La vida de Mariangela Leone Jamal podría narrarse como un relato lleno de contrastes: una juventud serena y feliz, marcada más tarde por el gran dolor por la pérdida temprana de sus padres, seguida de un renacer personal junto a quien hoy comparte su vida, Ali Jamal. Con él ha formado una familia unida, con sólidos valores y dos hijos gemelos que completan su día a día. El escenario, en esta ocasión, es su residencia estival en Porto Cervo, situada en un enclave privilegiado frente al puerto deportivo, considerado uno de los más distinguidos del Mediterráneo.
La vivienda se despliega en distintos niveles que descienden por la ladera, conectados por senderos y jardines rebosantes de flores y cuidadosamente diseñados. En cada tramo, se distribuyen las habitaciones hasta llegar a los inmaculados salones principales, que, al anochecer, se transforman bajo una iluminación envolvente y mágica.
En la parte más alta, las terrazas ofrecen una vista única del entorno. Cuatro piscinas, distribuidas a lo largo de la propiedad, completan este singular proyecto arquitectónico concebido por Mariangela y su esposo, empresario originario de Kuwait. La construcción refleja la trayectoria de ambos, así como su forma de entender la vida. Al margen del foco público, Mariangela, una mujer amable y prudente, prefiere vivir con discreción, centrada en su familia y en los detalles que conforman su hogar y su día a día.
Raíces familiares
—Cuéntanos, ¿cuáles son tus raíces? ¿Cómo fue tu infancia, tu familia, tu historia?
—Soy de origen italiano y, desde hace ocho años, estoy casada con Ali Jamal. Juntos tenemos dos hijos, Jassim y Alexander, gemelos de cinco años, con quienes vivimos en el Principado de Mónaco, donde hemos formado nuestro hogar. Mis raíces familiares están en Cerdeña y, desde hace generaciones, nos hemos dedicado al sector del petróleo y la maquinaria agrícola. Mi abuelo fue socio del príncipe Karim Aga Khan y participó activamente en el desarrollo de la Costa Esmeralda, una etapa muy significativa para nuestra historia familiar.
Crecí en Milán, en un entorno dinámico y creativo, y, más adelante, me trasladé a Estados Unidos, donde estudié Arte Contemporáneo en Nueva York. Esa experiencia marcó profundamente mi camino profesional. En 2017, decidí fundar, en Milán, mi propio estudio de diseño de interiores, que lleva mi nombre, con el que desarrollé proyectos en distintas ciudades europeas, entre ellas Milán, Londres y St. Moritz.
El arte y el diseño han sido siempre mi mayor pasión. Sin embargo, con el tiempo, opté por hacer una pausa en mi carrera para dedicarme plenamente a mi familia, especialmente en una etapa muy dolorosa en lo personal. Mi madre enfermó y, tras su fallecimiento, también perdí a mi padre, ambos a causa del cáncer. Fue un periodo difícil que me llevó a reordenar mis prioridades. Actualmente, formo parte del consejo de administración de las empresas familiares junto a mi hermano, Nicolò, y sigo viviendo en Mónaco, enfocada en la crianza de mis hijos.
—¿Cómo surgió tu historia con Ali Jamal y en qué momento de tu vida lo conociste?
—Lo conocí hace diez años, en Londres, durante una cena con amigos. Esa noche no hablamos mucho, solo intercambiamos algunas palabras, nada especial. Luego descubrí, para mi gran sorpresa, que le había pedido mi número a nuestro amigo en común... ¡sin que yo supiera nada! Debo decir que no fue amor a primera vista, de hecho, me sorprendió bastante que mi amigo se atreviera a darle mi número sin preguntarme.
—¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?
—Él no se rindió. Empezó a escribirme, a buscarme, siempre con delicadeza y respeto. Tuvo que cortejarme durante casi ocho meses antes de que aceptara salir con él en una primera cita de verdad. Y debo decir que, con el tiempo, su constancia, su dulzura y su forma de ser me conquistaron literalmente. No hacía grandes gestos, pero siempre estaba presente. Era sincero y atento. Y eso, para mí, marcó la diferencia.
Aproximadamente un año después de aquel primer encuentro, me pidió que me casara con él. Y fue aquí, en esta casa de Porto Cervo, que hoy se ha convertido en un lugar tan simbólico e importante para nosotros. De entrada, a mi padre no le fue fácil aceptar nuestra relación. El hecho de que fuera árabe, con una cultura diferente a la nuestra, le preocupaba un poco. Era una diferencia que, al principio, parecía difícil de comprender y aceptar.
Pero las cosas cambiaron rápidamente: cuando mi padre tuvo la oportunidad de conocerlo de verdad, se dio cuenta de su profundidad, del respeto que sentía por mí y por nuestra familia. Y así nació entre ellos un vínculo muy bonito. De hecho, puedo decir que, con el tiempo, se han querido mucho. Mi padre le tenía un gran respeto y entre ellos había una relación sincera, casi fraternal. Verlos tan unidos fue una de las cosas que más me confirmó que había tomado la decisión correcta.
—¿Cuál es el origen familiar de tu marido y a qué actividad profesional se dedica?
—Tiene 43 años y es fundador, presidente y director general de Azura Partners, una empresa global de gestión patrimonial privada que creó en 2019. La empresa ofrece servicios a personas con grandes patrimonios y cuenta con ocho oficinas internacionales en ciudades como Nueva York, Mónaco, Londres, Ginebra, Abu Dabi, Dubái, Miami y Singapur. Estudió en la Universidad de Harvard y, tras graduarse, trabajó durante diez años en bancos privados suizos, Después de esa experiencia, decidió emprender y fundar su propia compañía, que hoy es un referente en su sector.
"Reconecto con mi familia"
—Porto Cervo es un lugar muy especial para vosotros ¿Qué significa esta casa en vuestras vidas?
—Habiendo pasado gran parte de mi vida viajando —responde Ali—, entre aviones, reuniones y cruzando husos horarios, este hogar es el lugar donde realmente reconecto con mi familia y mis amigos. Mi mujer ha creado lo que para mí es una de las casas más bonitas del mundo. La vista desde aquí me relaja muchísimo, es mi santuario.
—¿Dónde habéis establecido vuestra residencia?
—En 2017, tomamos una decisión importante: mudarnos a Mónaco. La seguridad siempre ha sido una prioridad para nosotros, y el principado sigue siendo uno de los lugares más seguros de Europa, lo que fue clave a la hora de elegir dónde vivir. Inicialmente, pensábamos establecernos en Londres, donde también tenemos una casa, pero, en los últimos años, la ciudad ha cambiado mucho.
El clima gris y lluvioso, junto con una creciente sensación de inseguridad, hicieron que fuera cada vez más difícil para nosotros sentirnos a gusto allí. Por eso optamos por quedarnos en Mónaco, y puedo decir con total seguridad que fue la mejor decisión. La calidad de vida es excelente, estoy cerca de Italia, el sol brilla casi todo el año y, lo más importante, hay un equilibrio perfecto entre bienestar y seguridad que es difícil de encontrar en otros lugares.
—Después de contarnos por qué decidisteis vivir en Mónaco, ¿qué nos puedes contar sobre tu casa aquí y el legado que representa para vosotros?
—La casa en Cerdeña es un lugar muy especial para mí, porque fue la casa de mis abuelos. Fue construida en 1968 por el arquitecto Polese y luego reformada por Jacques Couelle. Es, sin duda, la casa de mi corazón, donde pasé mi infancia y viví los mejores veranos de mi juventud. En 2017, mi marido y yo decidimos emprender una reforma casi completa, pero siempre respetando la armonía propia de la Costa Esmeralda.
Quisimos mantener el espíritu original, pero dándole un toque contemporáneo, incorporando todas las comodidades actuales. Así, añadimos un ascensor tipo lanzadera, cuatro piscinas y cuidamos mucho el diseño del paisaje para crear un entorno encantador. También preservamos detalles originales, como las puertas con incrustaciones de hierro que mantienen el diseño rombo gallures para conservar esa conexión con la historia y la tradición del lugar.
"Mis raíces familiares están en Cerdeña y, desde hace generaciones, nos hemos dedicado al sector del petróleo y la maquinaria agrícola"
—¿Cómo es vuestro estilo de vida durante las vacaciones?
—Durante el verano, nuestra vida en Costa Esmeralda es muy intensa y social. Estamos siempre muy ocupados en la vida mundana de Porto Cervo, entre eventos, cenas y momentos de relax compartidos con viejos amigos italianos.
—¿Qué planes soléis hacer?
—A menudo salimos en barco, disfrutando del maravilloso mar y los días soleados para explorar las calas más bonitas del archipiélago de La Maddalena o Cavallo. Nos gusta bajar del barco y tomar un aperitivo en Porto Raphael, que es el lugar favorito de mi marido, aunque también disfrutamos del silencio del mar, lejos del bullicio. Las cenas en los yates son una constante, muchas veces en compañía de viejos amigos o de nuevos y fascinantes encuentros que el ambiente veraniego facilita de forma natural.
"Estamos siempre muy ocupados en la vida de Porto Cervo, entre eventos, cenas y momentos de relax compartidos con viejos amigos italianos"
—¿Tenéis algún lugar preferido para comer o salir por la noche?
—Las comidas en Cala di Volpe son uno de nuestros momentos favoritos, con un ambiente único, una cocina deliciosa y unas vistas que nunca dejan de impresionarnos. Por la noche, solemos ir a Pedrinelli o Zuma, dos de nuestros restaurantes favoritos en este lugar. Pero tampoco faltan las veladas en casa, que disfrutamos tanto como las salidas. Nuestro chef es excelente y siempre consigue sorprendernos a nosotros y a nuestros invitados con platos italianos refinados y creativos.
Invitar a amigos a cenar en nuestro jardín o junto a la piscina se ha convertido en un ritual, una forma íntima de compartir todo lo que nos encanta de este lugar. Es un estilo de vida que combina elegancia, convivencia y esa sensación de libertad que solo Porto Cervo ofrece en verano. Un equilibrio perfecto entre la vida social y el placer auténtico.