Si hay algo que distingue a una semana de la moda hoy, no es solo el desfile, sino quién se sienta en primera fila. Si bien antes el front row parecía reservado a diseñadores y críticos de moda, desde hace años los asientos han ido evolucionando en cuanto a posiciones, y a día de hoy resulta habitual ver cómo prestigiosos editores de moda comparten fila con influencers, actrices, cantantes e incluso figuras tan inesperadas como los miembros de la realeza.
Carlota Casiraghi es una embajadora fiel de Chanel, Olympia de Grecia ha desfilado para firmas como Aquazzura, y otras, como Amelia y Eliza Spencer, Victoria Federica de Marichalar, o Sassa de Osma deslumbran en los photocalls organizados antes de los desfiles. Y las sorpresas continúan, pues la firma turca Barrus ya ha anunciado que contará también con Amelia Windsor en su próximo desfile, remarcando la idea de que estas figuras públicas son, sin lugar a duda, un buen canal para promocionar sus prendas. El fenómeno no es nuevo, pues la propia Lady Di fue una de las invitadas más notorias de la Semana de la Moda de Londres desde mediados de los 80, evento al que acudió de manera intermitente para presenciar desfiles de firmas como Bellville Sassoon.
Después de que la princesa Diana acudiera a esta cita londinense, algunas miembros de la realeza hicieron lo mismo, pero sus apariciones fueron tímidas y no tuvieron la repercusión que ella logró en su día. Sin embargo, desde que Internet naciera y, sobre todo, desde que las redes sociales actúan como plataformas de difusión de contenido, han sido muchas las firmas que han invitado a royals (sobre todo a las millennials y Generación Z) que inspiran por su estilo. El fenómeno se ha normalizado hasta el punto de que apenas sorprende verlas en primera fila.
El 'front row' como escenario estratégico
La presencia de la realeza en las fashion weeks no es solo un gesto de cortesía, sino una estrategia de marketing muy inteligente por parte de las firmas. Cuando un miembro de la realeza asiste a un desfile o se convierte en embajador de una marca, esta obtiene una publicidad que va mucho más allá de lo tradicional. La legitimidad y el estatus asociados a la realeza se transfieren, de algún modo, a la marca, elevando su percepción de lujo y exclusividad.
El alcance global que tiene la imagen de una royal en estos eventos es sinónimo de éxito. Sus fotografías se difunden por todo el mundo a través de las redes sociales y los medios, generando una visibilidad masiva para la marca. Esto es mucho más potente que cualquier campaña publicitaria tradicional, ya que no se percibe como un anuncio, sino como un respaldo genuino.
Por otro lado, esta colaboración también beneficia a estas figuras. Les permite suavizar esa imagen de figuras rígidas y distantes que existía en torno a sus títulos, humanizándolas y mostrándolas como referentes de estilo modernos. Al asociarse con marcas de lujo y vanguardia, se posicionan como figuras influyentes en la cultura contemporánea, conectando con nuevas generaciones y diversificando su papel público más allá del protocolo. Así lo señala la estilista y diseñadora Lorenza Gentile (lorenzagentile.com): "La realeza tiene un impacto muy fuerte en la moda porque representa un punto de equilibrio entre tradición y modernidad. En muchos casos deben seguir un protocolo —más o menos estricto según el país— y esto condiciona sus elecciones”.
La moda, símbolo de poder
Pero hay que recordar que moda y poder siempre han ido de la mano. Como apunta la experta, "la ropa es un lenguaje que transmite mensajes políticos, sociales y emocionales”. Basta con recordar uno de los hitos más reiterados para darse cuenta de que no le falta razón: “un ejemplo icónico es el vestido de la venganza de Diana,que no solo marcó un momento en la historia de la moda, sino que se convirtió en un símbolo de independencia y empoderamiento. Precisamente por eso, cuando un miembro de la realeza decide salirse de lo esperado, el impacto es enorme y sus elecciones se convierten en referencias universales de estilo e inspiración”.
En estos términos, la evolución de las primeras filas responde a esa búsqueda de las firmas por lograr una “dimensión diferente y conectar la moda con valores de continuidad, legitimidad y sofisticación que representa la realeza”, como explica Gentile. “Sus elecciones, incluso cuando están condicionadas por ciertos protocolos, se observan con especial atención y contribuyen a generar narrativas que van más allá de la estética. Por eso, su presencia en primera fila convierte la moda en un acto de comunicación cultural y, en cierto modo, también de poder”.
Los invitados a los 'front rows' evolucionan a la par que la moda
En esa narrativa, sucede algo parecido con la evolución de sus armarios. Si bien los vestidos voluminosos y las prendas románticas y ultra femeninas dominaban antes su vestuario, ahora también ceden paso a otras con gran carga simbólica, como los trajes. "Se han convertido en una pieza clave porque representan al mismo tiempo poder, elegancia y modernidad. Originalmente eran una prenda masculina, ligada al mundo del trabajo y a la autoridad. Coco Chanel fue fundamental en su transformación: supo reinterpretar el traje masculino, adaptándolo a la silueta femenina y dotándolo de comodidad y estilo. Gracias a ella, el traje dejó de ser solo ropa de hombres y se convirtió en un símbolo de independencia, sofisticación y empoderamiento para las mujeres”, comenta Gentile. Además, añade: “su versatilidad permite diferentes lecturas: sobrio y clásico o moderno y audaz según el corte, color y accesorios. Cada vez que vemos a una reina, princesa o primera dama con un traje, no solo estamos viendo un look elegante, sino también estamos viendo una declaración de poder y presencia”.
Realeza y moda: una alianza vigente
En un mundo donde la industria del textil se mueve entre la velocidad de las tendencias y la búsqueda de significados profundos, la realeza sigue ocupando un lugar privilegiado. Ya no son solo guardianes de la tradición: son intérpretes de un equilibrio entre herencia, sofisticación y modernidad. Invitarlos a las fashion weeks no es una simple cuestión de protocolo, sino que es es reconocer que su estilo trasciende fronteras, inspira tendencias y genera oportunidades estratégicas para la industria de la moda.