Entrar en el Instituto de Belleza Guerlain de París es cruzar las puertas de uno de los grandes templos del mundo de la belleza. Allí la belleza se hace arte, en el más amplio sentido de la palabra.
Y es que el arte es uno de los grandes protagonistas de este lugar, pues la familia Guerlain no dudó, allá por 1937, en fichar a uno de los decoradores más vanguardistas de la época, Jean-Michel Frank, para que creara un universo en el que las mujeres de la primera mitad del siglo disfrutaran de sus adelantos en el mundo de la cosmética, creando el complemento perfecto de sus productos de tratamiento y maquillaje.
Así, el mítico local del número 68 de los Campos Elíseos que abrió sus puertas en 1939 fue decorado por los diseñadores más importantes de la época, como Diego Giacometti, Pierre Patiné o Christian Berard. Su valor artístico en la actualidad está fuera de duda, tanto que ha sido declarado monumento histórico-artístico por el Gobierno francés. Con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los salones de belleza más veteranos de París, lo que le convierte en todo un clásico, frecuentado por muchos rostros de la alta sociedad parisina.
La firma Guerlain considera su Institut de Beauté parisino como el estandarte de la marca. La atención personalizada es la clave de sus tratamientos, de los cuales, sin duda, el rey del centro es el facial.
Tantos años centrados en este cuidado del cutis hace que en el salón la paciente pueda disfrutar de dos tratamientos exclusivos de la casa: el masaje manual Guerlain y el método Actilift Guerlain. Con el masaje, cada músculo de la cara recibe 25 presiones, por lo que, tras los 19 minutos de duración del masaje, el rostro y el cuello notan los efectos. Por su parte, el Actilift se basa en la alta tecnología por ultrasonidos, lo que consigue que la piel de cualquier mujer recobre su resplandor.
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