¿Cómo saber si una fragancia es buena? El perfumista Ramón Monegal da las claves y presenta su último lanzamiento


Los mitos más extendidos y verdades sobre uno de los regalos más solicitados estas fechas


Image© Ramón Monegal
18 de diciembre de 2025 - 13:00 CET

Elegir un perfume es todo un arte. En invierno, entre capas de ropa y encuentros cercanos, el aroma adquiere un papel todavía más protagonista: acompaña, define y permanece. Pero, ¿cómo saber si una fragancia es realmente buena? ¿Qué diferencia a un perfume memorable de uno que pasa desapercibido? Para Ramón Monegal, maestro perfumista y una de las grandes figuras de la perfumería de autor, la respuesta no está en las modas ni en las etiquetas, sino en el mensaje que el olor transmite.

¿Bueno o malo? Un buen perfume se puede comer”, asegura Monegal, rememorando una enseñanza clave de su maestro Jordi Pey. Con esta frase resume una idea esencial: la calidad de una fragancia empieza en sus ingredientes. Flores, especias, raíces o frutos —cuando están bien seleccionados y trabajados— resultan casi apetecibles. Pero, más allá de la materia prima, lo verdaderamente importante es la coherencia entre el perfume y quien lo lleva: “Un perfume es bueno o malo si el mensaje que comunican sus ingredientes está en sintonía con nuestra actitud y personalidad”, explica.

Matador, magnetismo convertido en perfume

Esta filosofía está muy presente en su última creación, Matador, incorporada a la Spanish Collection, una fragancia que nace como una interpretación del arte de la provocación. Lejos de entenderla como algo estridente, Monegal la concibe como una actitud vital: no esperar a que las cosas sucedan, sino salir a conquistarlas. Una idea que conecta especialmente con esta temporada del año, momento de introspección, pero también de reuniones, celebraciones, nuevos comienzos y propósitos.

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En Matador, la composición olfativa se ha construido desde el contraste y la intención. En las notas de salida, el palo de rosa, el comino y el incienso introducen un inicio especiado e inesperado. El corazón floral —jazmín, magnolia y rosa— aporta equilibrio y sensualidad, mientras que el fondo de almizcle, sándalo y coco envuelve la piel con una calidez persistente, pensada para desarrollarse lentamente con el paso de las horas. El resultado es una fragancia seductora, poderosa y magnética, diseñada para dejar huella sin necesidad de imponerse.

Para Ramón Monegal, el perfume no debe juzgarse solo por su olor inicial, pues hay otros factores que influyen en su calidad, como “la estética, el desarrollo del sillage y la duración de la composición”, señala. Pero insiste en que lo esencial es el mensaje que se puede descifrar a través del origen botánico de los ingredientes y de sus moléculas. De ahí, su conclusión: “No hay perfumes buenos o malos, hay perfumes bien o mal maridados”.

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Ese concepto de “maridaje” está estrechamente ligado a la idea de Imagen Olfativa, un término desarrollado por el propio Monegal para definir cómo el perfume comunica quiénes somos: “El olor del perfume es el verdadero responsable de nuestra Imagen Olfativa, agrega. Una imagen invisible que precede a la presencia y perdura, y que debería adaptarse, igual que lo hacemos con las prendas de vestir o los accesorios, a cada momento vital.

Fidelidad a un solo aroma, ¿sí o no?

El perfumista no defiende una fidelidad rígida a un solo aroma. Al contrario, invita a experimentar. “Estoy a favor de combinar varios olores diferentes, en distintas partes del cuerpo, y sin la obligatoriedad de dejar de ser fiel al perfume de toda la vida”, reflexiona. Una visión especialmente interesante en invierno, cuando el perfume se fija más a la piel y permite jugar con capas, contrastes y matices.

Otro de los grandes mitos que desmonta es el de la estacionalidad. “El perfume no tiene estacionalidad, como no la ha tenido durante miles de años”, expresa. Para él, esta clasificación responde más a criterios comerciales que artísticos. Cuando el perfume se entiende como arte —al igual que la música o la pintura— su objetivo no es adaptarse a una temporada, sino permanecer. 

Tampoco cree en las divisiones por género o edad. “El olor no tiene género, ni tiempo, ni edad”, afirma con rotundidad. La audacia, el deseo de trascender o la necesidad de expresarse a través del aroma son cualidades humanas, no masculinas ni femeninas. Esta idea atraviesa su último lanzamiento, concebido desde el instinto y la libertad creativa.

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Un regalo con alma que permanece

En un momento del año en el que el perfume se convierte también en uno de los regalos más significativos, esta nueva creación se presenta como algo más que una fragancia. Es una declaración silenciosa de carácter, una forma de comunicación invisible que acompaña, seduce y permanece. Porque, como resume Monegal, el perfume no necesita gritar para hacerse notar: habla en silencio en nombre de quien lo lleva.

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