¿Podemos entrenar la solidaridad?

En estos días de confinamiento, hay varias palabras que resuenan: fortaleza, resistencia y solidaridad. Virtudes que también se pueden fomentar practicándolas incluso si estás en casa

Por Laura Bech

Las personas solidarias no nacen, no son genéticamente de esta manera, ni han tenido un componente extraordinario que los vuelve más sensibles y atentos a las necesidades de los demás. Aunque, sin duda, la educación que hayan recibido de niños ayuda a que tengan este valor de adultos, nunca es tarde para volverse solidario y fomentar este valor en los demás. 

Ser solidarios, ayudar al prójimo cuando lo necesita, es una condición de civismo y también un valor. A veces, cuando los niños estudian qué son los valores, les resulta más sencillo aprender el significado de estos desde los antivalores, qué no te gusta o no quisieras que te hagan a ti. Cuando descubren esta herramienta del pensamiento, les resulta muy sencillo asimilar el concepto propio de valor. A los adultos, en muchas ocasiones, nos ocurre algo similar. Conocemos la definición de uno y otro concepto, pero la rutina y el devenir de la vida nos hace guardarlos en un lugar remoto de la memoria. Hasta que ocurren situaciones que los despiertan, que ponen en evidencia la importancia de cuidar de los demás en esos momentos que lo necesitan. 

¿Qué necesitas para ser solidario?

Lo único que necesitas para ser una persona solidaria es la actitud y el compromiso de querer serlo. No hay limitaciones, hasta el momento conocidas, que puedan determinar que no eres solidario porque tienes demasiada edad, mucho o poco peso, una altura excesiva... El único condicionante es que decidas comprometerte a serlo.

La cuarentena es una posibilidad de rescatar este valor, desempolvarlo y fomentarlo. Sin embargo, no es propio solamente de los momentos delicados y difíciles, la solidaridad se entrena y puedes practicarla a diario, sin motivo aparente. La cuarentena acabará, pero la vecina mayor que vive sola seguirá agradeciendo tu ofrecimiento para hacerle la compra o ayudarla con los recados. 

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Cómo puedes comenzar a fortalecer y entrenar la solidaridad

Ser solidarios implica ser pacientes y generosos, y que esa actitud sea lo primero que ven de ti. Si tenemos una actitud hostil, poco receptiva, las personas no recurrirán a nosotros por ayuda. Cuando haces de la solidaridad un estilo de vida comprendes inmediatamente que es un “hoy por ellos y mañana por mi”, porque nadie está exento de necesitarla. No se trata de dinero, de clases sociales, de credos o de razas, en cualquier momento puedes ser tu quien necesite la ayuda de los demás. 

Siendo empático, abierto a los pensamientos y creencias y respetuoso con otras maneras de vivir diferentes a la tuya, animas que las personas a que te vean como alguien a quien pueden recurrir sin que sean juzgados y cuestionados. Pequeños detalles que solamente demuestran que eres capaz de ponerte en el lugar de la otra persona es una manera sencilla de introducirnos en esta virtud.

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Cada uno puede aportar algo diferente

Muchas veces pensamos que para ser solidarios necesitamos tiempo y dinero, justo algo que no tenemos en grandes cantidades. Sin embargo, existen múltiples maneras de ser solidarios, si quieres serlo no hay excusas. Es cierto que el dinero ayuda mucho en causas concretas y que el tiempo, es muy bien recibido en estas situaciones, pero también puedes colaborar aportando tus conocimientos, dando ideas, compartiendo con los demás tu don y tu experiencia. 

Algo que siempre hace falta es la suma de voluntades. Tal vez sientas que no puedes ser solidario en este momento de tu vida, si alguna razón física te lo impide siempre puedes ‘contagiar’ esta aptitud. Busca transmitirla entre los miembros de tu familia, entre tus amigos y seres queridos y verás como la solidaridad se retroalimenta.

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