Durante casi dos años, Ariana Grande ha vivido dentro de Glinda. No solo la ha interpretado: la ha habitado. El rubio platino, el brillo constante y la dulzura teatral de la “buena bruja” de Wicked se convirtieron en una extensión de sí misma, una especie de piel prestada que la acompañó dentro y fuera del rodaje. Ahora, con la promoción de Wicked: For Good en París, la actriz y cantante comienza a despojarse de ese personaje que la ha definido tanto. Y lo hace con un gesto que parece sencillo pero que en ella tiene peso: vuelve a su melena castaña, su color natural. Un regreso simbólico, casi introspectivo, que coincide con un maquillaje inesperado, de palidez milimétrica y labios desnudos, con ecos de las geishas. Como si, después de tanta luz, necesitara volver a sentir algunas sombras.
El look: un vestido 'vintage' de los años 50
En la ciudad del amor, donde presenta la continuación del musical, Ariana ha apostado por un diseño recuerda a la elegancia contenida del Hollywood de posguerra . El vestido —una pieza midi de origen años 50 seleccionada por Law Roach en una boutique de segunda mano de Beverly Hills— juega con el contraste: negro sobrio por fuera, fucsia por dentro, línea clásica con corsé oculto y tirantes finos que recuerdan el patronaje de la década. La capa con forro rosa y los detalles florales aportan el toque dramático necesario para una premiere de este calibre sin caer en la estridencia. Zapatos negros de tacón, pendientes de diamantes discretos y un recogido con moño completan el look.
Adiós Glinda: vuelve a ser ella
El regreso al castaño no es anecdótico en la carrera de Ariana Grande. La cantante saltó a la fama en televisiones y escenarios con tonos caoba y castaños; el rubio platino, llegado con Wicked, fue una herramienta actoral que la transformó tanto física como personalmente. La artista ha admitido esta semana que interpretar a Glinda le ha permitido “darse permiso” para ser quien quiere en su trabajo y, poco a poco, en su vida. Volver al color natural —o al menos a una versión cercana de él— puede leerse como la consecuencia lógica de ese proceso: despojarse del maquillaje del personaje fuera de cámara para recuperar una identidad propia ante el público.
El maquillaje inspirado en las geishas
Si en moda el vestido ha sido un viaje hacia el pasado, en belleza la referencia es otra historia. No ha seguido la misma lógica de volver a su yo. En lugar de reforzar ese regreso con un rostro cálido o bronceado, Ariana ha sorprendido con una propuesta casi conceptual. El maquillaje ha tomado prestado elementos de la estética geisha: un lienzo facial muy pálido —probablemente logrado con polvos translúcidos o bases matificantes aplicadas con técnica de cobertura fina—, cejas aclaradas hasta casi mimetizarse con la piel y labios en tono nude con un brillo sutil.
Los ojos, en contraste, se definen con una raya negra marcada y pestañas largas y muy curvadas: la fórmula crea una fisonomía que concentra la atención en la mirada y aligera el resto del rostro. El peinado, un moño recogido con raya lateral, refuerza la pureza del conjunto y responde además a una tendencia clara en pasarelas y street style: los recogidos estructurados con volumen.
Con esta aparición, Ariana Grande demuestra que su relación con Wicked ha trascendido la pantalla. Ha absorbido parte de la estética del cuento, la ha reinterpretado y, al mismo tiempo, ha aprendido a soltarla. En definitiva, la noche en París ha sido un capítulo visible del proceso de Ariana Grande para reconciliar personaje y persona.










