (mujer de mi hermano) y yo, con Goyo y Alejandra; y después llegaron mi padre y hermanos. Cuando llegó el momento se fueron todos juntos y yo me fui con mi padre en el coche hasta llegar a la ceremonia, quien de nuevo me acompañó al altar. Un show llegar hasta la iglesia pasando por todo el pueblecito de Altea, lleno de gente parándonos y aplaudiendo… Pasé un poco de vergüenza, pero creo que me ayudó a quitarme los nervios”, recuerda entre risas.
Menos es más es una de las máximas que Paloma suele llevar a la práctica y el día de su boda quiso cumplirla en lo relativo a los complementos. Por un lado, como joyas llevó su anillo de pedida, de la Joyería Carbal: “de la familia de un muy amigo nuestro; y los pendientes fueron de la Joyería Monge, que me los regalaron mis suegros en la pedida, así como le regalaron un reloj Hublot mis padres al novio”.
Por otro lado, en cuanto a los zapatos, escogió a Javier Gonzalo. “Estuve dudando mucho entre el verde y el granate y finalmente me decanté por los verdes. Escogí un diseño que tenían en la tienda, y el resto lo diseñé con mi prima”, indica.
Un ramo de novia tamaño XL
Todos los ojos, en su estilismo, se dirigieron al imponente ramo con cascada que lució, una creación de Esencia Floral. “Mónica, que me lo puso todo super fácil. Conocía perfectamente la finca y vivía allí, por lo que sabía muy bien lo que podía pegar en cada época del año”, destaca. Paloma le pidió a la floristería un diseño con mucha caída, mucho verde y colores vivos, nada empalagosos. “Creo que hubiese sido imposible mejorarlo”, concede. La propuesta, de tamaño XL, dejó a nuestra protagonista sin palabras.
“Me lo trajo por la mañana al hotel ya preparado, junto con un pedacito del plisado de mi vestido que le había dado yo, y una tira de terciopelo verde que nos había regalado mi prima con nuestros nombres y fecha grabados (y a juego con el color de los zapatos)”, dice.
"Creo que me llevo para siempre infinitos recuerdos de ese día… El momento de arreglarme con toda mi familia, todos ahí tan guapos por Antonio y por mí. La entrada en la Iglesia con mi padre, que por lo que me cuentan tardamos un segundo en recorrerla y mira que es larga... Íbamos en el coche diciendo: 'tenemos que andar despacio' ¡Y creo que hicimos todo lo contrario!".
El amor predestinado
Todos estos fueron los ingredientes del maravilloso día de Paloma, una jornada que llegó tras una bonita historia de amor con Antonio, su ya marido. La pareja se conoció en 2017, en un cumpleaños, pero no fue hasta un año más tarde, en la misma fecha y fiesta, cuando comenzó su relación. “Empezamos un 10 de febrero de 2018, nos prometimos un 12 de noviembre de 2023 y nos casamos el 9 de noviembre de 2024, justo un año después de la pedida”, relata.
“La pedida fue espectacular. Antonio que es siempre muy detallista y sabiendo que yo ya me sospechaba la pedida más pronto que tarde, decidió engañarme un poco con la idea de que se acercaba mi cumpleaños (14 de noviembre). A lo largo de todo el mes anterior a mi cumpleaños, fue escondiendo patitos pequeños amarillos por toda la casa. Estos patitos los había pintado con señas o números que yo tenía que ir apuntando cada vez que encontraba uno… Cuando ya conseguí todos esos patitos y descifré lo que significan todas esas señas y números, conseguí unas coordenadas, que al meter en internet, resultó ser la finca en la que yo siempre me quería casar: Marqués de Montemolar, ¡y con fecha ya cerraba! Una currada”.
Un 'sí, quiero' en otoño
Comenzaron así los preparativos de su enlace, para los que no contaron con wedding planner. Paloma desvela que al trabajar en el universo de los eventos, lo tenían todo organizado. “Sí es verdad que esperábamos un día de buen tiempo, pero no es pedazo de día que nos hizo, que era literalmente día de verano pero sin un calor excesivo”. Esa buena temperatura recibió a sus 220 invitados en la ceremonia religiosa, que tuvo lugar en la Parroquia Nuestra Señora del Consuelo, en Altea y continuó durante el día, ya en la celebración.
Muy agradecidos, los novios reconocen que el trabajo de sus proveedores fue extraordinario y muy profesional. Resalta, además, el menú escogido con un plato en el banquete (canelón de ave trufado) y un postre (coulant de chocolate). “Teníamos claro que queríamos un cóctel largo, con muchos platos, ya que la zona de arriba, donde se celebró, era espectacular con vistas al mar, dejando Altea a la derecha y el peñón de Ifach”.
"Nos casamos la semana después de la DANA en Valencia y eso sí que nos puso un poco los pelos de punta… Teníamos miedo de que nos lloviese mucho ese día, también un poco de sensación de culpabilidad por todo lo que estaba pasando y nosotros como de celebración. Muchos proveedores afectados por la DANA. Fueron un par de semanas un poco duras y de muchas sensaciones contrarias, pero finalmente nos hizo un día muy bueno, todos los afectados pudieron venir, incluso teníamos más de algún invitado de Madrid que aprovechó la excusa de la boda en Altea para ir el domingo directo a Valencia a ayudar", rememora.
Buceando en el baúl de los recuerdos, pedimos a nuestra protagonista que nos cuente los mejores momentos de la boda. Más allá del ‘sí, quiero’, dentro de una emotiva ceremonia, hubo otros instantes clave. “El momento de salida de la Iglesia y camino de la finca, íbamos nosotros dos solos en el coche (conducía Antonio un Mehari antiguo que no podía pegar más con la temática de la boda, blanco con detalles azul marino). Fue como nuestro rato de estar juntos, ya casados, quitarnos nervios, y empezar a disfrutar. ¡Súper divertido!”, declara.
Para la pareja, la entrada al convite era un momento de mucho corte, pero finalmente lo disfrutaron de corazón, a ritmo de Te voy a esperar, de Juan Magan, con todos sus invitados volcados con ellos. “Por último, nosotros nos empeñamos en que la boda fuese eterna y lo conseguimos. Desde las 12 horas que empezaba la ceremonia hasta las 2 de la mañana que abandonábamos la finca. Para mi la sensación de mirar la hora, y que todavía quedasen horas de fiesta, era un subidón brutal”. Ello le permitió repartir muy bien su tiempo entre todos los asistentes al enlace.
El baile nupcial más especial
"Bailamos juntos la canción de La Llorona, concretamente la de la película Coco. Abrimos el baile bailando con nuestros padres y luego nos dieron paso a nosotros, con la misma canción. Yo siempre había tenido claro que bailaría esta canción en nuestra boda. Desde el día uno que conocí a Antonio y vimos esta peli, siempre me ha llamado llorona, porque ya puedo estar viendo la película más graciosa del mundo, que yo acabo llorando, aunque sea de felicidad. No podía representarnos más esa canción".
En lo relativo a la decoración de la boda (obra de Esencia Floral), esta novia viral admite que no contaban con una temática definida para esta partida, pero sí que buscaban que los ambientes tuvieran guiños a los colores mediterráneos y a la Comunidad Valenciana. “Cuando salimos de la iglesia, el primo del novio, como buen valenciano que es, nos tiró una pequeña traca”, asegura.
“Las fotos nos las hizo el equipo de Caleidoscopia. Las conocimos en la boda de la mejor amiga de Antonio y cuando vimos sus fotos, tuvimos claro que cuando llegase el momento serían ellas. Es más, creo que fue a las primeras que llamé según me pidieron matrimonio. Fue un gusto hacer todo el proceso con ellas, poder quedar un mes antes y conocernos, contarles cada detalle para que pudiesen capturarlo. Incluso el día antes de la boda, vinieron a la finca para conocerla y tener ya fichados los sitios clave para hacer las mejores fotos”.
El look del novio
"Antonio se hizo el traje en Pugil, junto con su padre y su hermano. Tenían claro que querían hacérselo ahí, porque a los tres les encantaba la idea de poder hacerse un chaleco reversible y personalizado. Sobre todo para Antonio, que después de la iglesia y las fotos de pareja, se puso ya en modo 'fiesta', dando la vuelta a su chaleco", apunta Paloma.
Antes de poner punto final a este viaje a través de su 'sí, quiero', Paloma mira hacia las nuevas prometidas, a las que aconseja ser previsoras, cerrar con tiempo todo lo que se pueda y disfrutar del proceso en pareja. Y concluye con una última recomendación: “Sí o sí, contratar un buen equipo de fotografía y vídeo. Creo que es el único recuerdo que te queda de la boda y es obligatorio tenerlo. Si es una opción, alargar la boda todo lo posible. El tiempo pasa volando y es tan guay poder disfrutar de cada persona que está allí…”.