Salud

Atención: vuelve con fuerza la plaga de la procesionaria del pino

La primavera suele adelantarse con motivo del cambio climático, y eso hace que la temporada de este lepidóptero, de nombre científico 'Thaumetopoea pityocampa', comience antes y con más fuerza, lo que implica un grave peligro para nuestros perros.

Por David Navarro

Mientras que a los seres humanos estar en contacto físico con las con este lepidóptero, de nombre científico 'Thaumetopoea pityocampa', nos provoca irritación de garganta, nariz y oídos, este problema en nosotros es mucho menos grave que en perros, pues ellos utilizan para desenvolverse con el medio su nariz y lengua. El efecto de olfatear a corta distancia a una oruga o incluso de lamerla puede ser fatal en el caso de los canes. Por ese motivo cuando cambia la temperatura y llegan las primeras jornadas de calor podemos empezar a ver como las orugas comienzan a hacerse presentes allá donde haya pinos. Lo cual, suele ocurrir de forma aún más intensa si en los meses anteriores ha llovido poco.

Parece increíble que la larva de la mariposa sea tan peligrosa, pero ciertamente se trata de un insecto que puede provocar en los niños rinitis, dermatitis, lesiones oculares e incluso asfixia como consecuencia de una reacción alérgica, y estos síntomas y problemas de salud se acrecientan enormemente en el caso de los perros, convirtiéndose en letales. 

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¿Pero por qué resultan tan peligrosas? 

Este efecto tan adverso contra la salud es un mecanismo natural de las orugas para defenderse, concretamente está diseñado contra los pájaros. Una oruga sería un manjar para cualquier ave que la divisara, pues a simple vista podrían ser muy apetecibles: son insectos carnosos y de caminar lento, la víctima perfecta para cualquier gorrión o paloma que pueblan los parques.

Sin embargo, ya en su coloración están advirtiendo a quien les mire de su posible toxicidad. Las que vemos en España, denominadas coloquialmente como ‘procesionarias’, son generalmente oscuras con una capa superior marrón anaranjado, pero existen otros tipos de orugas de color verde o amarillo que denotan más toxicidad. Las llamamos comunmente ‘procesionarias’ y este nombre se debe a que sus recorridos se basan en un peregrinaje desde y hacia los pinos, y lo hacen en perfecta fila india, como si estuvieran siguiendo una procesión de Semana Santa. ¿Por qué se mueven así? El objetivo es pasar desapercibidas para los pájaros, al caminar en formación su presencia se disimula mejor con el suelo, pudiendo parecer un pliege del terreno, un palo, o un reptil de largas dimensiones. Un pájaro no osará a tratar de elevar en el vuelo a un animal de un metro, resultaría imposible para él, por lo que ni lo tienen en cuenta.

Sin embargo, pese a su veta de color anaranjada que anuncia el peligro, su veneno no está en su piel o en su interior, sino en los pelitos superficiales que podemos apreciar, que pueden tener hasta quinientas de estas púas o pelos, denominados ‘tricomas’ pero que en argot profesional también se denominan ‘flechas’. El mero contacto de la piel o mucosas con éstas produce urticaria, por lo que ingerirlas provocaría la muerte.

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El cambio climático está potenciando su proliferación

Desde siempre las orugas procesionarias han sido un serio peligro para niños y perros, sin embargo, en los últimos años su presencia se ha intensificado y aparecen antes y en mayor número. Esto se debe a los efectos adversos del cambio climático, un adelanto de la época primaveral en el calendario y jornadas de calor más intenso son el caldo de cultivo que hace que nuestros parques y jardines se vean asediados por estos insectos que buscan abandonar sus nidos, alimentarse y ascender hacia los pinos para formar capullos.

Resulta ciertamente complicado tener un retrato fiel del terreno cuando soltamos a nuestro perro para correr y jugar en un parque o jardín autorizado. Sería necesario que en esta época del año intensifiquemos nuestra atención a la hora de identificar si entre los árboles cercanos existen pinos, pues son casi en exclusiva los árboles donde anidan estos insectos, aunque lamentablemente en España son enormemente comunes en casi cualquier contexto. Por suerte las orugas generalmente no suelen caminar solas, y el hecho de que lo hagan en fila nos puede ayudar a echar un buen vistazo alrededor y revisar si existe este peligro.

Síntomas y consecuencias para los perros

Un perro que haya tenido contacto con orugas presentará indudablemente una inflamación del hocico y probablemente en otras zonas de su cabeza, pues al olisquear ponen esta parte de su cuerpo muy cerca del suelo, precisamente la que más mucosas tiene, y por tanto mayor peligro para su salud. El organismo del can, cuando detecta que hay una reacción alérgica producida por un tricoma, lo que hace es intentar sanarse y liberarse de aquella sustancia tóxica, por lo que saliva más, esto es un posible síntoma al que podremos atender cuando la hinchazón no sea evidente. Por otro lado, el perro presenta evidentes signos de que algo no va bien, pues siente picores muy intensos que rozan el dolor.

Ya el mero hecho de olfatear de cerca a una oruga puede provocar un serio problema de salud en el perro, pero lo que sería crítica la ingestión de la oruga, o de algunos de estos pelillos, lo que produciría casi de forma inmediata e irremediable una necrosis en sus mucosas, lengua y garganta, lo cual es letal para él. 

En el caso de que el perro haya estado en contacto con una oruga hay que actuar de forma muy veloz, pues las dos horas siguientes son capitales y determinan la vida o la muerte. En el caso de un humano podríamos tomar un antihistamínico, y lavar con agua y jabón la zona de nuestro cuerpo que ha estado en contacto con este tomar un antihistamínico, y lavar con agua y jabón la zona de nuestro cuerpo que ha estado en contacto con este insecto (y acudir a un centro sanitario). Sin embargo, si ha sido un perro es muy probable que haya ingerido alguno de estos pelos de la oruga, o que simplemente algún tricoma se haya quedado pegada a su hocico, por ese motivo ante cualquier síntoma debemos acudir a un profesional de la salud para que trate de evitar los efectos adversos de esta toxicidad.

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