Banatela y piñatela, Andrés Acosta nos desvela los detalles de su nuevo reto sostenible

Hablamos con el diseñador canario para conocer su nueva colección, un exquisito trabajo de costura confeccionado con cuero y seda veganos

Por Luis Javier Merino

Natural de las Islas Canarias, Andrés Acosta se ha convertido en un referente español de cómo conseguir cuidar el medio ambiente a través de la moda. Él ha conseguido hacernos soñar con creaciones de Alta Costura que llevan la sostenibilidad por bandera. Un compromiso que engrandece aún más su éxito, que le ha llevado a mostrar sus creaciones en citas tan relevantes como el Festival de Cine de Cannes o las campanadas de Nochevieja. Habitual en los prestigiosos Green Carpet Fashion Awards, el creador canario se enfrenta a un nuevo reto de moda bajo el nombre de KILIG, palabra que hace referencia al término tagalo que denomina la sensación de aleteo de mariposas en el estómago.

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-Los detalles de la nueva aventura de Andrés Acosta, un antes y un después en su carrera

Bautiza así una colección en colaboración con la compañía textil Eco-Fibers de Filipinas donde sus grandes novedades son el uso de la banatela y piñatela. O lo que es lo mismo, cuero y seda veganos y sostenibles que se obtienen de las fibras de la banana y la piña, respectivamente. De estas apuestas ‘eco’, así como de los secretos y la historia que acompañan a sus nuevas propuestas, ¡HOLA! conversa con Andrés Acosta, quien también nos acerca una visión más detallada de la situación sostenible que vive la moda y cómo aportar un granito de arena más de forma personal al compromiso con el medio ambiente.

 -La sostenibilidad es fundamental en tu universo creativo, pero ¿cómo surge tu conciencia con el medio ambiente a través de la moda?
Desde un comienzo el planteamiento de mi proyecto estuvo basado en el modelo tradicional de producción de la costura a medida y que es en sí mismo bastante sostenible, en el sentido de que confeccionamos únicamente bajo pedido lo que sabemos que se va a consumir. En el momento en el que te pones en marcha de manera inevitable, vas generando stock en el estudio, ya sea de muestrarios, pequeños excedentes de materiales… Y te das cuenta de que todo puede integrarse en nuevas piezas si dejamos a un lado ciertos condicionantes como las tendencias. Por otro lado, entran en juego los materiales ecológicos que cada vez más están disponibles en el mercado para nosotros, a medida que han ido quedando en evidencia los puntos oscuros de la cadena de suministro que nutre a nuestro sector. Aquí ya sientes responsabilidad y en muchos casos te sientes en el punto de mira por el simple hecho de trabajar en el sector textil.

Por ello, es importante mirar más allá, ver desde dónde vienen los materiales que consumimos, las condiciones de trabajo de las personas que trabajan en esas fábricas, el empleo de productos veganos y ecológicos alternativos a los productos animales… Todos estos son puntos que entran en juego a la hora de poner en marcha una nueva producción y despiertan poco a poco tu sensibilidad hacia la sostenibilidad. Entiendo que son muchos elementos que conciliar, pero, para mí, ahí está justo la clave del correcto desarrollo de la conciencia ecológica de cada creador. Se trata de encontrar una armonía perfecta que nos permita crear de una manera sostenible y respetable con el medio y las personas que nos rodean. En mi caso, entiendo que hay una predisposición natural, quizás por mis orígenes, por mi conexión con la naturaleza… pero esta conciencia pienso que se impone hoy como una verdadera necesidad en nuestra realidad, y aunque muchos la sigan como si de una tendencia más se tratara, entiendo que en este caso todo suma y es positivo que el movimiento sea cada vez más popular. 

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-¿Por qué focalizas tu mirada en esta ocasión hacia Filipinas?
He sentido siempre una gran fascinación por el Lejano Oriente y la ruta de la seda, que nos lleva de viaje hasta el otro lado del planeta a través de maravillosas e inspiradoras historias. En nuestro medio, todo queda desactualizado con el paso de cada segundo. Muchos piensan que la moda es en esencia algo del futuro. Sin embargo, me gusta mirar hacia atrás y revisar el trabajo artesanal que con ingenio y pasión se viene desarrollando a través de cientos de generaciones desde la antigüedad. Filipinas, y en este caso Eco-Fibers, es un claro ejemplo de cómo seguir utilizando la tradición para sacar el máximo partido a lo que la naturaleza nos ofrece para crear algo tan bello y único como la piñatela o banatela, que nos ofrecen una alternativa al cuero o a la seda con resultados espectaculares. 

-Hay un concepto clave en tu colección, la 'regeneración'. ¿Cómo se adapta a la historia que cuentas a través de KILIG?
Siempre bautizo mis colecciones y proyectos especiales con un nombre mágico que termine de perfilar la verdadera esencia de lo que quiero comunicar. KILIG, que proviene del tagalo, hace referencia a ese sentimiento de revoloteo de las mariposas en el estómago que uno experimenta al estar enamorado. Las mariposas siempre han formado parte de mi universo y pienso que son uno de los símbolos de renacimiento más potentes que existen. He tenido la oportunidad de trabajar de la mano de la fundación Eco-Age en los últimos años y uno de los conceptos que más fuerza están tomando en la escena internacional es el de 'regeneración', pues cuando hablamos de sostenibilidad no podemos limitarnos a hablar de ecología, veganismo, ética, conscious

De esta forma, la mariposa y su metamorfosis son perfectas para representar este cambio hacia la sostenibilidad que experimenta la sociedad en la actualidad de manera global, pues no sólo nos afecta a la industria textil. Por otro lado, también habla de la metamorfosis del amor y de ese proceso romántico que una pareja experimenta desde el revoloteo inicial hasta el enlace simbólico de ambos en una ceremonia. Por eso, la colección evoluciona de un vestido crisálida hasta un vestido de aura más nupcial. Por último, pienso que todos y cada uno de nosotros hemos experimentado en el último año un viaje intenso desde el interior de nuestra propia crisálida, y confío en que, poco a poco, nos acercamos cada vez más, mucho más fuertes y libres, hacia ese momento en el que nos sentimos por fin preparados para alzar el vuelo.

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-Te alías en esta ocasión con la compañía textil Eco-Fibers. ¿Cómo surge esta colaboración? ¿Qué te sedujo para maridar sus recursos con tu creatividad?
Llevábamos meses intentando crear un proyecto especial que nos permitiese trabajar con la banatela y la piñatela, pero creando algo elevado y sometiendo el producto a los altos estándares de producción de la costura con los que trabajo. Ha sido un verdadero reto para mí y para mi equipo ya que el comportamiento de las fibras naturales está lleno de peculiaridades que hemos tenido que ir resolviendo durante todo el proceso. Mi estilo se identifica con la noche, con tejidos opulentos repletos de bordados complejos y una confección 'segunda piel' que se funde con el cuerpo de cada mujer. Es por eso que quería que respiraran mi esencia y que al verlos mis seguidores los identificaran como algo mío; por supuesto nuevo y diferente, pero mío. Ese es el mejor regalo a mis oídos que puedo recibir. Al terminar las piezas y ver el resultado sobre la modelo, pensar que ese tejido ha sido confeccionado a partir del desecho de la producción de la banana y la piña te confieso que me pone los pelos de punta. Me parece realmente mágico y debería darnos pistas de las maravillas que los seres humanos somos capaces de crear, no siempre de la mano de la tecnología, sino solo con una mirada al pasado y poniendo en valor esos conceptos como la naturaleza, la artesanía, la tradición o la pasión… y que, a veces, nos cuesta tanto que se reconozcan. 

-¿Cuál crees que será la prenda que gustará más?
Mis vestidos mini siempre tienen la dosis justa de sensualidad y sofisticación que muchas de mis clientes necesitan. En esta ocasión, he introducido también piezas más versátiles como la minifalda y el top de banatela que se combinan con una blusa de piñatela y que aunque componen un look completo, también te dan mucho más juego para usarlas de manera independiente. El último look, el vestido de piñatela es perfecto como vestido para una novia, ya sea en su versión más arriesgada y transparente o en versiones menos atrevidas que se adaptarían a sus necesidades. 

-¿Qué tendencias principales vemos en estas novedades?
Al trabajar con una inspiración concreta y con las líneas de mi universo creativo pienso que al final la tendencia pasa siempre a un segundo plano. Pero, sin duda alguna, creo que lo novedoso es la utilización de este tipo de tejidos en piezas de costura, pues generalmente quedan relegados a otro tipo de confección. Confío que el resultado inspire y anime a otros creadores a dar oportunidad a estos materiales de ayer y que hoy pisan fuerte en medio de la revolución sostenible de la industria textil.

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-¿A quién te gustaría vestir con estas creaciones? Y, sobre todo, ¿a qué clientas va dirigida?
Pienso que he conseguido crear un sello reconocible que es el que al final determina que una mujer ponga los ojos o no en lo que creo. Eso es muy positivo por un lado, aunque muy arriesgado por otro. El plus de la sostenibilidad es sin duda un elemento que acerca a mi firma a mujeres y hombres que presentan una sensibilidad más desarrollada hacia la moda sostenible y que demandan también un diseño único y una producción exquisita. 

-¿Sin complementos no habría colección? ¿Cómo son los que has incluido en estas propuestas y cómo contribuyen a esa historia del nacimiento de una mariposa?
Te confieso que el bordado es una parte muy especial para mí y de la que disfruto personalmente durante el proceso de creación de cada vestido. Desarrollas un vínculo muy especial con cada pieza que bordas. Yo siento en muchos casos que estoy pintando sobre un lienzo. En este caso, he querido ceder todo el protagonismo a los tejidos. Me maravillaron sus texturas y pensar que se han conseguido de algo que de otro modo se hubiera destruido termina de dar fuerza a la propuesta. Por eso, y para mantener esa imagen orgánica que caracteriza mis diseños, he sustituido los bordados por el patchwork utilizando diferentes coloridos para crear los contrastes. Los complementos han sido también en cierto modo un renacimiento pues empecé a crear este tipo de piezas para mis amigas y familiares cuando tenía tan solo 10 años. Ahora esas piezas han evolucionado con mi visión y era la ocasión perfecta para mostrar esa faceta tan personal. Lo he hecho queriendo rendir tributo la estética tradicional filipina al utilizar perlas y capiz mezclados con cristales libres de plomo que crean desde unos pendientes, hasta la corona de aire nupcial inspirada en las piezas que muchas mujeres filipinas lucen en sus ceremonias.

-Incluyes en tu colección cuero y seda vegana, ¿crees que todavía sorprenden estos logros?
Para mí, realmente es sorprendente, pues en cierto modo sales de tu zona de confort. Pero quiero pensar en que estamos en pleno proceso de transición hacia un ideal desconocido y por lo tanto ofrecer alternativas cada vez más sostenibles es un gran primer gran paso y confío en que poco a poco esto que hoy es una tendencia se normalice.

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-¿Crees que la industria de la moda a nivel global ha tomado realmente conciencia de la sostenibilidad?
Lo está haciendo lamentablemente a la fuerza. Las nuevas generaciones se alzan cada vez más despiertas y receptivas hacia todo lo que tenga que ver con la conciencia ecológica, la igualdad de género y otras muchas realidades sociales. Creo que subestimamos a nuestros jóvenes y muchos me sorprenden con discursos potentes que deberían hacernos replantear si los cimientos de nuestras estructuras son realmente sólidos. La moda como bien dices es una industria, y toda industria sin consumidores se vendría abajo. Así es que si estos consumidores del futuro demandan sostenibilidad, la industria de la moda debe ponerse las pilas y responder a las necesidades y demandas de unos consumidores cada vez más exigentes. El daño que se ha generado hasta el momento es irreparable, pero pensemos en que la naturaleza tiene el poder de regenerarse por sí misma y eso es verdaderamente mágico. Por eso, creo que estamos en un momento clave para apostar con honestidad, transparencia y liderazgo por un cambio que ya está en marcha, pero que necesita del impulso por parte de todos y cada uno de los agentes que integramos la sociedad. Es un trabajo de las marcas y de todos los que intervienen en la cadena de producción de las mismas. Pero también lo es de los consumidores, los gobiernos, los activistas, los medios de comunicación… Todo suma en este movimiento. 

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-¿Qué crees que falta por conseguir para un mayor respeto por el ecosistema?
Voluntad real. Las marcas nos estamos movilizando y ello conlleva un gran esfuerzo que es importante que los consumidores valoren a la hora de tomar decisiones de compra. Todo queda en muchos casos reducido al factor pecio y otras falsas barreras que alejan a los públicos a la hora de tomar sus decisiones de compra. Por ejemplo, el greenwashing que muchos gigantes textiles practican pone en tela de juicio la labor de nuestro trabajo y por eso la transparencia por nuestra parte es fundamental, así como lo es la inquietud del consumidor. Mirar más allá. Simplemente preguntarte quién está detrás de esa chaqueta por la que estás pagando unos pocos euros. Son muchos los condicionantes que se han instaurado en el imaginario social y que, poco a poco, tenemos que ir derribando para poner en valor la verdadera esencia de la prenda y consumir de una manera más responsable. 

-Andrés Acosta: 'La sostenibilidad no es una elección, es un deber para la industria de la moda'

-¿Qué consejo darías a aquellas personas que quieran adoptar una filosofía ‘eco’ con sus elecciones de moda?
El primer paso es invitarle a cuestionar sus propios hábitos y a mirar más allá a la hora de elegir lo que consumen. Todos somos al fin y al cabo consumidores de moda, de alimentación, de tecnología… Y todo tiene puntos ciegos que, poco a poco, por suerte van quedando en evidencia. Para mí, lo más importante es no ser drástico, todos tenemos diferentes realidades, diferentes visiones de la vida, diferente poder adquisitivo… Todo ello afecta y condiciona nuestro consumo. Por eso, el ideal para mí sería lograr una armonía entre nuestros ideales y nuestros hábitos de consumo de manera que se respeten en la mayor medida de lo posible nuestro entorno, las personas y los animales. Pero no pensemos en que para ser sostenible tenemos que ser veganos. Hay muchos productos veganos alternativos al cuero que provienen del petróleo y resultan ser más contaminantes y tóxicos que los veganos. Sin embargo, existen otras opciones, como por ejemplo la banatela de Eco-Fibers, que además se realiza de los desechos de la producción del cultivo del plátano. Lo interesante es indagar y encontrar siempre la solución que mejor se adapte a tus necesidades de una manera equilibrada con los propósitos de la sostenibilidad. Es mucho más fácil de lo que muchos se imaginan y depende de pequeños actos de voluntad que en la suma colectiva realmente cuentan.