En los primeros meses de una relación, es común observar ciertos cambios sutiles en los gustos, la forma de vestir o incluso en el lenguaje. Muchas personas empiezan a interesarse por géneros musicales que escucha su pareja, adoptan expresiones nuevas de su jerga, o incluso modifican su forma de vestir y comienzan a incluir en sus looks prendas similares a las de la persona con la que acaban de iniciar una relación sentimental, o a la que están conociendo. Este fenómeno, difícil de admitir cuando le sucede a uno mismo, pero muy común, lejos de ser una coincidencia, guarda explicación psicológica.
"Muchos estudios demuestran que tendemos a imitar -de forma sutil y automática- a las personas que nos agradan o nos atraen", explica la psicóloga experta en terapia de pareja y sexualidad, fundadora de Psicopareja en Murcia, y online a través de psicopareja.es, Teresa Ouro. Este comportamiento favorece el vínculo emocional con la otra persona. "Genera conexión y, en cierta manera, funciona como un puente hacia la conquista, ya que, si nos parecemos, la otra persona puede percibir afinidad y algo familiar", señala.
Y aunque gran parte de este mimetismo parece estar vinculado a la efervescencia del enamoramiento, también hay una base neurobiológica que lo respalda y que va más allá de las primeras fases del amor. El cerebro humano cuenta con las llamadas neuronas espejo, un tipo de células nerviosas que se activan tanto al realizar una acción como al observar a otra persona hacerla. Esta peculiaridad permite comprender mejor fenómenos como la empatía, el aprendizaje por imitación o la conexión interpersonal.
En el ámbito de las relaciones, estas neuronas podrían estar detrás de muchas de las similitudes que surgen de forma espontánea al compartir tiempo, rutinas y experiencias con otra persona. Sin embargo, si hablamos de esa etapa de conquista, de esa búsqueda por agradar al otro, psicológicamente entramos en otro terreno.
Por qué surge el mimetismo social
El mimetismo se intensifica especialmente durante la fase de enamoramiento, esa en la que los miedos y las inseguridades emergen, y donde el principal objetivo parece ser agradar al otro. "La antropóloga Helen Fisher, que ha estudiado durante décadas cómo funciona el amor en el cerebro, lo explica que en los primeros meses de una relación se activa una auténtica tormenta neuroquímica”, indica la experta. En ese periodo inicial, “el cerebro libera grandes dosis de dopamina, lo que nos hace sentirnos más creativos, más entusiastas y más dispuestos a dar nuestra mejor versión de nosotros", añade Teresa Ouro. Una respuesta que tiene una función evolutiva: facilitar la creación de vínculos de pareja.
En paralelo, las funciones racionales también se ven afectadas. "En esta fase, la corteza prefrontal -la parte del cerebro que se encarga del juicio, la toma de decisiones y la evaluación de riesgos- se desactiva parcialmente. Es decir, pensamos menos y sentimos más”, aclara. Esto puede llevar a idealizar, a minimizar las diferencias o a ver con benevolencia aspectos que, en otras circunstancias, quizá generarían dudas. Un fenómeno que ella denomina '"gafas con filtro romántico".
Cuando la conquista entra en conflicto con la identidad
Dentro de esa efervescencia emocional, "es natural querer agradar. Queremos que el otro nos vea, nos elija, nos admire”, comenta. Esta etapa suele vivirse con entusiasmo, aunque no está exenta de matices. "A veces, en ese intento de encajar, podemos dejar partes nuestras de lado", advierte. Es ahí donde surge una reflexión importante: “¿Me estoy descubriendo a través de ella, o me estoy perdiendo en el intento de gustarle?”, plantea.
El deseo de afinidad no siempre implica pérdida de identidad. En muchas ocasiones, una relación puede abrir nuevas puertas, despertar intereses dormidos o enriquecer gustos ya existentes. "Gracias a una pareja, descubrimos gustos, música, series u otros mundos interesantes", señala la psicóloga. Además, “las diferencias complementarias pueden enriquecer mucho la relación”, comenta. "La pareja puede actuar como espejo, o incluso como inspiración para aspectos nuestros que estaban dormidos”.
Cómo ser uno mismo durante el enamoramiento
El equilibrio está en elegir con consciencia. “En hacerlo desde la consciencia. Desde la elección, no desde el miedo a no ser suficientes tal y como somos”, aconseja. Porque, con el tiempo, “ese enamoramiento inicial siempre decae, y nuestra autenticidad sale a la luz. Si no nos mostramos tal como somos desde el principio podemos decepcionar", advierte.
Como experta en terapia de parejas, y tal y como ella pone en práctica en Psicopareja, la profesional acompaña a personas que desean construir relaciones sólidas y honestas. “Acompañamos a personas que desean construir vínculos en sus relaciones de forma realista, honesta y duradera”, explica. Por eso, tras haber tratado distintos casos de parejas que han pasado por desequilibrios en su relación, aconseja las siguientes prácticas para preservar la autenticidad sin renunciar a la conexión:
- Observarse. “Ser honestos con nosotros mismos: ¿esto lo hago porque me gusta o porque quiero gustar?”
- Mantener espacios propios. “No perder nuestras rutinas, amistades o pasatiempos, aunque estemos ilusionados.”
- Atreverse a mostrar también las diferencias. “Lo auténtico genera vínculos mucho más sólidos que la coincidencia forzada.”
- Quererse a uno mismo: “recordarnos que gustar es importante, sí. Pero gustarnos a nosotros mismos es esencial.”
La imitación puede ser una respuesta natural ante la atracción, pero el verdadero vínculo se fortalece cuando ambas personas pueden compartir sin dejar de ser. El amor auténtico se nutre de afinidades, sí, pero también de contrastes, y crece cuando se construye desde la verdad personal.