Es el fin de una era. El broche de oro a una historia que nos lleva acompañando más de una década, primero en la pequeña pantalla durante 6 temporadas y, después, dando el salto a las salas de cine con tres largometrajes. Downton Abbey, la historia de la familia Crawley, con todos sus entresijos, amoríos, tragedias y vaivenes de la vida, ha sido una deliciosa dosis de "amor y lujo" ambientada en la alta sociedad inglesa del siglo XX, de la que hemos disfrutado cada sorbo y fotograma. Una serie que muestra con nostalgia, delicadeza y muchísimo detalle los últimos retazos de la aristocracia británica, enfrentándose a un mundo en plena transformación y reinvención. Y hoy llega a su fin: este viernes 10 de octubre se estrena su última entrega, la película Downton Abbey: El gran final.
Además de una banda sonora inconfundible y un extenso repaso por todos los grandes acontecimientos del siglo pasado, desde el hundimiento del Titanic con el que arranca el primer episodio, la producción pasará a la historia por su cuidadísima estética y un vestuario espectacular. Gracias a estos nos ha trasladado a unos años icónicos donde la moda también evolucionaba y se transformaba conforme lo hacía la sociedad. Una época donde la mujer no paró de experimentar, de atreverse y de romper códigos -cómo olvidar aquella escena donde la menor de las hermanas, Sybil apareció en el salón de té con unos bombachos azules, dejando a todos estupefactos-.
La serie, además de tramas que nos enganchan y personajes con los que conectamos desde el minuto uno, nos fascina con una belleza visual que engloba cada fotograma y cada detalle. La moda aquí no es un mero acompañamiento, sino una herramienta más para ambientarnos en la época, la clase social, y para presentar a los personajes. Y nos atrapa, como sucede con muchas series y películas de época. Películas como Orgullo y Prejuicio, Expiación, Anna Karenina o El Gran Gatsby, que se nos presentan como ‘puerta de escape’ a una realidad diferente de la que vivimos, y donde la moda juega un papel vital.
Como homenaje desde nuestra cabecera, coincidiendo con el último gran episodio de Dowton Abbey que hoy llega a los cines, queremos indagar más en este fenómeno de por qué nos fascina tanto la moda de las series y películas de época, de la mano de dos expertas.
“Creo que nos atraen porque representan un tiempo en el que vestirse era un acto consciente. Todo tenía un sentido: el tejido, el botón, el gesto”, reflexiona la estilista Mónica Gallardo. La experta explica que antes, el mundo no tenía la prisa constante con la que vivimos ahora, y que “las series de época nos devuelven esa pausa y belleza de lo hecho a mano, de la costura con alma. Es como mirar una memoria colectiva de lo que fuimos y, de algún modo, de lo que seguimos buscando: vestirnos con intención”.
A esto, la psicóloga Ángela Parra ofrece su punto de vista profesional, explicando que estas series de época actúan como “un puente de conexión afectiva: despiertan la necesidad inconsciente de rastrear el origen de lo que hoy somos. A través de vestuarios, rituales y gestos, vemos cómo se tejieron los códigos sociales y emocionales que aún nos habitan”. Además, la experta añade que estas series y películas ambientadas en épocas pasadas activan lo que se llama “memoria narrativa: la capacidad de construir identidad a través de historias que integran emoción y razón”.
En estas series de época, la moda juega un papel muy importante porque, según nos explica la psicóloga, “cada prenda es un gesto simbólico, de jerarquías, de expectativas que moldeaban la identidad. Desde la psicología del vestuario, el adorno es una extensión del yo social”, a lo que añade que “en estas ficciones, la ropa no solo embellece sino que reconstruye imaginarios, y desciframos cómo la moda ordenó el mundo, marcó fronteras, y definió quién merecía ser visto”.
En el caso de Downton Abbey, la estilista Mónica Gallardo explica que “El vestuario cuenta historias sin necesidad de palabras, evoluciona con los personajes y con el paso del tiempo. Hay un gusto exquisito por el detalle, y una elegancia que no fuerza nada. Es una serie que habla de contención, refinamiento y de esa feminidad serena que sigue inspirando”. Y en eso reside el éxito de la saga, que ha llegado a influir estéticamente en las tendencias actuales, como podemos observar en aquellas corrientes que reivindican la feminidad más etérea, como “los encajes, las camisas con lazos, los tonos empolvados, las mangas abullonadas”, apunta Mónica, “es un romanticismo renovado, más libre, pero con la misma delicadeza”.
Parte de su éxito también reside en ser una historia que nos ofrece escapar de la inmediatez, del ruido y de la hiperestimulación en la que vivimos actualmente. La psicóloga Ángela Parra lo explica muy bien: “funciona como una fantasía reparadora frente a este mundo que premia la velocidad y la productividad constante”. “Aunque retrata una clase social distante, nos permite explorar deseos universales: el anhelo del reconocimiento, la búsqueda de la estabilidad o la necesidad de continuidad, todo desde un escenario estéticamente idealizado. No solo observamos una forma de vida sofisticada, sino que, a través de ella, fantaseamos con un modo distinto de habitar el tiempo”.