Las princesas también heredan piezas del armario de sus abuelas, aunque en lugar de un bolso vintage o un pañuelo de seda, ellas rescatan vestidos de gala inspirados en La Primavera de Botticelli, bordados con más de 10.000 perlas, y collares de diamantes art déco que han sido regalos de los reyes. La princesa Beatriz de York se casó con un traje vintage que había pertenecido a Isabel II y Alejandra de Hannover, así como Carlota Casiraghi, han lucido piezas históricas de su abuela Grace Kelly. No se trata solo de moda, cada prenda y cada joya que estas nuevas generaciones recuperan guarda una historia familiar que se transmite como una herencia viva.
© Benjamin WheelerPrincesa Beatriz: el 'algo prestado' para su boda
En julio de 2020, en una ceremonia íntima en la capilla real de Windsor, la princesa Beatriz de York se dio el "sí, quiero" con Edoardo Mapelli y sorprendió con una decisión que mezcló lo sentimental y lo sostenible: llevar un vestido vintage de su abuela, la reina Isabel II. La pieza, obra de Norman Hartnell, está confeccionada en tafetán y rematada con satén francés. Su cuerpo presenta un patrón geométrico con aplicaciones de diamanté. Para la novia se añadieron mangas de organza y se realizaron ajustes por Angela Kelly y Stewart Parvin, lo que actualizó la silueta sin borrar su huella histórica.
© Getty ImagesReina Isabel II: el vestido de 'Lawrence de Arabia'
El vestido que eligió Beatrice tenía ya una biografía propia. Isabel II vistió la misma prenda en la premiere de Lawrence de Arabia en 1962, en el Odeon de Leicester Square, uno de los eventos más recordados de su juventud. Era una versión más larga y sin mangas. Hartnell —diseñador clave de la corte británica— firmó numerosas piezas para la Casa Real, incluido su vestido de novia de 1947, inspirado en La Primavera de Botticelli y bordado con más de 10.000 perlas, así como de su túnica de coronación de 1953. La prenda incorpora los recursos técnicos y ornamentales típicos del diseñador —tafetán de seda de alta calidad, bordados y aplicaciones— y la adaptación para Beatrice respetó esa tradición al tiempo que la puso al servicio de una novia contemporánea.
© GettyPrincesa Alejandra de Hannover: un traje marrón heredado
En la Fête du Prince de Mónaco de 2024, la princesa Alejandra recuperó un traje de seda marrón que perteneció a su abuela, Grace Kelly. Firmado por Dior en la era de Marc Bohan, director creativo de Dior entre 1961 y 1989 y uno de los modistos más influyentes del siglo XX. También vistió a Elizabeth Taylor, Sophia Loren y Jackie Kennedy —esta última llegó a replicar sus modelos con el diseñador estadounidense Oleg Cassini para no favorecer firmas francesas—. El conjunto remite a la Bar de la maison: chaqueta de escote redondeado y cintura entallada, falda por debajo de la rodilla y un corte que ha envejecido con pulcritud. La prenda fue ya retomada por la madre de Alejandra, la princesa Carolina de Mónaco, en 1993, para la misma celebración. Cualquier pieza ligada a Grace se ha convertido en objeto de culto y subasta.
© GettyGrace Kelly: sus prendas como objetos de culto
Los expertos en moda vintage, como Hanushka Toni (Sellier) o Antonia Johnstone (Sign of the Times), consideran este traje una pieza de valor histórico incalculable: “Dior en esa época era extremadamente selectivo en la confección de prendas para la realeza, lo que hace que el traje sea una rareza”, señalan. Además, la conservación de los modelos de Grace Kelly —considerada un icono absoluto de la elegancia del siglo XX— añade un valor simbólico y patrimonial. De hecho, un vestido Givenchy de su archivo se subastó por 325.000 dólares, muy por encima de su estimación inicial.
© GettyPrincesa Amalia de Holanda: el vestido verde con plumas de marabú
Ayer, 27 de octubre, en la celebración del 750º aniversario de Ámsterdam en el Museumplein, la princesa Amalia de los Países Bajos recuperó un vestido verde con motivo "ojo de pavo real" que perteneció a su abuela, la reina Beatriz, y que también lució la reina Máxima. El vestido destaca por su bordado de abalorios, cuello cerrado, manga larga y una falda adornada con plumas de marabú.
© GettyBeatriz y Máxima: prendas que viajan entre generaciones
Diseñado por Theresia Vreugdenhil, el vestido perteneció originalmente a la reina Beatriz, quien lo estrenó durante una visita de Estado a Bélgica en 1981, y más tarde lo llevó la reina Máxima en el Concierto de la Liberación del 5 de mayo de 2014. El diseño destaca por su artesanía y su inconfundible tono esmeralda.
© Felix Dol Maillot / Cortesía del Palacio del Príncipe de MónacoCarlota Casiraghi: el collar heredado en su boda civil
En su boda civil con Dimitri Rassam en 2019, Charlotte Casiraghi eligió, además de un vestido de Chanel, un collar de Cartier de tres hiladas que perteneció a su abuela, Grace Kelly. La pieza, montada en platino de inspiración art-déco, tiene un valor inmenso. Exhibido en 1960 por la propia Grace y prestado por el palacio a exposiciones como la del Museo Thyssen en 2012, funcionó en la boda de Carlota como un"algo prestado" tan íntimo como simbólico.
© GettyGrace Kelly: la joya como memoria pública
Es una de las joyas más emblemáticas de la familia Grimaldi: el collar de tres hileras de diamantes de Cartier que Raniero III regaló a Grace en 1956 como obsequio de boda. La pieza, de unos 64 quilates de diamantes redondos y talla esmeralda, está montada en platino y responde al estilo festoon característico de Cartier durante la década de 1950. Grace lo lució en 1960 en una recepción en Mónaco, acompañado de un recogido pulido, y más tarde fue una de las piezas estrella de la exposición The Art of Cartier del Museo Thyssen de Madrid en 2012, a la que la propia Carlota asistió.
© GettyPrincesa Charlotte: el broche de su tatarabuela
En un gesto cargado de significado, la princesa Charlotte, con tan solo siete años, lució por primera vez un broche en forma de herradura en septiembre de 2022, en el funeral de su bisabuela, la reina Isabel II. El diamante en forma de herradura había pertenecido originalmente a la Reina Madre. Charlotte comparte la misma pasión ecuestre que caracterizó a su bisabuela y a su tatarabuela, como reconoció la amazona paralímpica Natasha Baker, quien en 2018 relató cómo la princesa ya disfrutaba de montar a caballo desde pequeña. En su solapa, el broche no solo rindió homenaje a Isabel II, sino también a la Reina Madre, sellando un vínculo de cinco generaciones de mujeres.
© GettyLa Reina Madre: la pasión heredada por los caballos
La pieza perteneció originalmente a la Reina Madre, que fue retratada con ella en 1929. Décadas después pasó a manos de Isabel II, quien mantuvo siempre una profunda afición por los caballos —recibió su primera clase de equitación a los tres años y siguió montando hasta pasados los noventa—. La monarca quiso obsequiarla a su bisnieta poco antes de su fallecimiento, convirtiéndola en un legado cargado de afecto.




