Si le preguntas a una experta en moda qué bolso añadiría a su colección si pudiera -y si el factor económico no fuera un impedimento-, estoy convencida de que una gran parte nombraría el Birkin de Hermès, no solo por una cuestión estética o práctica, sino por lo que significa. A día de hoy, está considerado uno de los modelos más exclusivos del mundo y resulta difícil de conseguir incluso para las figuras más influyentes. ¿Quién no recuerda el capítulo de Sexo en Nueva York en el que Samantha intentaba hacerse con uno alegando que era para Lucy Liu? En aquella época, el precio que el personaje de Kim Catrall pagaba eran 4.000 dólares, pero, a día de hoy, el precio mínimo de una versión básica es del doble, y las ediciones especiales, como la que ha lucido recientemente Kylie Jenner, pueden alcanzar incluso los 400.000 euros. No debería resultar sorprendente, por lo tanto, que haya sido precisamente un Birkin el que se haya coronado como el bolso más caro del planeta. O, mejor dicho, EL Birkin.
Ahora, décadas más tarde, aquel mismo bolso -gastado, vivido y con historia- se ha subastado en París por 7 millones de euros (8,6 si le sumamos comisiones e impuestos). Es el bolso más caro jamás vendido, pero también el más auténtico. No nació en una campaña de marketing, sino de una conversación entre dos personas que compartían un vuelo y una preocupación muy práctica. La pregunta es obligatoria, pues pocas personas pueden permitirse esa cifra: ¿quién ha sido el comprador?
Sabemos que, entre los interesados, estaban el cantate Drake y Kim Kardashian. Lo cierto es que no nos extraña en absoluto que la empresaria quisiera añadir esta histórica pieza a su colección, puesto que sabemos que es una enamorada de los diseños vintage, recordemos que se puso un vestido original de Marylin Monroe en la Gala MET y que adquirió, también en una subasta, una de las joyas más famosas de Diana de Gales. Sin embargo, esta vez no ha podido ser, puesto que el ganador de esta puja que ha provocado incluso cola en la sede de la casa de subastas ha sido un japonés anónimo que se encontraba al teléfono.
La sede de las subastas históricas
Como ocurre con la gran mayoría de diseños históricos de este tipo, la venta se ha realizado a través de Sotheby’s, una casa de subastas con sede en Londres y casi tres siglos de historia. A lo largo de los años, se ha convertido en una referencia del mercado del arte y el coleccionismo. Aunque comenzó centrada en libros, hoy es uno de los nombres clave del mercado del arte, muebles, bolsos o joyas.
Como ha ocurrido en esta ocasión, muchas de sus ventas se siguen como si fueran eventos culturales debido a la historia que hay tras sus piezas. Algunas de las obras más caras del mundo han pasado por sus salas, pero también objetos más recientes, como zapatillas deportivas o bolsos de lujo, que hoy ocupan el mismo espacio que un Picasso o un Rembrandt.
Aunque pueda parecer que le acompañara toda su vida, en realidad la artista llevó el bolso cerca de una década, ya que, en octubre de 1994, decidió ponerlo a subasta para apoyar la lucha contra el sida, y lo compró un particular que, a su vez, lo vendió en 2000. En aquella ocasión lo adquirió la coleccionista Catherine Bernier, y lo mantuvo en su colección privada. Durante ese periodo, el bolso también fue exhibido en importantes museos como el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 2018 y el Victoria & Albert de Londres en 2020, lo que ayudó a consolidar su fama como una pieza de gran valor histórico y artístico. Ahora, 25 años después, ha sido ella quien ha querido venderlo, y se ha estado preparando la subasta desde el pasado otoño.