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Las personas solidarias no nacen, no son genéticamente de esta manera, ni han tenido un componente extraordinario que los vuelve más sensibles y atentos a las necesidades de los demás. Aunque, sin duda, la educación que hayan recibido de niños ayuda a que tengan este valor de adultos, nunca es tarde para volverse solidario y fomentar este valor en los demás. 

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