¿En qué se diferencian los alimentos enriquecidos de los fortificados?

Te contamos el significado de estas dos características que, cada vez más, aparecen reflejadas en las etiquetas del supermercado

Por Gtresonline

En los últimos años cada vez es más común ver alimentos en cuyos envases se anuncia que son ricos en calcio o enriquecidos en fibra, por ejemplo. ¿Por qué se hace esto? ¿cuándo son productos enriquecidos y cuándo fortificados?

Tanto enriquecer como fortificar alimentos significa añadir una serie de nutrientes que, según el caso, podían ya tener de manera natural o no. Precisamente en esta diferencia radica la distinción entre ambos conceptos.

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Los alimentos enriquecidos son aquellos a los que, de manera artificial, se les han añadido una serie de nutrientes que, en su estado natural, ya contenían, pero cuya cantidad ha podido disminuir -hasta incluso desaparecer- durante el proceso de industrialización. Cuando se refina el trigo, por ejemplo, las concentraciones de vitaminas y nutrientes de este alimento disminuyen de manera significativa por lo que, a fin de obtener un producto con valores nutricionales similares a los que tiene en su versión menos procesada, se le añaden los mismos nutrientes que había perdido.

Dentro de esta familia de productos se encuentran los que son nutritivamente restituidos, esto quiere decir que solo se añade la cantidad de nutrientes necesaria para alcanzar la que contenían en su estado primitivo. También se puede enriquecer por normalización, es decir, con el fin de compensar las posibles variaciones nutritivas en el contenido natural de un producto.

La fortificación de los alimentos, en cambio, es añadir a un producto un aporte nutritivo que dé al alimento una serie de características distintas de las que ya tiene según su naturaleza. A su vez, esta adición, puede tener un doble fin, más allá de una mayor cantidad de nutrientes. En el caso de la leche, por ejemplo, a fin de facilitar la absorción del calcio y el fósforo que esta bebida contiene por sí misma, es cada vez más habitual que se fortifique con vitamina D, un elemento que por sí mismo tiene un importante valor nutricional y cuyas capacidades, además, se complementan con los nutrientes que la leche tiene de manera natural.

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En muchas ocasiones la fortificación es un valor añadido que el fabricante de un alimento quiere darle a su producto, pero existen también leyes que, con el objetivo de utilizar los alimentos como vehículo para aumentar la ingesta de uno o varios nutrientes por parte de la población, establecen y normalizan la fortificación de algunos alimentos concretos. Es el caso de la sal, por ejemplo. En 1993 la Organización Mundial de la Salud y UNICEF pusieron en marcha un plan de yodación de la sal como manera de evitar la deficiencia del mineral. La carencia del yodo puede provocar bocio y cretinismo, dos enfermedades prácticamente erradicadas cuya desaparición confirma el éxito de este tipo de planes de nutrición social.