Este otoño la prestigiosa Fundación Beyeler de Basilea va a celebrar la gran retrospectiva de la artista japonesa Yayoi Kusama (1929, Matsumoto, Japón). El célebre edificio de Renzo Piano albergará, durante cuatro meses, siete décadas del cuerpo de su obra artística. Se invitará a hacer un recorrido desde sus obras más tempranas, nunca vistas en Europa, hasta sus más recientes trabajos.
La exposición también contará con su icónica obra Sala de Espejos Infinitos. Estas estructuras repetitivas como las salas de espejos, los lunares o las redes infinitas transportan al espectador a una sensación de expansión sin límites. Un apasionante recorrido que mostrará las diversas técnicas artísticas que Kusama ha utilizado como herramientas para desarrollar su creatividad, pero, sobre todo, como narcótico de su locura.
Yayoi Kusama lleva 50 años morando por voluntad propia en una institución psiquiátrica en Tokio, lo que no ha sido impedimento para llevar a cabo una prolífica carrera, tanto artística como literaria. En sus escritos, en los que las imágenes no dejan de brotar, relata que cae enferma después de crear una obra. Fluctúa entre sensaciones de realidad e irrealidad en un proceso obsesivo. Sufre alucinaciones auditivas y visuales.
Desde su infancia tenía episodios en los que veía auras en los objetos y oía hablar a las plantas y a los animales. Cuando le sucedía esto, regresaba a su casa para poder dibujar en su cuaderno lo que había visto, antes de que se desvanecieran las apariciones. El poder canalizar de esta manera las alucinaciones suavizaba su temor e impresión hacia aquellos episodios. Este fue el origen de sus cuadros.
Recrear estas apariciones era una manera de poder controlarlas. Su obra es el desahogo de lo que está dentro de ella. Kusama padecía de una afección conocida como despersonalización, como si el alma se separara de su cuerpo. Esto sucede cuando la realidad es demasiado angustiosa y la mente produce defensas para escapar del sufrimiento. Para Kusama esta despersonalización es más dolorosa que cualquier realidad infernal.
Un Japón de posguerra conservador, con estrechez de miras, feudalista y anclado en tradiciones retrógradas como los matrimonios concertados, produjo en Kusama un deseo obsesivo por escapar a Nueva York en busca de horizontes más amplios. Su arte necesitaba una libertad ilimitada. El consejo de un doctor que le había tratado su enfermedad y que le insistió en que debía alejarse de su madre para no empeorar su neurosis, pues la relación con su madre fue siempre muy difícil, fue definitivo para abandonar Japón. Seattle fue la primera ciudad estadounidense a la que llegó. Allí fue donde presentó con éxito su primera exposición en solitario en 1957. Dos años más tarde llegaría su deseo de exponer en Nueva York.
Un Japón de posguerra conservador, con estrechez de miras, feudalista y anclado en tradiciones retrógradas, produjo en Kusama un deseo obsesivo por escapar a Nueva York
Esta muestra, Monocromo obsesivo, en la Brata Gallery, consistía en un conjunto de cuadros con sus características redes infinitas. Estas repeticiones en blanco sobre negro, carentes de composición y de una monotonía desconcertante, producen al mismo tiempo en el observador un sentimiento de vértigo ante el vacío y una profunda sensación de paz hipnótica. Su carrera artística acababa de despegar. Pero cuando finalmente había llegado a Nueva York, lo que se encontró fue una ciudad estresante, agresiva y violenta, lo que le provocó verse abocada a agudas neurosis.
Trabajaba desde el amanecer hasta la noche en sus redes infinitas, una repetición monótona que realizaba en plenos episodios neuróticos severos. En el hospital le aconsejaron ir a una institución mental para recibir ayuda psiquiátrica. Pero lo que hizo en su lugar fue pintar compulsivamente.
Llenaba los lienzos con motivos repetitivos, para continuar pintando las mesas, el suelo, las paredes hasta terminar cubriendo su cuerpo. Ese proceso, como expresa en sus escritos, acaba por enterrarla, a lo que ella llama obliteración. Como por ejemplo cuando cubre su cuerpo entero de lunares, el fondo o un caballo y acaban desapareciendo e integrándose en un todo intemporal.
En el hospital le aconsejaron ir a una institución mental para recibir ayuda psiquiátrica. Pero lo que hizo en su lugar fue pintar compulsivamente
Los lunares se convirtieron en la impronta de los Happenings Kusama. Esas redes la envolvían y hacían que se olvidara de sí misma. Crear arte era la forma de aliviar la enfermedad y combatir el dolor y el temor diario. En 1961 Kusama encontró un nuevo modo de expresión artística en la escultura blanda. Su primera exposición fueron una butaca y un sofá de ocho patas cubiertos de protuberancias en forma de falo hechas de tela con relleno.
Según Kusama, crear estas esculturas repetitivamente era una manera de curar un sentimiento de terror al sexo. La reproducción era una especie de terapia autoimpuesta a la que dio el nombre de “arte psicosomático”. Reproducir esos objetos una y otra vez era una manera de vencer el miedo. En suma, en Yayoi Kusama asistimos a una elocuente manifestación de la relación entre alteración psíquica y expresividad artística, así como a ciertas potencialidades terapéuticas y catárticas del arte.