Hay novias que encuentran su vestido por casualidad y otras, como Nerea, que siempre lo tuvieron claro. Laura, nuestra protagonista, también es de esas, de las que no necesitó ver mil propuestas, recorrer atelieres o dudar durante semanas para dar con él. Le bastaron las recomendaciones de sus amigas y una primera conversación para saber que Carmen García, fundadora de Carmen García Studio, iba a ser su diseñadora. “Sabía que iba a encajar con mi estilo y que lo que me fuera a proponer me iba a gustar”, cuenta. Y no se equivocó. “Fue un acierto al cien por cien. No fui a ver ningún atelier más”, asegura.
Carmen acababa de empezar a trabajar con novias, pero su forma de entender la moda y su estilo personal conectaron enseguida con Laura, que buscaba un diseño especial, con un toque rústico y carácter. “Es una chica de mi edad con muchísimo gusto y estilo. Anotad su nombre, porque Carmen va a destacar”, dice convencida. Lo que vino después fue un proceso creativo a tres bandas: ideas iniciales, propuestas sobre papel y muchas ganas de hacer algo distinto. ¿El resultado? Un vestido elegante, versátil y totalmente fiel a la personalidad de la novia.
Una vestido con chaqueta
Desde el primer momento, Laura tuvo claro qué sensaciones quería transmitir con su vestido: buscaba un punto rústico en el tejido, algo que le diera personalidad. Porque, a veces, la propia tela puede aportar, con su caída o su textura, ese detalle diferenciador sin necesidad de mayores florituras.
“Lo que no tenía definido en mi cabeza era el patrón”, confiesa. “¡Pensé incluso en hacerme dos piezas!”. Sin embargo, Carmen despejó sus dudas con tan solo tres bocetos que respetaban su visión inicial. Cuando llegó el momento de probar la toile, se convenció del todo. “Me vi favorecida con el diseño del vestido con chaqueta. Sobre eso ya fuimos añadiendo el resto de piezas”.
Las chaquetas rematadas en cola de arrastre son una opción coherente para bodas de entretiempo o invierno, cada vez más utilizada por mujeres que, como ella, prefieren un único vestido de novia que vaya evolucionando a lo largo de la celebración. Recordamos, por ejemplo, el diseño nupcial que llevó María Fernández-Rubíes, con un peplum de volante rematado en cola, o el de María Pombo que, aunque se casó en verano, aligeró su abrigo a través de un tejido más liviano, poco armado y con efecto segunda piel.
La de Laura fue una chaqueta de corte crop confeccionada con la misma tela que el vestido. Llevaba cuello redondo, manga francesa y un fruncido en los hombros que le daba volumen y porte sin perder la sensación de ligereza. Sobre ella se sujetaba la cola desmontable, confeccionada también en una delicada organza de seda natural. “El efecto era como el del canesú de una camisa, súper especial y diferente”. La cola no era excesiva, algo que Laura tenía claro desde el principio, porque “no quería que fuera ‘demasiado puesta’”.
Los detalles marcan la diferencia: un cuello 'ruffle' y un fajín
El diseño final fue un conjunto de tres piezas que, en palabras de la novia, “era algo sencillo, pero con un toque distinto, que era justo lo que buscaba”. La base era un vestido largo, entallado a la cintura, con hombreras marcadas y una abertura trasera. La tela, una combinación de tejidos rústicos con textura, aportaba el carácter que ella quería desde el principio. Sin embargo, había un protagonista indiscutible, aunque discreto: un cuello subido y plisado de organza de seda natural.
El llamado cuello ruffle es una propuesta que apareció en pasarela allá por 2019 en su versión más maximalista, pero que ya habíamos visto con anterioridad en las semanas de la moda bridal de París o Nueva York, gracias a firmas como Rime Arodaky, que se inspiraba en las delicadas bailarinas de ballet, o Max Mara, que lo adaptó a una silueta más comedida y minimalista, apta para quienes querían probar esta tendencia sin caer en el exceso. En Laura, cada detalle resultaba compensado, elegante y fácil de llevar.
Siguiendo la estela femenina de los volantes, Carmen, la diseñadora, se guardó un as en la manga en forma de fajín, pensado para el momento de la fiesta, cuando la novia se quitase la chaqueta. “Sin embargo, hizo tan buen día que ya en el cóctel me lo puse”. Hablamos de un diseño que enmarcaba su silueta y completaba este look de carácter más festivo con un volante en la misma tela. “No podía gustarme más”, dice Laura con entusiasmo. “Las pruebas fueron todas muy bien, me pareció un proceso bastante rápido y Carmen lo hizo fácil”.
Accesorios bien elegidos
Y entre pruebas, tejidos y decisiones de diseño, también hubo anécdotas. Como la que protagonizaron unos zapatos que acabaron devueltos... ¡por los pelos! “Me compré dos pares para llevar a las pruebas. Cuando fui a guardar uno de ellos, vi que la suela estaba desgastada como si los hubiera usado, ¡y sólo estuve de pie sin moverme!”, recuerda. La elección final fueron unos ‘Manolos’, con los que era difícil no acertar y con los que tuvo un flechazo instantáneo. Eran las sandalias Lollo del maestro Blahnik, un icono en blanco crema, un diseño tipo mule tan versátil que la novia promete reutilizarlos una y otra vez después de la boda.
A pesar de la fuerza que tenía el vestido por sí mismo, Laura continuó cuidando al detalle cada accesorio para mantener esa estética delicada, sin estridencias. El velo, corto y de tul ilusión, reforzaba esa idea: “Al igual que la cola, quería que fuera desenfadado”.
Las joyas fueron todavía más especiales. Y es que fue ella misma la que diseñó los pendientes a medida en Spaliu, un joyero de Córdoba, la tierra natal de su ya marido. “Buscaba algo que no fuera el típico pendiente de novia”, explica. Y lo materializó en una flor con brillantes a la que se podían acoplar unas tiritas desmontables de oro amarillo, perlas y pequeños brillantes. “Para la preboda los llevé completos y para la boda, con el cuello alto, me parecía que quedaba mejor solo la flor”. Si un vestido puede ser versátile y transformable, ¿por qué no también las joyas?
El ramo, sencillo, pero con carácter, estaba compuesto por claveles chinos blancos y burdeos, una combinación con un toque de color que encajaba bien con la gama cromática del evento. Y como remate final, un moño de bailarina hecho un cariño especial. “Me peinó mi tío, que es mi peluquero de siempre”. El maquillaje corrió a cargo de Laura del Pardo, que supo captar lo que ella buscaba, “un maquillaje discreto con una piel bonita y luminosa”.
Laura y Rafa: una historia entre Valencia y Córdoba
Laura es valenciana. Rafa, cordobés. Sus caminos se cruzaron en Valencia, durante el máster de ortodoncia que ambos cursaban. “Coincidimos en la misma promoción y allí nos conocimos”, cuenta. Después de cinco años de relación, decidieron casarse. No fue algo planificado, pero sí muy natural. “Cuando me lo pidió supe que era el momento”.
El 5 de octubre de 2024 fue la fecha elegida para contraer matrimonio, en una ceremonia religiosa tuvo lugar en la Iglesia de Santa Catalina, en pleno centro de Valencia. Después, los invitados se desplazaron hasta la finca rústica Torre by Bonho, situada en plena sierra, donde se celebraron la comida y la fiesta. Un cambio de escenario que combinaba tradición y naturaleza, ciudad y campo.
Para organizarlo todo, los novios contaron con Ángela, de V de Verbena, una wedding planner que fue clave en el proceso. “Contamos con su ayuda integral desde el inicio. Otro gran acierto. Repetiría 100% con ella”, afirma Laura. “Simpática, atenta, organizada, fácil en el trato y disponible 24/7 para todo lo que necesitáramos. Que el día de la boda todo fluyera tal cual estaba organizado fue gracias a ella”.
La decoración fue otro de los puntos fuertes. Para las flores, trabajaron con El Atelier de la Flor, mientras la papelería la diseñó La Bahía Creativa. La estética general tenía un doble enfoque: por un lado, se diseñó un cóctel con sabor andaluz, en honor a las raíces cordobesas de Rafa, donde los claveles y sus tonos carmesí fueron los protagonistas. Por el otro, un salón más mediterráneo, con guiños valencianos: frutas cítricas, flores en tonos naranjas, blancos y verdes. “Ángela fue quien se encargó de darnos inspiración para la línea general de la boda”, explica la novia.
No hubo grandes anécdotas, pero sí momentos cargados de emoción. “Creo que el momento más especial fue la entrada con mi padre a la Iglesia. Lo recuerdo con muchísima felicidad. Sonrío al pensarlo sin darme cuenta”.
Ahora que ya ha pasado todo, Laura lo tiene claro. “No pensaba que el día de mi boda fuera a ser tan especial como lo sentí. Superó mis expectativas”, dice. Rodearse de gente querida, ver cómo todos disfrutan, sentir que todo fluye… es una sensación difícil de explicar. Por eso, si alguna pareja duda sobre celebrar o no su boda, su consejo es claro: que lo organicen como se sientan más cómodos, con una fiesta más o menos íntima, pero que lo celebren de alguna forma. Porque estoy segura de que como me pasó a mí, superará sus expectativas”.
Y para las futuras novias, un último consejo: contar con una buena wedding planner puede marcar la diferencia. “La organización de la boda requiere mucho tiempo y estar pendiente de muchos detalles que pueden sobrepasarte. Con profesionales dedicados a eso, se hace mucho más llevadero disfrutar del proceso”.