Organizar una librería parece fácil… hasta que lo intentas. Colocas unos cuantos libros, pones un jarrón mono, encajas esa foto de hace mil años y, de pronto, tienes delante un caos sin sentido o un mueble que no sabes muy bien qué pinta ahí.
Para evitar ese resultado, hay que aplicar un poco de criterio y otro poco de sentido del ritmo. Manuel Espejo lo tiene claro: no se trata de llenarla a tope ni de dejarla medio vacía, sino de encontrar ese equilibrio que hace que funcione sin que parezca forzada.
¿El objetivo? Que encaje con el salón, que tenga orden pero sin rigidez, y que diga algo sin tener que contarlo todo. Si te suena complicado, tranquila: con estos consejos vas a querer ponerte a recolocar baldas en cuanto termines de leer.

Libros sí, pero no solo
Una estantería llena solo de libros puede parecer el archivo de una editorial. Y si solo hay adornos, te arriesgas a que parezca el escaparate de una tienda. "La clave está en encontrar un equilibrio natural: una proporción de 80% libros y 20% objetos decorativos suele funcionar a la perfección", recomienda Manuel.
Esa mezcla permite que el conjunto tenga contenido y también un poco de gracia visual. No hace falta que midas con regla. Si al mirarla te da la sensación de que tiene aire y no agobia, vas bien.
Este proyecto de Raquel González es una inspiración perfecta: la interiorista, con ayuda de la estilista Cristina Rodriguez Goitia, decoró el gran mueble del salón con libros colocados al revés y jarrones, cuadros y esculturas en los tonos de la decoración.

Adornos que suman
No se trata de rellenar huecos por rellenar. Nada de colocar ese jarrón feo por compromiso o ese souvenir sin gracia. Los objetos decorativos deben tener algo: textura, forma, una historia… "Lo importante es que cada pieza tenga presencia, como si estuviera ahí por una buena razón”, insiste Manuel.
Piensa en pequeñas esculturas, cerámicas delicadas, fotografías en marcos discretos o una vela colocada con intención. Y mejor pocos y bien puestos que una acumulación sin ton ni son. Fíjate cómo se ha hecho en esta zona de trabajo, decorada con muebles de Furniture Village.

Color con cabeza
Una librería atractiva suele tener un hilo conductor que hace que todo encaje, un nexo que puede ser el color. "Una paleta bien pensada consigue que todo se vea armonioso. Y no hace falta que todo combine como un catálogo.
Con elegir tres o cuatro tonos que se repitan aquí y allá, en portadas y objetos, ya se crea una sensación de unidad", dice el interiorista. Puedes repetir tonos de la decoración, como hizo el equipo de Molins Design en este proyecto, o meter algún contraste suave, pero eso sí: si todo tiene un color distinto, se desmadra.

Ni todo simétrico, ni a lo loco
A la hora de colocar, también cuenta cómo se distribuyen las cosas. "La simetría aporta orden y sobriedad. La asimetría, dinamismo y naturalidad”, explica Manuel. Lo ideal, como casi siempre, es jugar con las dos (así se ha hecho en este salón, decorado con muebles de Brabbu).
"Puedes tener baldas estructuradas de forma simétrica y, dentro de ellas, romper con colocaciones más libres. Así no queda ni rígido ni caótico. Y sobre todo, da juego a que cada estante tenga un ritmo propio", apunta el interiorista.

Cómo ordenar los libros sin volverse loca
¿Los colocamos por tamaño, por color o por temática? Depende. "Si sueles leerlos o consultarlos a menudo, lo más práctico es organizarlos por temática. Pero si buscas que desde el sofá se vea ordenado y con rollo, agruparlos por colores tiene su punto", apunta Espejo que, en este caso, optó por combinar distintos criterios y jugar con la disposición de las colecciones para que la librería no resultara demasiado rígida ni monótona.
En cuanto a la idea de ordenar los libros por tamaño, el interiorista aconseja hacerlo solo si es para cuadrar un hueco concreto.

La luz también cuenta
Una librería bien iluminada puede pasar de anodina a espectacular. "La iluminación realza los volúmenes y da protagonismo a ciertos objetos", explica Manuel. Según el interiorista, lo ideal son tanto las tiras LED empotradas en las baldas, como pequeños focos dirigidos a zonas concretas.
En este proyecto de Covet House se han combinado las dos soluciones. Y eso sí: mejor luz cálida y suave que una fría de hospital. Ya verás cómo no solo cambia el ambiente… ¡También te ayudará a leer los títulos!

Trucos para aligerar
Cuando la librería es pequeña, hay que afinar más. "Dejar espacios vacíos entre grupos de objetos y jugar con colores claros ayuda a aligerar visualmente la estructura. También, para ganar profundidad visual, puedes colocar una trasera de espejo igual que hizo el interiorista en el salón wellness que proyectó para la firma Technogym, en Casa Decor 2025.
En este caso, los libros están colocados del revés, es decir, mostrando las páginas en lugar de los lomos, lo que aporta una sensación de uniformidad, orden y ligereza visual. El fondo oscuro realza los tonos del papel y crea un contraste limpio y sofisticado.

Personalidad sí, pero con orden
¿Dónde encajan las fotos, recuerdos, figuritas o detalles sentimentales? "Limita los objetos personales a unos pocos bien elegidos y colócalos de forma estratégica", recomienda Espejo, quien insiste en la idea de que el orden no tiene por qué ser frío ni la personalidad, un caos.
Así que, ya sabes: nada de mezclar todo sin orden ni concierto. Mejor agrupar por familias o colores y combinarlos con elementos más neutros que los enmarquen. Mira qué bien se ha resuelto en la librería de este salón, decorado con muebles de Sofology: los libros colocados en orden y entre ellos se cuelan objetos que dejan claro quién vive allí y lo mucho que le gusta la música.

Jugar con formatos y vacíos
Para evitar el efecto bloque, conviene variar posiciones y dejar respiros. "Combinar libros en vertical y en horizontal funciona muy bien. Rompe la monotonía y añade dinamismo. Además, si apilas tres o cuatro ejemplares ganarás una superficie para colocar un objeto decorativo encima, que queda muy bien.
Y no lo dudes: deja espacios vacíos. Una balda desahogada, bien colocada, vale más que cien llenas a presión", apunta el interiorista. Inspírate en esta estantería de roble, un diseño de De la Villa Studio que encontrarás en Canica.
Los libros no están todos colocados iguales: algunos van en vertical, otros en pilas horizontales. Así el conjunto gana movimiento. También hay adornos que encajan sin recargar y huecos bien repartidos que aligeran el conjunto.

Un extra de estilo
Cuando parece que ya está todo colocado, Manuel Espejo propone ir un paso más allá con esos pequeños gestos que terminan de redondear la composición. Por ejemplo, jugar con las profundidades: no hace falta que todo esté perfectamente alineado.
Retrasa unos elementos, adelanta otros y crea capas visuales. También puedes superponer: un marco pequeño delante de unos libros tumbados o una figura delante de una ilustración apoyada al fondo da más dinamismo.
Y si quieres añadir algo vivo, recurre a las plantas. Basta con ver esta estantería del sistema K1, de Kriptonite, para darse cuenta de que el verde suaviza, anima y equilibra. "Cuidado con convertir la estantería en una jungla. Una pequeña maceta o incluso una planta colgante en un lateral es suficiente para poner un toque de frescura y romper la rigidez del conjunto", advierte el interiorista.
Otro truco que recomienda es rotar de vez en cuando lo que expones. Como si fuera una mini galería personal, cambia objetos según la estación, el humor o simplemente porque te apetece. Y para esas cosas que no sabes si enseñar o esconder, usa una caja decorativa o un recipiente cerrado. Porque sí, también hay espacio para un poco de misterio entre baldas", concluye.