1/8 © Almasi Bygg AB

A medio camino entre el columpio y la hamaca, las sillas colgantes dotan de personalidad a tu casa, porque se hacen las protagonistas del espacio, no solo a nivel estético, sino que también son una declaración de intenciones en toda regla que avisa a las visitas: aquí se juega y se busca la relajación a partes iguales.

 

Escucha los sonidos de la naturaleza mientras te meces

Ni siquiera hay que esperar a la llegada del verano para fundirnos con el manto de los sonidos de la naturaleza. Mecidos por una silla colgantes, acurrucados bajo su techo de fibras laminadas que permiten entrar la suficiente luz para considerarnos al aire libre, pero ayudando a que nuestro cuerpo repose y podamos entornar los ojos, arroparnos y dejar pasar el tiempo con su vaivén.

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2/8 © Bria Hammel Interiors

Un columpio para leer

Cuando un dormitorio está decorado para atraer la paz y ser un lugar de confort, con buena luz natural y texturas agradables, estamos jugando todo a una sola posición, la cama. Sin embargo, otro entorno donde pasar tiempo aprovechando la calma del dormitorio nos lo puede dar una silla colgante, que desde cualquier esquina puede ser el espacio perfecto para leer un libro respirando la tranquilidad de tu habitación. En este caso la silla está confeccionada en mimbre y dispone de un cómodo respaldo para favorecer el balanceo.

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3/8 © Colombe Marciano

Un columpio en la viga

También los más pequeños pueden disfrutar de un silla colgante en su dormitorio. Estas sillas favorecen su equilibrio, lo que a la larga puede tener efectos muy beneficiosos para su desarrollo cognitivo. Evitan también padecer vértigo, y la silla en sí misma se puede acabar convirtiendo en un espacio segurizante para el pequeño. En este caso la silla está anclada a una viga, lo que da una apariencia aún más integrada y divertida a la decoración.

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4/8 © Color Theory Boston

Diseños para todos los gustos

Una de las ventajas de las sillas colgantes es que fácilmente aportan una estética muy divertida y poderosa para las distintas estancias de la casa. A cada personalidad y opciones de decoración se le puede asociar una silla, con una estética pronunciada que hace de este mueble un objeto irrepetible y sobre el que gira el resto de la habitación.

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5/8 © Folds Inside

Solución para casas pequeñas

Puede parecer a simple vista que una silla colgante necesita mucho espacio, y que es solo para casas amplias que pueden permitirse una excentricidad sin penalizar un par de metros cuadrados. Sin embargo, una silla colgante es una solución muy eficaz para impostar un sillón individual, de lectura y de relajación, ocupando el espacio del que dispongas. En esta foto vemos como la silla tiene un diseño muy pronunciado, pero a la vez no ocupa demasiado espacio. Y si te cansas y quieres cambiar de decoración, se puede quitar sin apenas obra y guardar en un trastero o armario sin colmarlo.

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6/8 © ID Interior Design

Sobriedad y elegancia

Las sillas colgantes tienden a diseños con forma de huevo, donde puedes mecerte metiendo todo tu cuerpo dentro, o que sirvan como “carroza” de tus balanceos. En este caso vemos una decoración rústica y austera, que es completada con mucho estilo por una silla colgante de fibra que permite pasar la luz pero que también hace las veces de nido en el que recogerte.

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7/8 © Ken Linstead Architects

El sueño de una tarde en el campo

Como ves, las sillas colgantes son un híbrido entre los columpios y las hamacas. Buscan la máxima comodidad, movilidad y estética. Y no hay nada más idílico que una silla colgante pendiente de un árbol, como la que vemos en esta foto, que está anudada, además, con una cuerda gruesa de estilo rústico y que mantiene abajo la forma de un banco para dos personas o para extender las piernas cómodamente. Imagina cómo debe ser respirar el rocío de la mañana en este balancín, o notar como el calor del atardecer roza tu piel.

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8/8 © Sean Litchfield

Tardes de manta y libro

Esta silla colgante de mimbre es resistente, ligera y tiene una forma envolvente para facilitar una gran comodidad en su interior. Ideal para las tardes de manta y sofá, en las que el balanceo se convierte en una constante que mece las páginas.

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