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Vestido de novia Diego Estrada © Velvia Estudio

Novia viral

Cientos de pañuelos cosidos a mano para hacer el vestido de novia de Luisa: esta es su historia

Esta prometida murciana, que llevó guantes largos, eligió a Diego Estrada para que diseñara el look de su boda


25 de mayo de 2025 - 19:00 CEST

Hay un largo recorrido desde el momento en el que una prometida comienza el proceso de buscar el diseñador que creará su vestido de novia o la firma en la que encontrará el diseño ya confeccionado. Sin embargo, Luisa no se demoró demasiado. Esta novia murciana tenía varias citas programadas en distintos talleres de Madrid, pero su primera visita fue con Diego Estrada. No necesitó más. “Mientras yo le explicaba, él iba dibujando y al final de la cita me enseñó tres diseños”, recuerda. “No tuve ninguna duda, captó mi estilo a la perfección. Llegué con ideas muy dispares y consiguió incluir todos los elementos que me gustaban en un solo traje. Ese mismo día le confirmé y cancelé el resto de citas”.

Media Image© Velvia Estudio

A las futuras novias y bajo su experiencia, ella recomienda “dejar de mirar, analizar y valorar otras opciones cuando una vez que hayas iniciado proceso de diseño. Solo tienes que ser fiel a tu estilo”.

Una sobrefalda con pañuelos cosidos a mano

A pesar de que en su moodboard de inspiración había más de un centenar de fotos, Luisa tenía dos premisas claras: quería llevar guantes y un vestido cortado a la cadera. “Mi idea inicial era un vestido de corte recto y tobillero, pero empecé a ver muchas novias así y buscamos algo diferente”, cuenta, encontrando finalmente inspiración en diseños con volumen en la falda que le recordaban a Carrie Bradshaw. “Pensé que podía quedarme bien y darme ese toque distinto que quería”.

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El resultado fue un diseño que flotaba al caminar e hizo ligero su paso hacia el altar. Un vestido etéreo confeccionado a partir de un cuerpo drapeado en bámbula de seda, con un escote asimétrico con gran potencial estético. Tenía su ansiado largo tobillero, silueta recta y corte a la cadera, un detalle de plena actualidad también entre las invitadas. Sin embargo, solo le faltaba un detalle ideado por el propio Estrada que lo hacía realmente especial: una sobrefalda en tul de seda armada con cientos de pañuelos, cosidos uno a uno como si de un trabajo de alta costura se tratase. Algo relevante, a juzgar por la cola de casi tres metros de largo que llevó. “Recuerdo que en la penúltima prueba salieron todas las chicas y chicos del taller para ver el resultado del trabajazo que habían hecho. ¡Fue increíble!”.

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Ese vestido con guiños de artesanía fue el resultado de un diseño bien pensado que evolucionaba a lo largo de la celebración. Luisa llevó su sobrefalda desmontable hasta el momento del baile, pero se la quitó en la fiesta para tener mayor libertad de movimiento. “También cambié los tacones altísimos de Jimmy Choo que llevé en la ceremonia y me regalaron mis amigas, por unas alpargatas de Castañer. ¡Un acierto total!”, explica.

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Otros accesorios en clave nupcial

Luisa tuvo seis pruebas de vestido, a las que asistió siempre acompañada de toda su familia. “Puedo decir que mi padre ha acabado siendo un experto en moda”, sonríe. En esos viajes fugaces a la capital con billete de vuelta a casa, veía como su sueño iba cogiendo forma. Sin embargo, no fue hasta el penúltimo de ellos, a dos meses de la boda, cuando decidió que llevaría velo, un accesorio tradicional que, utilizado de la manera correcta, puede sumar muchos puntos al look nupcial. Y así fue. “Nunca lo tuve demasiado claro. Me gusta llevar el pelo suelto y peinados sencillos, por eso no terminaba de verme con velo, pero cuando me lo probé con el vestido casi terminado me vi aún más especial”.

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Los guantes, sin embargo, fueron imprescindibles desde el principio, y más aún tratándose de una boda de invierno. “Desde que vi el traje de novia de María Garrido supe que, si algún día me casaba, yo también llevaría guantes”. Los suyos eran de piel y estaban firmados por Guante Varade.

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Las joyas, por su parte, tenían un gran valor sentimental. “Excepto el anillo de pedida, que diseñó mi marido con las gemólogas de Midas, todas eran familiares”, explica. Unos pendientes de oro blanco, con diamantes y perlas, sumado a una gargantilla de oro blanco y diamantes que su padre regaló hace años a su madre. “Desde pequeña la he visto llevar estas joyas en los eventos importantes, y para mí, ella es mi referente de moda”. Y ahí reside el poder de estas piezas que, al igual que un buen perfume o una canción, son capaces de evocar recuerdos.

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Con un vestido con tanta presencia, el ramo tenía que estar a la altura, pero sin robar protagonismo. “Mi hermana siempre dice que el vestido tenía mucha información, así que el ramo tenía que ser sencillo”, comenta. Lo confeccionaron entre su madre, la florista de Fernando e Hijo y las wedding planners de Valisse. “Estuvimos tres días en la floristería probando opciones. Al final, crearon un ramo con pétalos de Rosmelia de gladiolos blancos, unidos uno a uno. Conseguimos que hiciese el mismo efecto que la sobrefalda”.

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El maquillaje lo firmó María Sánchez Marín. “Quería algo natural, favorecedor y elegante. Me suelo maquillar en tonos rosados y no me gusta sentir que llevo mucho maquillaje”, explica. Aunque era diciembre, Murcia se presentaba primaveral y la novia no quería sentirse incómoda ni exagerada. Al revés. “Me vi más favorecida que nunca y me duró todo el día”.

Para el peinado se puso en manos conocidas, las de Patro, su peluquera de toda la vida. “Me peina desde mi bautizo, así que nadie conoce mejor mi estilo ni mi pelo”. Hicieron varias pruebas hasta dar con un moño bajo, sencillo, que no compitiera con el vestido.

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Su historia de amor

Luisa y Manuel se conocieron en el verano de 2020, en una de esas reuniones post-covid entre amigos que devolvieron el murmullo a las calles vacías tras levantar las restricciones. Vivíamos una época incierta en la que esta pareja, sin embargo, fraguó su única certeza: la seguridad de que querían juntos. El destino es caprichoso y aunque ambos habían crecido en la misma ciudad y compartido un mismo círculo social, nunca habían cruzado sus miradas hasta ese cumpleaños de una amiga en común, donde los presentaron y hablaron hasta que cayó la noche. “Y eso que fui con la intención de irme pronto”, asegura la novia. “Al día siguiente, fue el primero en felicitarme por mi santo. Se acordó porque su bisabuela se llamaba como yo. Desde ese día, ¡somos inseparables!”.

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Ella vivía en Madrid, él en su tierra natal, pero la distancia nunca supuso un problema. A los dos años comenzaron a plantearse la idea de dar un paso más en su relación y no fue hasta mudarse juntos cuando el sueño fue tomando forma. Tan solo un año después, Manuel le pidió matrimonio.

La boda tuvo lugar el 7 de diciembre de 2024 en la iglesia de San Miguel Arcángel de Murcia, un lugar lleno de historia familiar, pues allí se casaron los padres y la tía de Luisa. “Además, desde casa de mis padres se ve la entrada a la Iglesia, así que pude ver desde la habitación donde estaba arreglándome si el novio se daba a la fuga ¡o no!”, bromea.

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Una celebración por todo​​​​ lo ​​​​alto

Tras la ceremonia, se desplazaron a la Finca Buenavista, un lugar que ya formaba parte de sus recuerdos. “No buscamos más. En cuanto nos prometimos, fuimos a reservar fecha. Lo teníamos clarísimo. Ambos tenemos tíos jóvenes que se habían casado allí hacía no mucho y teníamos un recuerdo precioso”. El día amaneció primaveral en aquella mañana de diciembre, con una temperatura que les permitió disfrutar de sus espléndidos jardines sin necesidad de estufas. El trato y la cercanía con el equipo “fue espectacular”.

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La boda y la celebración estuvieron orquestadas por Valisse Eventos. “No sé qué habríamos hecho sin ellas”, reconoce la novia. Estas wedding planner se encargaron de todo: la decoración de la iglesia, el ramo, el protocolo para coordinar a 400 invitados... “Recuerdo abrir la puerta del almacén y ver una habitación entera llena de detalles de nuestra boda”. Todo lo transportaron hasta la finca para montar una escenografía que parecía sacada de un cuento, con un punto navideño y algún guiño tropical en la decoración floral.

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Desde el principio, Luisa tenía clarísimo que los manteles serían de toile de jouy en color verde, así que a partir de ahí empezó a construirse todo el universo estético de ese día. “Las invitaciones, los meseros, el seating plan… toda la papelería giraba en torno a ese estampado”, cuenta la novia, que confió este trabajo a su amiga Olga, de Vivo Comunicación.

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El salón del banquete se organizó en torno a las llamadas “mesas gusano”: una idea original de Valisse que permitía mantener unidos a grandes grupos sin dividirlos por mesas. “El salón giraba en torno a la mesa principal, con dos mesas gusano en los laterales. Los centros eran en cascada de hojas verdes, súper frondosos, ¡quedaron espectaculares!”. La combinación de manteles lisos y estampados, en tonos verdes y crudos, remataba este conjunto armonioso y muy personal.

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La fiesta, que tuvo lugar en una cabaña, no se quedó atrás: un candy bar repleto de frutas con chocolate, chuches y una tarta casera que hizo la finca; y otra mesa con un kit antiresaca y bailarinas para las que querían bailar un poco más. “Los carteles con los nombres de cada zona también los hizo Olga, de Vivo Comunicación”. Y sí, hubo tarta nupcial, pero no una cualquiera. “Era de hojaldre, merengue y frambuesas, deliciosa. Pero lo mejor fueron los muñequitos: Manu encargó hacer Funkos personalizados de nosotros vestidos de novios. Fue un detallazo”.

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Entre los invitados, el ambiente fue insuperable y si tuviera que quedarse con algo, lo tiene claro: “Lo más especial fue poder hacer realidad el sueño de casarme con mi marido y ver a todas las personas importantes de nuestras vidas, juntas y felices, en un día tan especial para nosotros”.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.

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