Hay algo paradójico en ver a una generación tan digital, tan inmediata y tan conectada como la Z, aferrarse a las referencias de un pasado que nunca vivió. Y, sin embargo, sucede. La nostalgia ha dejado de ser un ejercicio melancólico para convertirse en un manifiesto cultural. En las calles y en pasarelas, en TikTok o en los videoclips de los artistas, los ecos de los años 90 y principios de los 2000 se han instalado con fuerza.
En el terreno del street style, la tendencia más llamativa -y quizás más reveladora- es la invasión de elementos propios de la infancia y adolescencia: colgantes de colores decorando las correas y las cremalleras de los bolsos como si fueran llaveros, camisetas con dibujos que recuerdan a las tardes viendo Cartoon Network, horquillas visibles en formas estrambóticas como las de mariposa, coleteros chillones y bolsos de cuentas que bien podrían haber salido de una manualidad del colegio. Pero aún hay más, pues esta corriente de estilo se conjuga, como un puzzle, con otras actuales, formando un mix que define la moda actual, adaptada a los tiempos.
El fenómeno parece ir mucho más allá de la estética. Este homenaje al pasado también es una forma de resistencia emocional, pues, en un contexto hipermoderno marcado por la incertidumbre, la ansiedad y el exceso de estímulos, lo que nos recuerda a temporadas más genuinas ofrece una especie de refugio. Hay algo tranquilizador en rodearse de objetos que evocan una época en la que todo parecía más sencillo.
'Y2K' y 'Y3K': el futuro desde el pasado
La estética Y2K (Year 2000) se ha convertido en una de las principales fuentes de inspiración para la Generación Z. Ese universo hecho de pantalones de tiro bajo, gafas de sol plateadas, brillo de labios con purpurina, perfilador con labial marrón más claro, y móviles con tapa -que hace no tanto tiempo parecía condenado al olvido-, ahora renace con fuerza. Pero no es una copia exacta: es un remix visual con capas de ironía, reinterpretación y, sobre todo, mucha identidad digital. En un momento donde llamar la atención en redes sociales es una manera de cautivar al mundo, en el que los "me gustas" importan, ser original parece clave.
Marcas como Miu Miu, Blumarine, Kenzo, Diesel, Coperni (¡sus tamagochis!) o Heaven by Marc Jacobs han sabido leer este anhelo y lo han traducido en colecciones que parecen sacadas de una carpeta decorada adolescente. A su vez, íconos de estilo, y celebrities como Bella Hadid u Olivia Rodrigo, se han convertido en portavoces involuntarias de esta corriente que mezcla lo adolescente y lo noventero.
Si muchos creían que este regreso al pasado podía estar finalizando, lo cierto es que, aunque la estética Y2K ya cansa a muchos, la entrada masiva de la ropa de carácter bohemio a tiendas también indica una reminiscencia a los años hippies. Firmas como Chloé han vuelto a instalarla con ímpetu en pasarelas y en looks de las referentes de estilo del momento, pero además, tiendas de moda asumibles ya han popularizado también las blusas románticas, los pantalones campana, o las cuñas de madera respondiendo al éxito de los desfiles.
Aún hay más. Decir que la moda no está sola en este viaje al pasado es evidente. Teniendo en cuenta que este sector siempre ha estado vinculado a otros, no sorprende saber que mientras recupera estas tendencias de antaño, otras industrias hacen lo propio potenciando aún más este eco. El cine vuelve a rodarse en película de 16mm, los filtros con estética VHS se apoderan de las stories de Instagram y los álbumes nuevos suenan como si fueran demos caseras sacadas de un cassette.
En TikTok proliferan los vídeos de películas noventeras, con subtítulos en fuente Arial y fondos desenfocados que imitan el efecto de una cámara de mano. Todo, factores que parecen indicar que la generación Z no quiere simplemente revivir el pasado: quiere rehacerlo a su manera. Se apropia de códigos que nunca fueron suyos para resignificarlos. La nostalgia se convierte así en una herramienta creativa, en una forma de construir identidad en un presente que se siente, muchas veces, demasiado líquido y acelerado.
¿Moda pasajera o nueva era estética?
Aunque algunos la tilden de moda efímera, lo cierto es que esta ola nostálgica lleva ya varias temporadas dominando el panorama. Y no muestra señales de agotamiento. Quizás porque, más allá de las referencias visuales, hay un trasfondo emocional potente: el deseo de reconectar con una idea de autenticidad, de comunidad y de tiempo lento que parece haberse perdido. Se ve claro en las calles, pero Pinterest también confirmó esta tendencia en 2024, cuando visibilizó los datos recogidos de las búsquedas se sus plataformas, confirmando que las imágenes relativas a temas "nostálgicos" no hacían más que aumentar sus cifras.
Queda claro que la Generación Z ha hecho de la nostalgia su statement más poderoso. No como un regreso literal a otros años, sino como una forma de encontrar belleza -y sentido- en medio del caos contemporáneo. Porque, a veces, para avanzar hay que mirar atrás. Y hacerlo con estilo, por supuesto.