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Un espectacular monasterio premostratense fundado en el siglo IX, en Cevico Navero, al sur de Palencia

Entramos en el Monasterio de San Pelayo de Cerrato, la obra monumental que Lucía Urban y Juan Manuel González Serna han devuelto a la vida


"Cuando adquirimos esta propiedad no quedaban más que las ruinas de la antigua abadía, totalmente destruida, pero, de alguna manera, el lugar conservaba una dignidad y una nobleza asombrosas"


 Lucía se asoma a uno de los balcones de la antigua enfermería, junto a Lolo de Juan y Marta Arias Morales© Victoria Muñoz
22 de noviembre de 2025 - 6:00 CET

Cuando la vida les trajo a Cevico Navero, al sur de Palencia, aquí solo quedaban las ruinas de un antiguo monasterio premostratense construido a partir de un eremitorio del año 934 y expoliado a partir de la desamortización de 1835, cuando muchos bienes de la Iglesia se vendieron en subasta pública para financiar la guerra carlista. 

 Lucía se asoma a uno de los balcones de la antigua enfermería, junto a Lolo de Juan y Marta Arias Morales© Victoria Muñoz
Lucía se asoma a uno de los balcones de la antigua enfermería, junto a Lolo de Juan y Marta Arias Morales

Los campesinos de entonces no entendieron el valor artístico, ni histórico, ni espiritual de San Pelayo; se llevaron sus sillares para levantar apriscos, se hundieron sus bóvedas y el precioso claustro. Utilizaron sus estancias como establos. Una vez destruido casi en su totalidad, lo dejaron morir poco a poco hasta que no quedó más que el lejano recuerdo de un viejo convento en la memoria colectiva. Y un día, parecido al que amanece hoy entre encinas, sabinas, robles y chopos dorados, lo descubrieron Juan Manuel y Lucía. Juntos decidieron devolverlo a la vida.

La vista general de San Pelayo© Cortesía de la Fundación Gonzalez Derna Urban
La vista general de San Pelayo, desde la ladera de enfrente, resulta sobrecogedora

Un esfuerzo brutal, un trabajo titánico... ¿Para qué todo esto, Lucía?

Para el bien de la sociedad; concretamente, de esta comarca, de Palencia, de Castilla y de España. Y, egoístamente, para continuar con nuestro legado.

Vista aérea de San Pelayo© Cortesía de la Fundación Gonzalez Derna Urban
Cuando Juan Manuel González Serna y Lucía Urban adquirieron la propiedad, solo quedaban las ruinas del monasterio premonstratense
Otra imagen, desde el aire, del monasterio de San Pelayo© Cortesía de la Fundación Gonzalez Derna Urban

El monasterio es la sede de la Fundación González Serna Urban, constituida hace más de 20 años, que será la responsable del monasterio.

El hecho de no haber tenido hijos implica que no tenemos sucesión directa que el día de mañana pueda gestionar y proteger este patrimonio. Por eso, la fundación será quien administre en el futuro nuestros bienes. Los objetivos fundacionales son: la formación de las personas que están próximas a nosotros, así como de sus familias, a través de becas de estudio para los mejores expedientes; cuidar la salud para el mismo colectivo, con especial atención al mundo de la discapacidad, y por último, la restauración del patrimonio histórico artístico y medioambiental.

"El exterior del monasterio es románico y la estructura, que está enterrada, es también románica. La iglesia es gótica y el claustro, renacentista. Cuando llegamos, encontramos todo desmantelado, expoliado y utilizado como establo"

Una propiedad como esta no debe ser fácil de mantener, ¿cómo os planteáis el futuro?

Ahora lo que tenemos que conseguir es que sea un proyecto sostenible y para eso queremos formar un equipo profesional. En este momento trabajan aquí unas 30 personas, pero nuestro objetivo es que cada vez podamos ofrecer más trabajos y obtener más recursos para que la fundación pueda ayudar lo máximo posible a esta comarca y a sus habitantes. Las obras de rehabilitación duraron catorce años. Arrancamos su explotación hace dos con la ayuda de Lolo de Juan, que gestiona la dirección comercial. Abarca tanto experiencias a medida de los clientes así como la gestión de recursos cinegéticos y medioambientales.

Enrique Zunzunegui en un carruaje© Victoria Muñoz
Enrique Zunzunegui, amigo de Juan Manuel y Lucía, lleva las riendas de un precioso enganche por la amplia zona ajardinada trasera.

Pero San Pelayo no es un hotel, sino una propiedad singular y privada donde vosotros vivís y solo abrís para ocasiones muy exclusivas.

Sí, en cada evento se cierra el edificio en su totalidad con 15 habitaciones. Se organizan reuniones de empresa, consejos de administración, comités de dirección, cacerías, celebraciones familiares o actividades que tengan que ver con la naturaleza. En el futuro, queremos construir un campo de golf y un helipuerto.

Todo empezó en el Madrid de los sesenta 

Lucía nos recibe en su casa, sonriente y llena de energía. Nos conduce por todos los rincones del monumental edificio relatando el origen de cada pieza, de cada mueble, de cada obra de arte. Las habitaciones conservan su nombre original: la sala capitular, la cilla, el refectorio, la cocina medieval… y cada una cuenta una historia. Para dirigir el proyecto de reconstrucción, contrataron a los arquitectos Rafael Manzano Martos, Antonio Conejero e Ignacio Vicens. 

Lucía y Lolo montan a "Talibán" y "Genil", en el interior del ábside© Victoria Muñoz
Lucía y Lolo montan a "Talibán" y "Genil", en el interior del ábside, donde siguen organizando celebraciones familiares
Lucía y Lolo junto a una figura de San Pelayo© Victoria Muñoz
Junto a una figura de San Pelayo, que da nombre a la propiedad

De los interiores se encargó la propia Lucía, que, con mucha gracia, explica que para acometer este monumental proyecto de decoración ha copiado todo lo que ha podido, pero también ha contado con algunos asesores. "Ignacio Medina, duque de Segorbe, nos llevó a conocer un monasterio al lado de Toledo, cuya propietaria era una señora elegantísima, para que lo tomáramos como modelo. Es la casa más bonita que yo he visto en mi vida, y Lula es una señora con un gusto exquisito. Ella, gracias a Dios, me acogió y venía periódicamente a ver las obras, a darme ideas… y me enseñó tantísimo que le estoy eternamente agradecida". Tengo que añadir la colaboración esencial de muchos artesanos de toda España y personas contratadas que nos ayudaron a lograr lo que es hoy.

Una vista del claustro© Victoria Muñoz
Una vista del espectacular claustro

 La vuestra es una preciosa historia de amor, que comenzó en los años sesenta. ¿Cómo os conocisteis, Lucía? 

Juan Manuel y yo nos conocimos muy jóvenes los dos, estudiando en Madrid. Empezamos a vernos y, al mes, mi padre, que era todo un carácter, le pidió que viniera a casa para preguntarle cuáles eran sus intenciones. El pobre no supo qué decir, nos conocíamos muy poco. Pero la verdad es que, a partir de ese día, no nos hemos separado nunca.

Juan Manuel, Lucía, Lolo y Marta nos reciben en uno de los salones principales de la casa© Victoria Muñoz
Juan Manuel, Lucía, Lolo y Marta nos reciben en uno de los salones principales de la casa

Habéis logrado levantar un imperio empresarial, pero los orígenes no fueron fáciles, ¿verdad?

Fueron años de muchísimo muchísimo trabajo y esfuerzo. En ocasiones, hemos estado endeudados y siempre hemos salido adelante. El primer trabajo de Juan Manuel, después de terminar ICADE y el IESE, fue en Cádiz, en una empresa familiar ajena a nosotros. Se trataba de un negocio con barcos de pesca de altura entre Marruecos, Argentina y España, patrimonio inmobiliario, así como piscifactorías. Vivimos allí tres años.

En 1991, Juan Manuel y Lucía pidieron un préstamo para comprar la fábrica de galletas de Siro. Ese fue el comienzo de una larga y exitosa carrera empresarial. Grupo Siro ha llegado a producir 200 millones de kilos al año y a facturar 400 millones de euros

Una imagen del interior del monasterio© Victoria Muñoz
Los muros altísimos, los techos abovedados, los tapices, las alfombras, las enormes chimeneas y las lámparas, encargadas por Lucía a un herrero local, dan la bienvenida al monasterio

Poco que ver con las harinas de trigo, que es lo vuestro.

Verás. Después de Cádiz nos marchamos a La Mancha, donde la familia paterna de Juanma tenía cinco fábricas de harina, una de pienso y una de pastas alimenticias. Durante los once años que vivimos en Campo de Criptana, la facturación se multiplicó, había 350 personas trabajando con nosotros, camiones de reparto por toda España, una fábrica en Baena (Córdoba), otra en Aranjuez… Después de esos años, y por diferencias con la familia sobre la gestión de la compañía, Juan Manuel decidió presentar su carta de dimisión y nos volvimos a Madrid, a casa de mis padres, sin nada de nada. A empezar de cero. 

El salón del monasterio© Victoria Muñoz
El salón en la zona privada, donde viven los propietarios, con un precioso artesonado de madera

Y sin un sitio donde vivir.

Vivíamos en Madrid. Durante ese invierno, mientras él trabajaba en una empresa de capital riesgo, surgió la oportunidad de comprar la fábrica de galletas de Siro, en Venta de Baños, Palencia, vendida por la familia propietaria a Danone. Para poder comprar aquella fábrica pedimos un préstamo al Banco de Granada. Aunque éramos muy jóvenes, don Tomás Parejo, el presidente del banco, confió en nosotros. Nos avalaron mis padres y mis suegros, porque nosotros no teníamos nada.

¿Pudisteis devolver aquel préstamo? 

Sí, a los dos años. Cuando llegamos a la fábrica, en Venta de Baños, nos reunimos con los abogados de Danone, el CEO francés, Juanma, y yo con el comité de empresa. Se quedaron de piedra porque éramos jovencísimos y totalmente desconocidos. Cuando compramos la fábrica eran 80 trabajadores y la tarea fue descomunal, pero todos trabajamos codo con codo: yo llevaba palets y lo que hiciera falta. Como te digo, a los dos años habíamos devuelto el crédito y teníamos 150 personas empleadas. Pedimos otro crédito y compramos la fábrica de Reglero. Cuando terminamos de pagar Reglero, compramos la fábrica de pasta Barilla, en Valencia. Siempre hemos estado endeudados, pero también hemos cumplido. 

Juan Manuel gestionaba estas empresas, que no eran rentables, hasta que las volvía a poner en valor. Los últimos 25 años hemos sido proveedores de Mercadona, donde aprendimos muchísimo de gestión, de recursos humanos y de todo. Hemos llegado a tener 18 fábricas y 5.000 personas, de las que más de 700 eran grupos de personas en riesgo de exclusión social. Por toda esa labor hemos recibido los máximos reconocimientos en nuestras vidas: en Naciones Unidas, en diciembre de 2016; la medalla de oro al Mérito del Trabajo, y caballeros al Mérito Agrario y Alimentario.

Lucía Urban es la artífice de los interiores; junto a ella, Marta Arias, en una de las mesas que decoran juntas cuando hay invitados© Victoria Muñoz
Lucía Urban es la artífice de los interiores; junto a ella, Marta Arias, en una de las mesas que decoran juntas cuando hay invitados

"He aprendido mucho y tengo mucha práctica en decorar casas, porque me he mudado 34 veces. Cada vez que abríamos una fábrica, allá que nos íbamos a vivir"

Y luego llegó el momento de salir al extranjero, ¿verdad?

Después decidimos internacionalizarnos y compramos la fábrica de Portugal, luego Italia. Más tarde, México, en Tepejí del Río, a unos 250 kilómetros de la capital, que ya estaba funcionando con 400 personas, casi todas mujeres. Este proyecto fue precioso, porque estas mujeres se convirtieron en cabeza de familia, sacaron adelante a sus hijos y pudieron administrar su propio dinero. Para continuar, construimos una fábrica de galletas en Worksop, al norte de Londres, donde quisimos emplear, sobre todo, a veteranos de guerra. 

Cuando todavía no habíamos terminado de modificarla, ya se nos había quedado pequeña. Todo ha sido un disparate, pero también ha sido apasionante. Los ingredientes han sido el entusiasmo, el trabajo, la perseverancia y la valentía. Hace tres años, vendimos el 75 por ciento de Siro a un grupo de inversores para así asegurar el futuro de la totalidad de los trabajadores y de esa empresa que hemos tenido la suerte de crear durante estos 35 años y donde ya no estamos en la gestión. Nuestra vida ahora está aquí, en San Pelayo, con el empeño de hacerlo sostenible y poder dar contenido a la fundación.

El receptorio de los monjes que ahora es un comedor© Victoria Muñoz
El receptorio de los monjes ha mantenido su función. Ahora es un elegante comedor para 60 personas. Las sillas son antiguas, tapizadas con tachuelas y cada una es de un color distinto

El monumental proyecto de reconstrucción

Mientras el monasterio renacía de sus ruinas, Lucía empezó a poner en marcha el gigantesco proyecto de su montaje. Los operarios la llamaban "sor Lucía", porque se pasaba la vida recorriendo el monasterio en obras. Ella viajaba a París y compraba muebles y piezas decorativas en la feria Maison Object. Pero en casa descubrió el mayor de los tesoros: el trabajo artesanal de la madre de Juan Manuel, Marisa que, tras la inesperada muerte de una de sus hijas a los 16 años, y para superar el dolor, se convirtió en una apasionada de la restauración de muebles, donde lideraba un equipo de cinco carpinteros que le daban soporte.

El comedor donde se conserva una vajilla que regaló la reina Victoria Eugenia© Victoria Muñoz
El comedor, donde se conserva una vajilla que regaló la Reina Victoria Eugenia a uno de sus amigos y que Lucía y Juan Manuel adquirieron en una subasta
La cocina medieval© Victoria Muñoz
La cocina medieval

 A lo largo de toda su vida había reunido miles de preciosas piezas antiguas revividas por sus propias manos, como si supiera que un día encontrarían su sitio. Y aquí, en San Pelayo, conviven con muchas obras de gran valor histórico y artístico que Lucía y Juan Manuel han traído de otras propiedades suyas o han adquirido en subastas. "Antes de empezar San Pelayo tuvimos en Dueñas el proyecto de reconstruir la casa de los condes de Buendía, donde vivieron los Reyes Católicos en sus primeros años de matrimonio por ser familia. Allí nació su primogénita, la Reina Isabel de Portugal. El palacio era de adobe y sillares, con unos artesonados policromados impresionantes que estaban en muy mal estado. Pero no llegamos a un acuerdo con la Iglesia y tuvimos que abandonar el proyecto. 

La espectacular biblioteca del monasterio© Victoria Muñoz
En la biblioteca se guardan los libros que pertenecen a la fundación, dentro de una elegante "boiserie". En el techo, el artesonado ha sido fabricado expresamente en Portugal

Háblanos, Lucía, de algunos de los tesoros que contiene el monasterio. 

Gracias a siete años de trabajo de un equipo de arqueólogos de Valladolid, sabemos que hay restos romanos del siglo IV, visigóticos románicos ahora enterrados y documentados por Patrimonio, la iglesia gótica y el claustro renacentista. Hemos sacado de aquí 300 ovejas y 200.000 garrapatas —bromea—. Yo he copiado abundantes detalles, he aprendido a base de traslados y tengo mucha práctica en captar espacios en mi casa, porque me he mudado 34 veces en 48 años de matrimonio. Cada vez que abríamos una fábrica, allá que nos íbamos a vivir.

Y junto a la iglesia, un hallazgo increíble. 

Sí. Fue una sorpresa extraordinaria descubrir una sala de baños musulmana. Pensábamos que era la cripta, pero los trabajadores marroquíes del equipo que trabajaban en la obra fueron los que nos indicaron que se trataba de un hammán con restos de ventanas trilobuladas visigóticas.  

Una de las señoras en la puerta del monasterio© Victoria Muñoz
"Lucía y Juan Manuel ayudan a 850 personas con discapacidad, tienen becados a los hijos de sus empleados que son muy buenos en los estudios... Están todo el día ayudando a la gente", explica Lolo

"Hace dos años, vendimos el 75 por ciento de Grupo Siro a un grupo de inversores y ya no estamos en la gestión. Nuestra vida ahora está aquí, en San Pelayo, con el empeño de hacerlo rentable y poder mantener la fundación"

Lolo y Marta

Una vez que el monasterio recuperó su antiguo esplendor, Juan Manuel y Lucía entendieron que, para poder perdurar en el tiempo, el lugar debía ser autosuficiente y había que encontrar la manera de hacerlo sostenible. Entonces, hace dos años, conocieron a Lolo de Juan, que había fundado una empresa de biodiversidad llamada Green Life Country y ya gestionaba miles de hectáreas en otras fincas. En ese encuentro se entusiasmaron todos y le propusieron que se trasladara a vivir a San Pelayo con su mujer, Marta Arias Morales, con la que acababa de casarse.  

Lolo, ¿cuál es concre­tamente tu función en San Pelayo? 

Mi trabajo es dar a conocer el monasterio a la clientela más exclusiva de todo el mundo. Viajando mucho, asistiendo a muchas ferias internacionales y eventos donde ofrecerlo a personas que sean respetuosas y sepan valorar este lugar tan especial. Vienen de todas partes, sobre todo de América del Sur, Estados Unidos y norte de Europa.

En la casa se conservan varias colecciones© Victoria Muñoz
En la casa se conservan varias colecciones; una de ellas, de puertas de sacristía del siglo XVI.

¿Y puede venir cualquiera? 

No exactamente. Esto es un hogar e intentamos abrirlo solo a quien entiende los valores que aquí se recogen. Lo abrimos a grupos en exclusiva, por lo que no es un hotel. 

 ¿Alguna vez habéis dicho que no a algún famoso? 

Sí. Algunas personas quieren venir al monasterio, pero no siempre coinciden con nuestros valores. 

¿Qué actividades les ofrecéis? 

Normalmente, tenemos tres tipos de clientes: empresas que quieren celebrar aquí sus consejos de administración o comités de dirección; cazadores, y personas que vienen a vivir experiencias: paseos en coche de caballo, recogida de trufas y con su posterior degustación, conciertos a la luz de las velas, catas de vinos, fotografía de la fauna más emblemática de España… Con toda la creatividad del mundo. 

"Las obras de rehabilitación duraron catorce años y arrancamos su explotación hace dos, con la ayuda de Lolo de Juan, que gestiona la actividad cinegética y lleva la dirección de gestión y la divulgación comercial"

Lucía Urban© Victoria Muñoz

Además, Lolo, tú eres muy conocido por tus artículos y tus redes sociales. 

Tengo la suerte de tener mucho trabajo. Gestiono esta propiedad de miles de hectáreas y también otras tantas de otros lugares. Colaboro todos los meses con una página en ABC desde hace diez años, además de participar con El Debate y en otros medios de comunicación de radio y televisión. Llevo escribiendo 25 años y he publicado cinco libros, más dos que están en camino. 

¿Marta y tú vivís aquí desde que os casasteis?

Sí, y muy felices porque nos sentimos en familia. A Lucía y Juan Manuel los adoramos. Ellos tienen toda la energía necesaria para sacarlo adelante. Nos sentimos parte de este ambicioso proyecto lleno de sueños y retos donde compartimos valores idénticos. 

Una de las habitaciones del monasterio© Victoria Muñoz
Junto a numerosas piezas de gran valor artístico, el monasterio acoge el trabajo artesanal de la madre de Juan Manuel, Marisa, que, tras la inesperada muerte de una de sus hijas a los 16 años, y para superar el dolor, se convirtió en una apasionada de la restauración de muebles. Estas son algunas de las elegantes habitaciones de invitados

¿Cómo os conocisteis? 

Marta es de Granada, estudió en IEB y trabajó en KPMG. Su familia tenía una empresa con campo e inmuebles. Cuando falleció su padre, ella se hizo cargo de la administración de la sociedad encabezando la finca Cabeza Parda, en Andújar, en el corazón de Sierra Morena. Al comenzar a liderar esta nueva etapa le consultó a Cristóbal Martínez de Irujo —que es muy buen amigo mío— sobre temas de asesoramiento en temas de caza y de corcho. Él le recomendó que hablara conmigo y, además, le dijo ¡que yo no tenía novia!

Otra de las habitaciones del monasterio© Victoria Muñoz
Una habitación más del monasterio© Victoria Muñoz

 Marta, ¿qué milagro sucedió en Lourdes? 

Cuando conocí a Lolo, en mayo de 2023, me contó que se iba de peregrinación con enfermos a Lourdes. Al escucharlo sentí de repente que quería ir con él. Y doce días después nos fuimos para allá. Allí comenzamos a salir juntos. No es lo mismo conocerte de fiesta que verte allí de uniforme, sirviendo y ayudando a los demás. Nos miramos y pensamos: ¡merecemos la pena, vamos para adelante! En mayo de 2024, en el mismo sitio donde nos hicimos novios, delante de la Virgen, se puso de rodillas y me pidió que me casara con él.  

"Fueron años de muchísimo trabajo y mucho esfuerzo, pero, aunque siempre hemos estado endeudados, siempre hemos salido adelante"

La piscina interior, climatizada, con una chimenea© Victoria Muñoz
La piscina interior, climatizada y con una chimenea, se asoma a uno de los balcones que miran al jardín

¿Y os casasteis? 

¡Sí! En la finca de la familia de Lolo, El Zumajo, en septiembre de ese mismo año. Estuvimos unos días solos de luna de miel y después nos fuimos de safari a África con Juan Manuel y Lucía. Lo pasamos fenomenal. Fue una aventura inolvidable.  

Y os vinisteis a vivir a San Pelayo. 

Sí. Dos meses antes de casarnos, Lolo me contó que Juan Manuel y Lucía le habían contado el proyecto de San Pelayo y que le había enamorado. Y además le propusieron que viniera a gestionarlo. Nos vinimos aquí con los perros, los caballos… Hicimos una mudanza a la vez que organizábamos la boda.  

 Lucía, Lolo y Marta con los perros de la familia: "Gigi", "Lila", "Tita" y "Olé"© Victoria Muñoz
Lucía, Lolo y Marta con los perros de la familia: "Gigi", "Lila", "Tita" y "Olé"

¿Te gusta vivir en el campo? 

Sí, me encanta el campo y no echo nada de menos la ciudad. Aquí no nos aburrimos nunca, no paramos. Vamos muy a menudo a Madrid, y yo también a Andalucía.  

Los alrededores del monasterio© Victoria Muñoz
Marta con uno de los caballos© Victoria Muñoz

Una bonita manera de empezar vuestra vida juntos, Lolo. 

Estamos muy bien, nos apoyamos mucho el uno en el otro y ahora, en noviembre, Marta empieza en el Cordon Bleu, en Madrid. Tendrá que vivir allí entre semana y yo estaré yendo y viniendo, porque en este momento hay que esforzarse al máximo, pues el sueño de San Pelayo ya es una realidad. Tenemos energía, ilusión y el equipo humano liderado por Juan Manuel y Lucía es una piña. ¿Qué puede salir mal?

Otra imagen de la piscina climatizada© Victoria Muñoz

TEXTO

Mamen Sánchez

FOTOGRAFÍAS

Victoria Muñoz

REALIZACIÓN

Lola Delgado

ASISTENTE DE REALIZACIÓN

 Inés Esnal

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA

Ana Vega

FOTOGRAFÍAS ADICIONALES

Cortesía de la Fundación Gonzalez Derna Urban

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.