Asentada en París junto a su marido Pierre d’Ormesson, su hijo de 19 meses Amedeo y su perro Chui, Tatiana de Nicolay nos enseña su hogar en los alrededores de la Torre Eiffel. Tras una vida nómada -creció entre Bélgica y Polonia, estudió en Londres y luego en Florencia, y trabajó en la India, entre otros destinos-, la diseñadora e ilustradora de origen aristocrático, segunda hija de los condes Ghislain y Elizabeth de Nicolay, decidió volver a su ciudad natal para echar raíces y desarrollar su proyecto de vida. “París está en mi ADN. Después de años moviéndome, absorbiendo inspiración de todas partes, sentí la necesidad de anclarme a un lugar. Esta urbe me ofrece el equilibrio perfecto entre belleza, cultura y familiaridad, sin dejar de sorprenderme cada día. Ha sido un regreso y también un comienzo”, admite la socialité, que nos abre las puertas del apartamento que les enamoró hace tres años y reformaron durante ocho meses. “Es muy personal, lleno de historias, recuerdos y magia de los sitios en los que he vivido. Darlo a conocer me resulta íntimo e ilusionante a la vez, es como invitar a alguien a un universo construido lenta y amorosamente”.
Uno impregnado, además de por su espíritu bohemio, por un linaje noble que lleva con relajado orgullo; no como un título, sino como un sentido de continuidad. “Me inculcaron un profundo aprecio por la herencia y las cosas que perduran”. Algo tan presente como la pasión por el arte y la belleza que la acompaña desde niña. Criada entre pinceles y acuarelas, ya dibujaba por aquel entonces. “Era mi forma de entender el mundo. Después de estudiar comercio internacional y diseño de moda, me di cuenta de que la ilustración era donde me sentía libre y más yo, así que la decisión de convertirla en mi profesión fue algo orgánico”. Inspirada por la naturaleza, los viajes, la artesanía, el maestro textil William Morris y los pintores de miniaturas y los botánicos de época, su residencia es un fiel reflejo de las referencias que pueblan su mente y su obra. Sobre esto y mucho más hablamos con la íntima amiga de Maria de la Orden e Inés de Cominges, también instaladas en la capital francesa, en su majestuoso piso cerca del parque Bois de Boulogne.
-¿Cómo disteis con esta casa?
-Estábamos buscando activamente y, cuando vimos este apartamento, después de visitar alrededor de 35, algo hizo clic. Tenía esa grandeza serena de los antiguos edificios de estilo Haussmann, con luz a raudales y una elegancia olvidada a la espera de ser revivida. Parecía susurrar historias, y siempre me han atraído los espacios con alma.
-¿Quién se encargó de reformar el piso?
-Trabajamos en estrecha colaboración con un pequeño equipo, pero yo estuve muy pendiente de toda la parte creativa. Restauramos elementos originales, como los suelos de parqué, las bonitas boiseries y las molduras, que adoro, y jugamos con colores suaves y materiales que resultaran atemporales. Mis imprescindibles para un hogar son la luz natural, libros por todas partes y las piezas con historia, ya sean reliquias o tesoros de algún mercadillo.
-¿Asumiste entonces la decoración?
-Sí, me encargué yo misma, lenta e intuitivamente. Entiendo y abordo la decoración de la misma manera que mis ilustraciones: superponiendo texturas, mezclando culturas y dejando que las cosas evolucionen orgánicamente. El apartamento sigue creciendo con nosotros: no es una sala de exposiciones, sino un lienzo vivo.
-¿Cómo has logrado que convivan en ella tu bagaje aristocrático e itinerante y ese allure típicamente parisino?
-De forma armónica. El encanto francés la dota de estructura, pero mis raíces y viajes aportan calidez e imprevisibilidad.
-¿Cuál es para ti el corazón del piso?
-Hay un rinconcito junto al mirador del salón, con una lámpara de palma y montones de libros y cuadernos de dibujos, donde me siento con el café cuando entra el sol por la mañana. Pienso, dibujo u observo los tejados. Es tranquilo y modesto, pero alberga gran parte de mi mundo interior.
-Hablando de esos espacios para la introspección, ¿has acondicionado alguna estancia como estudio? ¿O prefieres tenerlo fuera y compartimentar?
-Dispongo de un pequeño estudio cerca, sencillo pero lleno de materiales, papel y luz. Trabajar desde casa a veces es difícil y me concentro mejor en mi taller.
-¿De dónde te viene ese amor por el arte?
-He crecido rodeada de él. Mi familia siempre ha dado mucha importancia a la belleza, la artesanía y a conservar los objetos con historia. Para ellos no es solo ornamento, es memoria y emoción. Me encanta mezclar mis cuadros con otros que he encontrado o me han regalado. Le da a cada pared una narrativa.
-¿O sea que hay obras tuyas repartidas por la casa?
-Solo algunas. Tampoco me gusta rodearme de mi trabajo, pero hay tres alfombras mías -en la entrada, el salón y el comedor- que la gente descubre casi por casualidad, como una firma secreta, lo cual me hace cierta gracia.
-Y como anfitriona, ¿cuál es tu firma?
-Para mí ejercer de anfitriona es una prolongación más de la creatividad: se trata de idear un ambiente cómodo y compartir un momento. Me encantan los detalles bien pensados: tarjetas de mesa escritas a mano, flores silvestres y un postre sorprendente. No tiene por qué ser grandioso, simplemente especial.
-¿Qué garantiza el éxito de una velada?
-Una luz cálida, buena música y la combinación adecuada de personas. La clave está en los contrastes: mezclar amigos, servir un plato inesperado, mantener una atmósfera sin pretensiones y terminar con algo dulce y un poco indulgente.
-¿Cómo es vuestro día a día aquí?
-Frenético, sobre todo con un bebé. Las mañanas son intensas, llenas de sus risitas, rituales de desayuno y un alegre caos. Una vez que el día se asienta, me dedico a mi trabajo. París es una ciudad que te alimenta, así que intento caminar. Las noches son el momento para reconectar, ya sea cenando con Pierre u organizando algo con amigos.
-¿Quedas mucho con Maria de la Orden e Inés de Cominges?
-Sí, son amigas muy queridas y siempre lo pasamos fenomenal juntas. Solemos reunirnos para almorzar. A las tres nos encantan los lugares bonitos, bien una terraza o bien una escapada al campo.
-¿Qué otras personalidades conforman tu círculo íntimo? ¿Y cómo es tu vida social?
-Tengo la suerte de estar rodeada de amistades muy creativas. Algunas viven en París y otras en Madrid, Londres o Estados Unidos. Mi agenda es un mix de cenas relajadas, reuniones animadas y, entre medias, momentos de calma.
-Para acabar, cuéntanos acerca de tus próximos proyectos.
-Estoy trabajando en una serie de nuevos estampados para una firma textil parisina, muy botánicos y un poco oníricos. También estoy explorando obras más personales, quizá para una futura exposición durante el Paris Déco Off en enero de 2026.
A puerta cerrada
A primera hora: “Soy diurna. Me encanta la suavidad de la luz matinal, una taza de café y la quietud antes de que la ciudad se despierte del todo. Es cuando estoy más concentrada e inspirada. Al anochecer, paso a un modo más reflexivo o social, raramente productivo”.
Direcciones de anfitriona: “Para las flores, adoro Debeaulieu, sus arreglos son siempre poéticos. En lo que respecta al catering, me gusta trabajar con pequeños chefs locales, como Maison Stanislas Lanvin. Y para la decoración, los mercadillos son mis lugares predilectos, como Les Puces de Saint-Ouen”.
Siempre abierta y receptiva: “Todo me nutre, aunque los viajes y la naturaleza lo hacen profundamente. Un paseo por un jardín de Florencia, los colores de un sari en Jaipur o un mercado rural francés alimentan mi imaginación. La inspiración suele llegar en los momentos más cotidianos e inesperados”.