Llevar años esperando el día de la boda es algo que, fruto de la ilusión, le ocurre a las más románticas. Inspiradas por la gran comunidad que supone el sector nupcial en las redes sociales, este tipo de prometidas llevan lustros guardando las mejores ideas y esperando una petición de matrimonio para hacer su enlace soñado realidad. A este grupo pertenece Belén, una recién casada que ha cautivado con su diseño asimétrico con bordados vintage y que, nos cuenta, conocía perfectamente los diseñadores a los que acudir para su gran día en Zafra, Badajoz, porque seguía de cerca a las novias más virales.
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“Desde hace años (ni siquiera estaba en la universidad) me empezó a interesar el mundo de las novias. Me podía pasar horas en Instagram viendo fotos de vestidos, tocados, accesorios, etcétera, lo que hacía que tuviera guardada inspiración desde hace tiempo”, reconoce.
Cuando su ya marido, Carlos, dio el gran paso, ella supo que comenzaba una fascinante aventura y que debía acudir a un atelier en el que se sintiera su estilo reflejado. “Escribí a varias diseñadoras que me gustaban y con las que me sentía identificada, una de ellas era Mónica Calles. Mónica me llamó y estuvimos una hora hablando por teléfono. Recuerdo que terminé esa llamada superfeliz, porque ella transmite mucha alegría y energía positiva”, explica.
Bordados y tejidos naturales, imprescindibles en su vestido de novia
En su primera visita con la diseñadora, nuestra protagonista estaba muy nerviosa. Le aterraba la idea de estar sobreinformada después de tanto tiempo investigando sobre el sector y le parecía muy complicado que la creadora pudiera dar en la tecla sin haberla visto antes.
“En julio fui a conocerla con mi madre y mi tía. Recuerdo que llevábamos cinco minutos sentadas hablando cuando Mónica me dijo: ‘pasa, que vamos a ver cosas’. Me enseñó una pieza vintage con bordados de cintas y fue un flechazo. Era espectacular. Después, empezó a probar telas sobre mi cuerpo y a hablar sobre siluetas que me favorecerían y de repente, empecé a imaginarme vestida de novia. Sentía que estaba captando lo que me gustaba rápidamente. Esa misma tarde decidí que no iba a ver a nadie más, porque estaba segura de que mi vestido me lo tenía que hacer ella”, relata Belén.
En su estudio, la creadora se dispuso a escuchar a esta prometida llegada desde Zafra, un pueblo de Badajoz. No necesitaba ver fotos, tan solo ir plasmando aquello que ella pedía como requisito. Belén tenía claro que quería tejidos naturales en su vestido y bordados,y así se lo hizo saber a Mónica. Buscaba un look elegante y juvenil para una boda en Extremadura en pleno julio; es decir, un vestido fresquito y práctico. Así fue como nació este estilismo nupcial de aires bohemios, con contraste de texturas y con asimetrías, drapeado en el pecho y un bordado de cintas entolado en diagonal y con mucho movimiento.
Cita tras cita, fueron montando y modificando sobre la marcha, en el propio cuerpo, cada detalle del vestido que tiempo antes había bocetado la fundadora de Mónica Calles Studio. “Para la espalda, que llevaba un juego de varios tirantes, probamos diferentes formas hasta dar con la que más nos gustaba. Me preocupaba que, como la capa tenía tanta información, quedara un vestido demasiado sencillo para poder llevarla. Pero todo lo contrario, fue un vestido lleno de detalles”, desvela nuestra protagonista.
Porque sí, su diseño tenía una capa que había nacido de una pieza antigua hecha a mano “con un bordado de cintas sobre una voile de algodón”. Una joya que sigue la tendencia de muchas otras novias virales que han recurrido a los retales, las técnicas ancestrales de artesanía textil y los elementos antiguos para darle autenticidad a sus looks nupciales.
"En las pruebas siempre me acompañaban mi madre, mi hermana y mi tía. Para mí fue súper especial que ellas estuvieran conmigo y que formaran parte de todo el proceso. Sin ellas no hubiera sido lo mismo. El último día, cuando ya íbamos a recoger el vestido y estábamos esperando a que nos avisaran de los últimos retoques, estábamos agotadas porque habíamos estado dando vueltas por Madrid todo el día y terminamos sentadas en un banco enfrente del taller de Mónica, cuando nos dimos cuenta estábamos llorando emocionadas. Era como decir: 'ahora sí que sí, ha llegado el día'. Una sensación de felicidad, tranquilidad, nostalgia… una mezcla de todo. Es algo que recuerdo con cariño", nos dice Belén.
Un diseño convertible gracias a un tirante desmontable
El vestido de novia de Belén estaba confeccionado en lino rústico y georgette de seda y, ante una pieza tan delicada y maravillosamente ejecutada, esta recién casada supo desde el principio que no llevaría un segundo estilismo en su gran día. “Tenía claro que solo quería un vestido y quería disfrutarlo al máximo”, admite.
No obstante, el look era convertible, pues al retirar la capa, gracias a un tirante desmontable, descubría una espectacular espalda y un escote delantero más despejado. Lo completó con un tocado natural que solo lució en este momento: "Opté por ponérmelo para la fiesta, una vez que me quité la capa. Era un tocado de flores naturales que me hizo a medida Mati Romero, de Sevilla".
De las joyas de novia al paipai para hacer frente al calor
La prenda ideada por Mónica Calles Studio se completó con unos accesorios de gran valor sentimental para la novia. Por un lado, como joyas, nuestra protagonista llevó el anillo que le regalaron sus suegros en la pedida, el anillo art decó que le regaló su entonces futuro esposo —ambos de la joyería Del Parámo Vintage— y unos pendientes a juego con este último. Conocedora de las altas temperaturas que asolan Extremadura en esta época del año, apostó por un paipai que casara con su look. “Mi tía lo adornó añadiendo un borlón de algodón, tiras de crochet y cuentas de cristal, todo hecho a mano por ella”, puntualiza.
Fiel seguidora de las tendencias, Belén escogió un ramo de novia silvestre, salvaje y desestructurado. Quería una creación con notas de color y que incorporase passiflora, “porque es una planta que me recuerda a mi infancia, ya que está en el campo de mi abuela”, señala. Aquello al florista Manu Fernández, artífice del diseño, le pareció una idea original y las incorporó al resultado, que fue fruto de la confianza de la novia en su trabajo, pues ella le había mandado tan solo algunas fotos de inspiración. “El día antes de la boda mi tía fue al campo y la planta no tenía flor, aún así cogió varias ramas de sus hojas y se las añadimos al ramo. Las hojas de passiflora junto a la esparraguera hacía que tuviera una caída que quedaba muy bonita”, describe nuestra protagonista.
"Dos de mis mejores amigas me regalaron una medalla cada una, de la Virgen de la Alegría y de la Virgen del Rocío. Las pusimos en el ramo y eso lo hacía aún más especial, me hacía sentirlas muy cerca", recuerda sobre el detalle con el que ató ese diseño floral de estilo silvestre.
A pesar de ser un día especial, la recién casada no quiso innovar en exceso, tan solo verse favorecida, sin sentirse disfrazada. Por ello optó por un maquillaje natural algo más sofisticado: “escogimos sombras marrones para los ojos, que iban bastante marcados y el maquillaje fluido y natural, no quería la sensación de ir muy pintada”. Para el cabello se decantó por un semirrecogido, un peinado que utiliza a diario y que ella misma define como su “seña de identidad”, con el que se sintió muy cómoda. “Laura (Laura Carrasco Studio) me hizo unas ondas naturales y unos rulitos que prácticamente improvisamos el día de la boda”.
Tan interesante como su estilismo es la historia de amor que unió a Belén y Carlos y les animó a pasar por el altar el pasado 28 de junio. Todo pareció cosa del destino, pues fueron juntos al mismo colegio y sus familias eran amigas. Fueron novios en la adolescencia, cuando ella tenía 15 años y él, 17. “Éramos niños pero fue algo muy bonito. Luego por cosas normales en esa edad, nuestros caminos se separaron durante años. Por suerte, hace 3 años nos volvimos a encontrar y sí era el momento. Desde ahí ya no ha habido dudas de que queríamos estar juntos”, desvela ella.
La petición de matrimonio fue una emocionante sorpresa para Belén. Aunque hablaban habitualmente de la posibilidad de casarse, ella lo veía algo lejano. “Teníamos planeado que fuera en el 2026 y al final me lo pidió en mayo de 2024. Estábamos en Tarifa viendo la puesta de sol. A Carlos le encanta y yo sabía que si ese momento llegaba me lo pediría allí”, dice.
"No sospechaba absolutamente nada, porque él es una persona muy nerviosa y aparte de no ser la fecha, estuvo todo el día tranquilísimo. Siempre había pensado que se lo notaría a la primera. Fue muy bonito. Tardé unos segundos en reaccionar y luego ya no paré de llorar en toda la noche. Yo no dormí y él por el contrario se quedó súper tranquilo", rememora entre risas.
Los novios escogieron la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria en Zafra para su gran día. Después, se trasladaron con sus invitados a Doña Elvira, la finca de los abuelos de la novia, ubicada a 25 minutos de la ceremonia. "Es donde he pasado el verano durante toda mi infancia, un sitio con mucho significado para mi. Me hacía muchísima ilusión que lo celebrásemos allí porque era como hacerlo en casa", explica Belén. Ella sabía que hacerlo en un espacio en pleno campo iba a convertir el proceso en algo mucho más complicado, pero no se asustó. Sabía que era un lugar con encanto y se puso manos a la obra. En la actualidad, tras su enlace, se ha convertido en un reto profesional: "ahora la finca está preparada para poder celebrar eventos y vamos a emprender en ello".
La pareja se decantó por el formato tipo cóctel para celebrar con sus convidados y al frente del menú estuvo el catering sevillano Alda y Terry. Eligieron este formato por hacerlo más cercano, desenfadado y divertido y evitar incómodos tiempos muertos. "Hicimos la cena a un lado del cortijo, que es mi zona favorita porque hay un atardecer precioso con vistas a la dehesa extremeña. La fiesta la celebramos en uno de los patios del cortijo", apunta.
Belén y Carlos se encargaron de la organización de su boda. Con ayuda de sus familias, que se implicaron desde el primer momento, contrataron a los proveedores que les gustaban y estudiaron qué otros podrían encajar. Sí que confiaron en un servicio de wedding planner para coordinar el día del enlace: Belén Comi Eventos. “Ha sido genial contar con ella porque transmite confianza y tranquilidad, cuando hablaba con Belén mi estrés bajaba 5 escalones. Aunque solo la contratamos para el día de la boda, ha estado presente durante todo el proceso. Es una suerte encontrar gente así”.
La idea para decorar los espacios era que todos los elementos se mimetizaran con los detalles propios del espacio. Belén buscaba que lo rústico y lo silvestre se mezclaran y por eso se puso en manos de Manu Fernández. El florista comprendió su idea y colocó cestos de mimbre y alfombras de ratán. Las mesas se combinaban: imperiales vestidas con manteles estampados y redondas decoracadas con cestitos. Y siempre flores a todo color y la iluminación de Ómicron para crear un cielo de lámparas rústicas. “Mi tía hizo collares a mano para todas las chicas. Eran de crochet e iban combinados con diferentes cuentas de piedra natural y cristal. Mis primas se encargaron de repartirlos. También ella se encargó de personalizar unos paipai con borlones de colores que hizo uno a uno. Hicimos un córner muy mono colgando los paipai entre dos árboles”, concede.
"En principio la ceremonia iba a ser a las 19:00 horas y la última semana decidimos adelantarla media hora, porque queríamos aprovechar cada minuto. Estuvimos hasta el último momento pensando que íbamos a llegar a la Iglesia e íbamos a estar solos, porque o se nos había olvidado avisar a todo el mundo o a los invitados se les habría olvidado el cambio. Por supuesto, no fue así y allí estaban todos esperándonos", relata Belén.
Toda la jornada fue realmente especial para la pareja, reconocen, pero si tuvieran que quedarse con un momento, la simple idea se convertiría en un reto. Belén sí que quiere hacer mención a la belleza de la ceremonia, que disfrutó de principio a fin. El sacerdote era amigo de los novios e introdujo el humor entre sus palabras, lo que hizo que el resultado fuese entrañable. "Es gracioso porque en las fotos de la ceremonia se ve a los invitados riéndose constantemente. Además, me sentí muy tranquila y muy conectada con Carlos, que es lo más importante de ese día", sostiene.
La organización de un enlace, nos cuenta Belén, es un proceso estresante y pueden surgir dudas e imprevistos durante los meses que tiene lugar. Habiendo pasado por la experiencia, recomienda a futuras novias no darle demasiado protagonismo a los nervios. “Mi consejo es que por muy estresada que estés los momentos previos a la boda, ese día te olvides de todo y solo te dediques a disfrutar. Al final, la gente que te quiere va con muchas ganas y si hay algún fallo no lo van a tener en cuenta”, concluye.