Alba Redondo recordará por siempre este sábado, 14 de junio. La jugadora del Real Madrid ha dado el ‘sí, quiero’ a su pareja, Cristina Monleón, después de tres años juntas.
La deportista -campeona del mundo con la Selección Española de fútbol- y la investigadora y profesora en la Universidad Católica de Valencia han celebrado su amor en una emotiva boda, que tomado por escenario la Finca Los Prados, Albacete, tierra natal de la futbolista -como avanzamos en primicia-.
La ceremonia, oficiada por la periodista Sara Gutiérrez, empezó a las 12:30 de la mañana y pronto quedó desvelado el secreto mejor guardado del esperado enlace: sus vestidos de novia.
Dos novias diferentes y un mismo estilo
Tanto Alba como Cristina confiaron para su gran día en la firma Immaclé Novias.
Dos novias diferentes, pero unidas por un mismo estilo -como ellas mismas nos cuentan, querían ir parecidas- con diseños de aire bohemio y romántico.
Alba sorprendió con un vestido largo de blonda, con motivos florales, cuello a la caja, y una falda, con cortes asimétricos, cerrada con botones.
Las mangas, largas y estrechas, contaban con un precioso detalle: un acabado en lágrima, que se ajustaba a sus muñecas con un delicado lazo. Parte de su espalda, que se ajustaba en un fruncido, quedaba al descubierto, en forma ovalada, que se cerraba con un lazo.
Cristina, por su parte, llevaba un vestido largo, de tul, bordado con motivos florales y costadillos. En su caso, optó por un escote en ‘V’ -tanto en la parte delantera como en la de la espalda, que se recogía con una gran lazada-. Un look, también, de manga larga, estrecha, acabada en trompeta; y con una falda con vuelo y cortes asimétricos, cerrada con botones y presillas.
En cuanto al calzado, ambas se decantaron por unos zapatos de Pedro del Hierro.
Siguiendo la tradición
Nos contaban las novias, días antes de su boda, que, aunque no llevarían velo, sí cumplirían con la tradición de llevar algo nuevo, algo viejo y algo azul. Lo nuevo eran sus vestidos; y lo viejo, los pendientes que llevó Cristina -de su abuela- y los de Alba -que eran de su madre y fueron adaptados por Lisi Fracchia-.
Buscaban que su enlace fuera “sencillo y elegante”, algo que también se vio reflejado en sus ramos -sujetos con una cinta con bordado hecho a mano, un regalo de Sandra, prima de Cristina-.
Sus bouquets fueron confeccionados con flores de temporada (peonías, dalias y escabiosa), de colores cálidos y llamativos, y campestres, que contrastaban -aportando frescura y naturalidad- con sus vestidos. Unas flores que se combinaron con rellenos silvestres (como hipericum, talium y cardo), y que, pese a seguir una misma línea, jugaban con diferentes tonalidades para que se distinguiesen uno de otro.
Naturalidad y frescura
Acostumbradas a verla con su característica coleta sobre el terreno de juego, en su boda, Alba volvió a recoger su cabello. En esta ocasión, con una estructura que comenzaba con un recogido pulido, de líneas precisas, que enmarcaba su rostro, y con una trenza, de volumen, que aportaba dimensión y movimiento -una metáfora de su trayectoria en el deporte, forjada, paso a paso, con constancia y pasión-. Esta trenza seguía en una coleta alta, con ondas suaves, y caída ondulada, de la que se encargó la peluquería en la que ha confiado desde niña, Nuevas Formas.
En cuanto al maquillaje, confió en la profesionalidad de Paloma Moreno, y se decantó por uno muy natural, realzando el ojo y la pestaña con un tono más oscuro, fiel a su personalidad.
Cristina, en cambio, prefirió un semirrecogido con ondas suaves naturales, aportando a su pelo movimiento y volumen. Parte del cabello se recogía con unas trenzas, de estilo romántico, del que se encargó Araceli Moreno.
Su beauty look también buscaba la naturalidad, con unos ojos con ahumado, muy sutil, y con algún destello para dar luz y realzar su pestaña. Un maquillaje, sin duda, fresco y luminoso para este día tan importante en sus vidas.