Los símbolos que esconde el vestido de Diana de Gales en el cartel de 'Spencer'

Kristen Stewart interpretará a la desaparecida princesa en la película que llegará a cines en noviembre de 2021

Por Mariana Torres

La expectación en torno a la figura de Diana de Gales se extiende con cada nuevo revés de la Familia Real británica y los casi incontables productos culturales dedicados a esbozar un retrato aproximado de la compleja personalidad de quien fuera la madre de los príncipes Guillermo y Harry. Hace apenas unas semanas, se nos revelaban nuevas imágenes de la quinta entrega de The Crown, en la cual Elizabeth Debicki será la encargada de encarnarla en el período de su divorcio del príncipe Carlos. Alrededor de esta línea temporal se sitúa también Spencer, la mediática biopic que verá la luz en noviembre de 2021, al menos en Estados Unidos, aunque se estrenará ante un público selecto en el próximo Festival de Venecia, que tendrá comienzo el 1 de septiembre. Veremos el desenlace del matrimonio real a lo largo de tres días decisivos, las hipotéticas fiestas navideñas de 1991

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Kristen Stewart se mete en la piel de 'Lady Di' para reproducir sus días más duros, plagados de soledad y desamor, una trama que ha despertado un interés sin precedentes que Pablo Larraín, su director, ha aprovechado para lanzar el tan esperado afiche oficial de la cinta, una imagen trágica con pistas sobre esa cara oculta de Diana de Gales. Desplomada en la oscuridad, la intérprete se muestra de espaldas con gesto de llanto, hundida en su tristeza, como se ha retratado a la princesa en más de una oportunidad. No tardó en surgir la pregunta del millón: ¿Cuál es ese vestido? En primera instancia, podría recordar a muchos de sus impresionantes vestidos blancos, como el fascinante modelo 'Elvis' o su propio traje nupcial, aunque en contadas ocasiones esta vistió un escote palabra de honor, mucho menos con faldón de globo, como el de la imagen. No obstante, sí se ameja curiosamente a uno de sus looks de gala. 

El misterio tras el vestido blanco de Spencer

Se trata de un diseño de corsé ceñido con escote corazón, amplia falda de tul y apliques de brillantes, firmado David y Elizabeth Emanuel, autores de su vestido de novia y nombres habituales en su guardarropa. El estilismo pertenece a la colección Diaghilev, inspirada en los ballets rusos y aunque no sea uno de sus más recordados, esta pieza fue subastada en diciembre de 2013 en la casa Kerry Taylor de Londres por un valor de 123.000 euros, superando de lejos los 80.000 euros que se había estimado. Una de sus peculiaridades es que Diana de Gales lo usó en dos ocasiones: para la apertura de Iván el Terrible en la Royal Opera House de Londres, en julio de 1986, y en el estreno de la película de James Bond 007: Alta Tensión, en junio de 1987. Siendo ambos eventos de alfombra roja, parece una decisión lógica encajar este look en un largometraje taquillero, pero lo más seguro es que haya otras razones de peso que conecten al sospechoso vestido que adorna el afiche con la conocida historia de Diana de Gales. 

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La primera clave se encuentra, sin embargo, más cerca de lo que parece, en la coronación de la reina Isabel II, que tuvo lugar en junio de 1953. El modisto que la vistió aquel día fue Norman Hartnell, por lo que su autobiografía, Silver and Gold, publicada tan solo dos años después, ofrece numerosas señales sobre las posibles referencias que construyeron esta nueva imagen de Diana de Gales a ojos del cineasta chileno. Era una tradición familiar que las herederas llevaran traje blanco con bordados dorados el día de su coronación, al igual que hizo la reina Victoria en 1838, cuando asumió el poder soltera y con tan solo 18 años. Por su parte, la joven Elizabeth, casada y con 27 años, insistió en añadir destellos de colores a su ostentoso vestido de coronación. A la vista están los emblemas de Escocia (el cardo), Irlanda (el trébol) y Gales (el narciso) en la parte superior de la falda de satén crudo y debajo, todas las flores de los países de la Commonwealth. En estos sellos nacionales está otra de las claves: la flor del narciso, que suplantó en el siglo XIX al humilde puerro como sello nacional de Gales con sus pétalos abiertos en potente color amarillo. Incluso los diseños de las damas de honor a cargo de llevar la enorme capa de la soberana comparten el patrón de bordados vegetales que sigue el vestido blanco confeccionado para el filme. 

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Un guiño a las mujeres poderosas de la Familia Real

El cartel de Spencer parece nutrirse tanto de aquel estilismo 'fantasía' de los años ochenta como del legado de la mismísima suegra de Diana, con el satén blanco y sus narcisos bordados, y todo lo que la corona conlleva. Es el uniforme de princesa (y futura reina) por excelencia. ¿Pero qué intenta contarnos? Anne Hollander, historiadora especialista en los vínculos entre la moda y el arte, reflexionó en su obra Sex and Suits: The Evolution of Modern Dress sobre la imagen de la doncella en vestido strapless, un arquetipo presente una y otra vez en la ficción. "El vestido sin tiras, inventado como una crisálida apretada que recubre las costillas y el busto sobre una falda amplia, deja los brazos, hombros y parte de los pechos completamente expuestos. La imagen de la parte superior casi desnuda y la parte inferior muy cubierta permanece en el mundo actual a través de una visión histórica y romántica de la mujer, que tiene licencia a prevalecer en un baile o una boda, en el escenario o en la pantalla", explica Hollander, atribuyendo un significado a esta representación clásica de la mujer: "Corresponde a un mito muy tenaz, el mismo que dio origen a la imagen de la sirena, el monstruo femenino dividido. Su voz y su rostro, sus senos y sus brazos son fascinantes, ofreciendo el amor tierno y sin reservas de las madres. Pero debajo, bajo la espuma de las olas abrumadoras de su falda, su interior oceánico está todo menos limpio".

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Si bien a partir de la década de los noventa Diana de Gales dejó de lado los pomposos vestidos de cuento de hadas que tanto le fascinaron al inicio de su matrimonio con el príncipe Carlos, la meticulosa elección del vestido blanco palabra de honor, puro y con detalles florales en línea con las grandes reinas de la Casa Tudor, acoge un importante simbolismo en relación con el relato que se busca contar: la princesa perfecta, una madre ejemplar amada por todos, sufre por dentro, desafiando las apariencias. Después de bucear en los archivos de sus firmas de preferencia, encontramos que es este el diseño que decora el cartel viral de la película, parte de la colección Primavera/Verano 1988 de Chanel, que intencionadamente coincide en el tiempo con aquel otro vestido blanco 'de cine' firmado por David y Elizabeth Emanuel. 

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La crítica está servida 

A medida que se revelan los looks icónicos de Diana de Gales que serán plasmados en la película, se intensifican los reproches al anacronismo de los mismos dentro de la trama, a pesar de que Pablo Larraín ha reiterado en varias entrevistas que los hechos no se ciñen de forma estricta a la realidad y que incluso se ha guiado por diferentes períodos de la biografía de Diana para crear a su personaje. "Decidimos meternos en una historia sobre la identidad, y sobre cómo una mujer decide, de alguna manera, no ser la reina. Es una mujer que, en el viaje de la película, se da cuenta de que quiere ser la mujer que era antes de conocer a Carlos", comentó el cineasta chileno a un medio estadounidense sobre su labor creativa para abordar aquel fin de semana trascendental en la vida de la madre de Guillermo y Harry.

La primera imagen de Spencer, compartida por sorpresa a principios de este año, nos desvela a una enigmática Kristen Stewart con un abrigo rojo, blusa pussybow de color negro y sombrero con redecilla a tono, réplica de un look que la Princesa de Gales sí lució en Navidad, aunque un par de años después de lo que indica la película. El 25 de diciembre de 1993, hecha pública su separación, la familia al completo acudió a una misa navideña en la iglesia de Sandringham, cerca de Norfolk, donde la prensa fue testigo de una pareja distanciada pero preocupada por el bienestar de sus dos pequeños. Larraín lo traslada a 1991, dos años antes, cuando esta decide comunicarle al príncipe Carlos que quiere divorciarse. A pesar de que muchos de los estilismos resultan fáciles de situar en fechas concretas, al ser casi una copia exacta de sus originales, se extraen de diferentes períodos para capturar las muchas caras de una legendaria mujer

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