Carlota Casiraghi o cómo multiplicar el estilo de un 'slip dress' con las joyas más exclusivas

Esta es su fórmula real para acertar con un vestido lencero en un evento de gala

Por Amaia León

Decía Yves Saint Laurent que “nunca se puede subestimar la importancia de los accesorios porque son lo que convierte un vestido en algo más". Más de cuatro décadas después, una de las mujeres con más estilo demuestra que el diseñador estaba en lo cierto y que su consejo sigue hoy tan vigente como entonces. Carlota Casiraghi aplica este mandamiento reutilizando los zapatos que llevó, precisamente, a la inauguración de un museo que rinde homenaje al modisto francés, además de añadiendo unas exclusivas joyas de Montblanc, casa de la que es embajadora.

En Ginebra, durante en el Salón Internacional de la Alta Relojería, la segunda hija de Carolina de Mónaco acudía a la cena de gala organizada por Montblanc con un vestido de inspiración slip dress con escote en 'V', volante fruncido sobre la cadera y largo al tobillo. A priori, podría parecer que un diseño tan sencillo, sin mangas y con esa largura no se adecua a la etiqueta de un evento de gala. Sin embargo, tanto el colgante como la pulsera de Carlota elevan el estilo, y los stilettos terminan de rematar el look. Además, la elección de estos zapatos en particular podría responder a una clave de estilista que la reina Letizia también pone en práctica: los stilettos escotados, en punta y con tacón alargan visualmente las piernas, sumando unos centímetros que siempre son bienvenidos cuando se lleva una falda o un vestido midi.

No es la primera ocasión en la que Carlota Casiraghi utiliza unos stilettos asimétricos en negro. Durante la última Semana de la Moda de París, cita de la que es habitual, elegía ese estilo de zapato para la inauguración del Museo Yves Saint Laurent en la capital francesa. Entonces, Carlota los combinaba con un esmoquin -pieza emblema del diseñador-, una blusa con aplicaciones brillantes y una coleta pulida, en un look muy formal de inspiración masculina. Ahora, en Ginebra, el estilo es otro, más relajado y femenino, aunque igualmente sofisticado gracias al poder de esos zapatos.