En cuestión de días, la reina Matilde de Bélgica ha pasado de Nueva York a Viena sin perder un ápice de coherencia en su imagen. Tras su presencia en la Asamblea General de la ONU, donde compartió escenario con otras royals europeas como Máxima de Holanda y la princesa Amalia, la soberana belga ha continuado con una agenda marcada por la diplomacia y la cultura. Su parada en la capital austríaca ha dejado un detalle digno de análisis: el tocado que ha lucido en la inauguración de la exposición dedicada a la pintora barroca Michaelina Wautier.
La jornada vienesa de la reina ha sido doblemente significativa. Primero, porque ha acudido a la sede de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en su papel de Defensora de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, reforzando así su imagen de reina comprometida con los grandes desafíos sociales de nuestro tiempo. Después, porque al participar en la apertura de la exposición en el Kunsthistorisches Museum, lo ha hecho en clave cultural, rindiendo homenaje a una artista belga del siglo XVII que la historia había relegado injustamente. Dos escenarios distintos, uno político y otro artístico. Ha lucido un conjunto de dos piezas en color amarillo mantequilla de Maison Natan, el bolso Emmanuel de Voort Studio y los pendientes My Rosetta de Carolina Herrera.
Y en este contexto ha entrado en escena el tocado. Lejos de ser un simple accesorio, se trata de una pieza nueva, bautizada como Tizani y firmada por Maison Fabienne Delvigne, sombrerera oficial de la corte belga desde 2001. Elaborado con el mismo tejido en tono amarillo mantequilla de su conjunto, el diseño voluminoso y bombé marca una silueta que conecta con una de las tendencias más visibles de la temporada. Su armonía con el resto del look revela un trabajo de artesanía pensado para construir una unidad visual impecable.
Fabienne Delvigne ha sido la creadora detrás de algunos de los momentos estilísticos más recordados de Matilde, consolidando un tándem que transmite seguridad institucional y creatividad controlada. Que la reina opte por un diseño a medida en Viena no solo refuerza su vínculo con la moda belga —un detalle de diplomacia cultural—, sino que también sirve como prólogo de otro momento histórico: el juramento de su hijo, el príncipe Gabriel, para el que se ha preparado una creación inédita de la misma firma.
Lo que podría parecer un detalle accesorio se convierte en parte del relato de la monarquía belga en 2025. Matilde refuerza su papel con una estrategia visual depurada: coherencia en el vestuario, apoyo a la artesanía nacional y adaptación a las tendencias globales.