¿Sabes cómo debes acariciar a tu conejo para que se relaje?

Como buen roedor, el conejo está programado para defenderse en cualquier momento del ataque de un depredador, por eso a la hora de acariciarlo debemos tener en cuenta su estado de ánimo y anatomía.

Por David Navarro

Tener mascota favorece vivir situaciones de complicidad y de paz que muchas veces no podemos siquiera replicar con otras personas de nuestro entorno. Durante el día a día se hace difícil conseguir sentarte tranquilamente con tu pareja o hijos y disfrutar de un momento de paz declarando el amor que sentís. La jornada está demasiado repleta de tensiones, conversaciones urgentes y deberes. Sin embargo, los animales domésticos están siempre disponibles. ¿O no?

Ahora bien, habría que preguntarles si a las mascotas les gusta que se les acaricie. La anatomía de un conejo, perro o gato es muy diferente a la del ser humano, y hay zonas altamente sensibles, desprotegidas o incluso diseñadas para mantenerse siempre en guardia. Por eso, a la hora de acariciar a una mascota es muy importante conocer cuales son los diferentes grados de sensibilidad de cada zona, y saber introducir este hábito de forma no intrusiva ni agobiante.

Para conocer cómo acariciar a un conejo sin generar tensión es importante tener en cuenta que se trata de un animal “presa”, es decir, que siempre está alerta porque está programado para huir de los depredadores. Eso marcará de forma sustancial su comportamiento en casi cualquier situación que vivas con él, y mucho más si tenemos en cuenta que ser acariciado implica dejarse manipular, comprometiendo su seguridad al bajar la guardia. Un ser en estado de alerta, prevenido para la acción, nunca podría disfrutar de una caricia, por lo que es fundamental ganar toda la confianza del conejo y afianzar en su comportamiento que siempre que esté en tu compañía puede dejarse llevar y confiar en ti.

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Pregúntale si ahora es buen momento para él

La nueva Ley de Bienestar Animal describe por fin a los animales como seres sintientes. No se entra a valorar si son inteligentes, incluso no se traspasa el umbral sobre si aquello que experimentan en su mente son emociones tal y como las definimos los humanos. Sin embargo, sí se define que los animales perciben el entorno por medio de sus sentidos, generando sentimientos, es decir: dolor, angustia, placer o equilibrio.

Por este motivo, un conejo (como cualquier otro animal) sigue una senda de sentimientos a lo largo de su día: temor, deleite, cansancio… Pese a ser animales domésticos, no siempre es su mejor momento para recibir caricias. Es importante establecer una comunicación con él para conocer si tu deseo de acariciarlo se corresponde con su disponibilidad.

Evidentemente, no podemos preguntarle con palabras, habrá que hacerlo atendiendo a su comportamiento. Es tan fácil como acercarte al conejo, si él no te rehúye, ya tienes el primer sí. Siempre es recomendable actuar con él con gestos lentos, sin sobresaltos, son animales muy asustadizos y los movimientos veloces encienden en su mente la idea del peligro. Cógelo, si trata de evadirse y salir de tu espacio personal es que la cosa no va bien, será mejor encontrar otro momento.

Considera siempre que el lugar dónde acaricias al conejo debe darle la suficiente seguridad. Los roedores temen los entornos altos, abiertos y sin protección, y agradecen estar en el suelo, cerca de su madriguera (o jaula) o en lugares donde existan recovecos en su campo de visión. Acariciar al conejo en el suelo, apoyados en el sofá, puede ser un buen lugar. Hacerlo en una terraza amplia y casi vacía no.

Ten en cuenta que su anatomía es frágil, da la caricias con suavidad, y en principio se consciente de que a menos de que el conejo te lo pida, con cinco minutos será suficiente. Es muy probable que a los tres minutos el conejo ya te diga “basta”, se revuelva y trate de pasar de ti: ten en cuenta que así habrá llegado el momento de parar. Lo peor que puedes hacer es insistir, pues puedes generar una dinámica en la que el conejo acabe aborreciendo estos momentos de intimidad, y la siguiente vez será más difícil pillarle de buenas.

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Puntos clave para acariciar a un conejo

Todo depende del nivel de confianza que tengas con él, es primordial haber conseguido que se sienta cómodo y confiado cuando recibe tus caricias. Podríamos llegar a pensar que la forma de ganarnos su confianza es acariciarlo con dulzura, pero es justo al revés: poder acariciarlo es el premio tras haber convencido al conejo de que con nosotros está a salvo, y no a la inversa.

Las mejores zonas para acariciarlo son la espalda, la frente y las mejillas. Para empezar inicia el masaje en la espalda porque es la zona menos desprotegida para él, y sin embargo le producirá una sensación de relajación agradable. Después podrás pasar a la cabeza, primero la frente, que es más consistente. El masaje en esta zona produce que se destense, sabrás si le gusta cuando él cierre los ojos. Y finalmente puedes avanzar hacia las mejillas, donde ya se consigue un grado máximo de intimidad.

Como a todo mamífero, evita acariciar la tripa del conejo. Tanto para perros y gatos, como para los conejos, el estómago es la zona más vulnerable de su anatomía, está más desprotegida y sus terminaciones nerviosas infunden más sensibilidad, pues son alarmas para protegerse ante cualquier roce. Solo si tienes muy ganada la confianza a tu conejo podrás acariciarle ahí. Pero no trates de conquistarlo, es mejor aprender qué le gusta y qué no que proponerte conseguir que baje la guardia. Pese a que a ti te gusta acariciarle, este acto es un gesto de amor hacia él, si una zona le incomoda no tiene sentido avanzar y colonizarla.

Por otro lado, las patas también son zonas sensibles para los conejos, les ocurre también a muchos mamíferos, sean presas o depredadores. Están programados para que las extremidades siempre permanezcan a salvo, pues son vitales para sobrevivir, por ese motivo no les genera un especial placer ser tocados en las patas, sino todo lo contrario. Algo muy diferente a los seres humanos, que además de tener una alta sensibilidad en manos y pies, nos produce un profundo placer ser masajeados o acariciados como símbolo de cercanía.

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