A Alejandro de Miguel, que a lo largo de sus más de 20 años de trayectoria ha vestido a mujeres como la reina Sofía, Carmen Lomana (de madrina), Mar Flores o Eva González —entre muchas otras—, la pasión por la moda le viene de lejos. Pasó buena parte de su infancia en el taller de costura que había en su casa de Miguel Esteban (Toledo). Desde allí sus padres confeccionaban todo tipo de prendas, pero lo que más le fascinaban eran las chaquetas. "Recuerdo que, cuando terminaban la jornada, yo me quedaba cosiendo a escondidas. Esa pasión fue creciendo hasta convertirse en vocación", nos explica.
La suya ha sido una carrera de fondo en la que sus raíces han sido fundamentales a la hora de definir su estilo. Y aunque podríamos decir que sabe hacerlo prácticamente todo, desde 2005 quiso centrar su trabajo en novias, madrinas e invitadas porque, como el mismo nos cuenta, le atrajo la idea de "poder acompañar a las mujeres en momentos tan importantes con creaciones que reflejaran su personalidad y elegancia. Gracias a mis clientas, que comenzaron a hacerme encargos a medida, nació la firma Alejandro de Miguel".
Tu firma es reconocida por su elegancia atemporal y la confección a medida. ¿Cómo describirías tu estilo como diseñador y qué te inspira a la hora de crear una nueva colección?
Mis diseños se caracterizan por una confección impecable, sofisticación y un respeto absoluto por la figura femenina. Me obsesiona el patronaje, que la prenda se sienta como una segunda piel. Me inspiran el arte, la arquitectura y mujeres que han marcado historia por su carácter y estilo.
A lo largo de tu carrera, has vestido a un sinfín de rostros conocidos (incluso en las campanadas). ¿Hay algún momento o cliente que recuerdes especialmente y que haya marcado un hito en tu trayectoria profesional?
A lo largo de estos años he vivido momentos inolvidables. No podría quedarme solo con uno. He vestido momentos felices, como campanadas, a Carmen Lomana cuando ha sido madrina, la reina Sofía, Esther Koplovich… También algún momento horrible, como el funeral de Aless, el hijo de Ana Obregón.
Hay encargos que marcan por su complejidad, por el reto creativo o por la emoción que transmiten. Lo que más me conmueve es ver cómo una clienta se transforma al probarse su diseño terminado. Esa mirada frente al espejo, ese brillo en los ojos, es lo que da sentido a todo mi trabajo.
La costura requiere una atención meticulosa al detalle. ¿Cuál es el proceso que sigues desde la concepción de una idea hasta la creación de una prenda final?
Todo parte de una inspiración, un boceto, y la elección minuciosa del tejido. Luego llega el trabajo de patronaje, confección y pruebas, hasta alcanzar el resultado perfecto. Es un proceso muy artesanal y cuidado, donde cada puntada cuenta.
En un mundo de la moda que cambia rápidamente, ¿cómo logras mantener la esencia de tu firma y al mismo tiempo adaptarte a las nuevas tendencias y necesidades del mercado?
Siempre apuesto por la elegancia atemporal. Las tendencias pueden inspirarte, pero no deben dictar el estilo. Busco innovar en los detalles, como tejidos, cortes o aplicaciones, sin perder la identidad de la firma.
El vestido de novia es una de las prendas más significativas en la vida de una mujer. ¿Cómo abordas el proceso de diseño para asegurarte de que cada novia se sienta única y especial en su gran día?
Cada novia es única, por eso cada diseño parte de una escucha activa. Me involucro personalmente para conocer sus gustos, su historia, su personalidad. Quiero que al ponerse el vestido sienta que ha sido creado solo para ella.
¿Tienen un perfil concreto las novias que acuden a ti? ¿Cómo son?
Son mujeres elegantes, seguras de sí mismas, que valoran la artesanía y buscan algo exclusivo. Saben lo que quieren, aunque a veces necesitan que les ayudes a encontrarlo.
Llevas 20 años en el sector, ¿han cambiado las novias en este tiempo? ¿En qué cosas lo has notado especialmente?
Sí, ahora están mucho más informadas y tienen muy claro lo que les favorece. Buscan vestidos cómodos, con personalidad, y quieren sentirse auténticas. La naturalidad ha ganado mucho terreno.