Estos son los problemas de salud que puede producir la contaminación lumínica de tu ciudad

De entre todas las formas de contaminación, la menos conocida es la que tiene que ver con la iluminación y, sin embargo, puede ser la causante de serios desajustes en nuestro organismo.

Por Cristina Soria

Si observamos el planeta tierra de noche, visto desde un satélite, apreciaríamos fácilmente qué zonas son ricas y cuáles son más humildes. De noche, las más iluminadas pertenecen a ciudades del primer mundo, y las que apenas tienen luz son zonas donde no existe un alumbrado suficiente, ni edificios que puedan derrochar energía eléctrica por la noche.

Sin embargo, este indicador puede ser interpretado de forma contraria. Las zonas con luz nocturna son lugares donde existe contaminación lumínica, lo que indica que se está malgastando la energía eléctrica sobre iluminando y eso produce un perjuicio relevante en la salud de los seres humanos, en la flora y en la fauna autóctona.

¿Qué hay de malo en ver luz por la noche?

Aunque el ser humano ha sofisiticado ampliamente su comportamiento, los procesos metabólicos y hormonales siguen viéndose regidos en cierta medida por las condiciones horarias y ambientales. Por eso, cuando estamos expuestos a algún tipo de luz durante todo el día nuestro organismo puede arrastrar desajustes en su reloj biológico que pueden provocar un descenso en la producción de melatonina, es decir, en la hormona que regula el ciclo del sueño y que solo se produce cuando nuestro organismo se cerciora de estar en oscuridad absoluta.

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Cuando esta hormona se desajusta, el resultado es fácilmente predecible, pues se produce un conflicto en su ciclo y esto genera estrés e insomnio, y se pueden ver afectadas otras variables metabólicas que en última instancia podrían producir obesidad y diabetes.

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Según los últimos estudios de la Fundación SmartLighting, la contaminación lumínica de las ciudades y de los hogares podría producir desajustes biológicos tales en nuestro organismo que incluso existen casos de cáncer de mama y de próstata que apuntan a mantener relación con estos desajustes en nuestro reloj biológico y la inhibición hormonal producida por no hallarse en oscuridad el tiempo necesario cuando llega la noche.

Un problema global, también para la fauna

Este es un problema que no solo afecta a ser humano, sino que repercute sobre todo el medio ambiente, pues, según datos de SmartLighting, un 65% de las especies animales necesitan que sus hábitats respeten la nocturnidad. Por tanto, los animales llevan aún peor que las personas el hecho de que nunca se haga del todo de noche en las zonas urbanas. 

Esto hace que la fauna altere su sueño, alimentación, reproducción y que toda la cadena alimenticia pueda verse afectada por estos cambios. Los más perjudicados por la contaminación lumínica son los insectos, que son la base de la pirámide trófica.

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Las generaciones futuras podrían verse afectadas por la luz que tu consumes

Este es un problema que afecta a los seres humanos, tanto fuera como dentro de casa. En especial cuando utilizamos bombillas LED, que son blancas. Este tipo de iluminación, que no existe en la naturaleza, emite una luz con una tonalidad y una frecuencia que nuestro organismo no puede asociar a ningún momento del día de forma natural. Pues, aunque parezca una cuestión superflua, el color de la luz es muy importante para la regulación de nuestros biorritmos.

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Tanto es así, que los habitáculos en el espacio de los astronautas utilizan un sistema autorregulado de luz que varía el color de esta para que los biorritmos de los astronautas crean que es por la mañana, mediodía, tarde y noche. Siempre la luz más cálida y “natural” es la que mantiene un color anaranjado.

Por esta razón, y por el uso generalizado de LEDs blancos en los hogares, que son más duraderos y más económicos, la sensación de día perpetuo se acrecienta. Y un estudio de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus (EE.UU) ha constatado que sobreponiéndonos a esta iluminación podríamos estar produciendo daños en nuestros biorritmos que estaríamos transmitiendo a nuestra descendencia.

Este estudio, publicado en Scientific Reports, demostró que las crías de hámsters que no vivieron con un ciclo iluminación natural, acaban desarrollando sistemas endocrinos e inmunitarios más débiles que los que sí pertenecen a progenitores criados con ciclos de luz adecuada. Es decir, que este estrés y cambios metabólicos se transmite a la descendencia, por lo menos en el caso de los hámsters.

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