El idilio de la granadina Celia Muñoz con Londres comenzó de la forma más común: una estancia en la ciudad para mejorar el idioma, en la que trabajó como dependienta en Harrod’s. Quién le iba a decir, por aquel entonces, que unas décadas después estaría preparando la llegada de su propia firma infantil, La Coqueta, a los icónicos grandes almacenes, y que sus diseños —repletos de técnicas, como el nido de abeja, made in Spain— vestirían incluso a los pequeños royals. Pero la vida le deparaba más de una sorpresa. Durante aquel tiempo, Celia encontró el amor y ya nunca regresó a su tierra natal más que de vacaciones, aunque siempre lo tiene presente y es, de hecho, también, su fuente de inspiración, como muestra su colaboración junto a Flabelus, la conocida firma española de calzado. Han preparado una colección de edición limitada que saldrá a la venta el próximo miércoles, 8 de octubre.
En Londres no solo crio a sus cinco hijos, sino que, echando de menos la ropa tradicional infantil española, concibió su propia marca, hoy favorita de mummy cools como Sienna Miller o Keira Knightley. También se entregó a crear la casa familiar de sus sueños y, por el camino, descubrió otra de sus grandes pasiones: la decoración. Hoy, cada una de sus casas —en Londres, Granada y Bahamas— es una auténtica lección de estilo.
-Celia, háblanos de esta casa.
-Es una vivienda con alma que hemos ido transformando con mucho cariño a lo largo del paso del tiempo. Es un lugar donde conviven lo antiguo y lo contemporáneo de forma armónica. Hace poco, también compramos un pequeño cottage adyacente que utilizamos para alojar a invitados. Diría que es una especie de refugio independiente, encantador, que refleja la misma sensibilidad estética que la casa principal, pero en una escala más íntima y minimalista. Con el tiempo, ambos espacios se han integrado y, hoy, funcionan como una sola casa, aunque con identidades diferenciadas.
-¿Cuál es su historia?
-La propiedad está situada en la parte más antigua -la zona georgiana- del barrio de Hampstead. Y tiene una historia fascinante: miembros de la familia Cadbury, los célebres chocolateros, vivieron en lo que hoy en día es nuestra casa. Además, el gran paisajista británico John Constable pintó una escena en la que aparece la vivienda, lo que añade una dimensión aún más especial al vínculo emocional que sentimos con este lugar. También el escritor John Galsworthy, autor de The Forsyte Saga y Premio Nobel de Literatura en 1932, vivió justo al lado, lo que refuerza aún más el carácter culturalmente significativo de esta zona.
-¿Cómo la describirías?
-Diría que es una mezcla de atemporalidad, serenidad, profundidad y recuerdos. Me inspiro mucho en los interiores de Europa continental, en la imperfección de lo vivido, en las texturas naturales. Hay una fuerte influencia estética de los interiores franceses y belgas, ya que mi madre es francesa. Me interesa más cómo te hace sentir un espacio que cómo se ve en una foto. Tenemos una familia numerosa y me gusta poder crear espacios que sean muy diferentes entre sí, con alma y con mucho carácter. Los interiores reflejan a los miembros que los habitan, por lo que cada habitación tiene su propio estilo.
-¿La decoraste tú misma?
-Sí, siempre estoy muy involucrada, pero trabajo con un equipo de profesionales a los que admiro. En la casa principal, colaboré con Bastien Halard y Victor Cadene, que aportaron una sensibilidad muy especial a los interiores. Para el cottage, trabajamos con Hans Verstuyft, un fabuloso arquitecto e interiorista belga, cuya estética es mucho más minimalista y serena. En cuanto al jardín, en la casa principal lo diseñamos junto a John Hoyland, y para el jardín del cottage contamos con el talento de Jo Thompson. Ha sido un proyecto largo y muy personal, que ha durado más de cinco años, ya que no compramos toda la propiedad a la vez, sino que se han ido añadiendo partes con el tiempo. Cada incorporación ha respondido a un momento vital diferente y eso se nota en la evolución del conjunto. Hemos trabajado en equipo, y de hecho, estamos colaborando en otros proyectos en Granada, mi tierra natal.
-Háblame del jardín; en Inglaterra es muy importante.
-Efectivamente, el jardín inglés es todo un arte. En España no tenemos esa misma relación con el espacio exterior, pero en Inglaterra, quizás por el mal tiempo, lo aprecian de una manera especial. Y tengo que decir que Inglaterra me enseñó a apreciar los jardines. Recuerdo la primera vez que fui a Glyndebourne, un prestigioso festival de ópera celebrado cada verano en una finca en Sussex, conocido por su atmósfera elegante y sus pícnics. Me enamoré de sus exteriores, que son el epítome del jardín inglés. Me gustó tanto, que mi marido y yo contactamos al paisajista John Hoyland, responsable de los mismos, para que diseñara el nuestro, y ahora tenemos una relación muy estrecha con él.
Su ciudad
Buenas costumbres: “Me encanta comenzar el día con un largo paseo por Regent’s Park y después, siempre que puedo, ir a desayunar a Hagen, en Notting Hill, mi cafetería preferida de Londres”.
De compras: “¡No se puede venir a Londres y no visitar Harrod’s! Así que estoy muy feliz de haber abierto ahí nuestro tercer punto de venta en la ciudad. También me encanta la nueva tienda de Flabelus en Ledbury Road”.
Para ir de clubs: “Me gusta Oswald’s, un club privado en el corazón de Mayfair. La comida es absolutamente increíble, y el personal ofrece un servicio cálido y exquisito que realmente marca la diferencia”.
Notas delicadas
Exquisitos estampados florales y tonos empolvados definen esta cuidada selección de objetos que recrean el espíritu campestre y bucólico de jardines -e interiores- con vocación inglesa.