Uno de los mitos más extendidos con respecto a los cosméticos es que, con el tiempo, nuestra piel puede acostumbrarse a ellos y dejar de actuar. Pues bien, "la piel puede efectivamente acostumbrarse a determinados activos, y podemos desarrollar mayor tolerancia a ellos, lo que se traducirá en un menor efecto", asegura la farmacéutica Marta Ortega. Para comprender a qué le llama esta experta ‘acostumbrarse’ sirve de ejemplo lo que sucede cuando usas retinoides por primera vez: "Generalmente, comienzas por concentraciones bajas, que después, según tolerancia, vas aumentando, de manera que si nos quedáramos estancadas en la concentración inicial notaríamos un efecto renovador en nuestra piel durante los primeros días, pero este efecto ya no sería tan patente con el paso del tiempo", explica Marta Ortega.
Y es que, en el caso concreto de los retinoides: "tras un período prolongado de uso, los receptores a los que este activo se une en la piel disminuyen, lo que a su vez va a disminuir el estímulo intracelular que produzca este activo", detalla Ortega. Y esto es algo que suele suceder no solo con los retinoides, sino también con la vitamina C, la niacinamida, los AHA’S (alfahidroxiácidos), y los exfoliantes químicos y enzimáticos.
Concretamente, "en el caso del uso de activos con los que notamos un efecto más intenso y evidente, que nos pueden causar un efecto ‘necesidad o ‘dependencia’, debido a que querremos notar continuamente esa acción inicial", especifica Marta Ortega.
Para la farmacéutica Marta Masi lo que realmente sucede es que: "Con el tiempo dejamos de ver unos cambios tan significativos como al inicio del uso del producto, pero eso no quiere decir que no estén ejerciendo su acción. También la piel puede cambiar de necesidades, por lo tanto hay que hacer una adaptación a las mismas", explica Marta Masi. Dicho de otra manera, la piel no se acostumbra a un cosmético, pero sí es cierto que llegamos a un tope de eficacia en el que los cambios ya no son tan evidentes como al principio.
"Es normal que un producto que nos iba bien deje de hacerlo con el tiempo, simplemente porque la piel ya no necesita lo mismo", explica esta farmacéutica. Cuando esto pasa, la piel da señales de desequilibrio porque la función barrera cutánea está alterada, como sensibilidad, enrojecimiento persistente, piel con falta de vitalidad y luminosidad, sequedad, tirantez, exceso de grasa e incluso descamación e irritación.
¿Cuándo y por qué puede llegar a dejar de funcionar un cosmético?
En este fenómeno influyen factores como la edad, el clima, los cambios de estación, el estrés, los tratamientos médicos, la menopausia o los cambios hormonales. Vamos a desgranarlos, uno a uno:
- Edad: "Con los años, y sobre todo en la perimenopausia y menopausia, hay menos formación de colágeno, menos lípidos cementarios y más sensibilidad", explica Marta Masi. No solo colágeno, también producimos menos elastina y ácido hialurónico, según la farmacéutica Marta Ortega: "lo que implica que la acción del cosmético quede limitada y, por tanto, su efecto sea menor en una piel madura que en una más joven".
- Clima: "El frío puede resecar la piel, deshidratarla y alterar la función barrera. Por su parte, el calor puede hiperestimular la glándula sebácea y causar brotes de acné", advierte la farmacéutica Masi.
- Estrés: "El estrés puede desencadenar inflamación cutánea, acné o sensibilidad, lo que conlleva a un deterioro de nuestra función barrera y, como resultado, a un envejecimiento más acelerado", cuenta Masi. La farmacéutica Marta Ortega lo explica así: "Se produce un aumento de hormonas del estrés, como noradrenalina, adrenalina y cortisol, junto con la alteración de las hormonas sexuales, lo que causa un debilitamiento de la barrera cutánea, aumenta la producción de grasa y la sensibilidad, disminuye la capacidad de retención de agua, de cicatrización y/o de vasoconstricción, entre otras cosas".
- Tratamientos médicos: "Algunos tratamientos, como el láser, la fototerapia, la crioterapia, la quimioterapia, o la radioterapia, entre otros, alteran la estructura cutánea y pueden causar rojez, irritación, sensibilidad, picazón, adelgazamiento epidérmico, úlceras, quemaduras… En definitiva, alteran la barrera cutánea o agreden directamente las capas más superficiales de la piel", explica la farmacéutica Ortega. En estos casos, "es necesario el uso de cosmética adaptada y específica, ya que la epidermis se encuentra comprometida y necesita ingredientes activos regeneradores para mejorar el proceso de cicatrización y reparación", advierte Masi.
- Cambios hormonales: "En el embarazo y la perimenopausia, por ejemplo, hay un cambio hormonal bastante brusco que puede desencadenar una hiperpigmentación hormono-dependiente (manchas) e incluso una piel más reactiva. Y con la menstruación es normal sufrir acné por ese cambio hormonal, sobre todo en mujeres con síndrome de ovario poliquístico debido a un exceso de la actividad de la testosterona", detalla la farmacéutica Masi. No solo en estas situaciones: "también en la pubertad, el aumento de los andrógenos, puede causar brotes de acné. Y las personas que tienen alterada la glándula tiroides pueden experimentar piel seca", añade Marta Ortega.
- Cambios de estación: "En estaciones como el invierno, debido al frío, tenemos una función barrera más seca e incluso descamación y deshidratación cuando este es más extremo. En verano, debido a las altas temperaturas, tenemos tendencia a tener los poros más dilatados y una textura cutánea más irregular debido a una hiperestimulación de las glándulas sebáceas. Además de que, al exponernos a mayor radiación solar, tenemos mayor tendencia a la hiperpigmentación", cuenta Marta Masi.
- Menopausia: en los años previos a la menopausia es normal experimentar un exceso de estrógenos –según Marta Ortega- y esto es caldo de cultivo para que nos salgan más manchas. Luego llega la menopausia: "La caída de estrógenos y progesterona durante ésta conlleva una disminución de la síntesis de elastina y ácido hialurónico, lo que implica una mayor sequedad de la piel, unos mecanismos de reparación y regeneración celular más comprometidos y, sobre todo, mayor tendencia a la flacidez, ya que la síntesis de colágeno disminuye a un ritmo de un 2% anual", describe la farmacéutica Masi.
- Ciertos medicamentos: "El uso de algunos medicamentos (antibióticos, analgésicos, anticonceptivos hormonales, corticoides antidepresivos, fármacos para la hipertensión), puede desencadenar una mayor sequedad, sensibilidad o incluso una mayor probabilidad de sufrir hiperpigmentación", según Masi. No solo eso, “también pueden alterar la microbiota intestinal, la secreción de hormonas o producir vasodilatación y/o fotosensibilidad”, añade Ortega. Un ejemplo claro es el uso de isotretinoína vía oral para el tratamiento del acné: "un tratamiento muy eficaz pautado por dermatólogos, pero que precisa de una adaptación de la rutina cosmética, ya que la piel puede sufrir sequedad y deshidratación", advierte Masi.
Cómo debería ser tu rutina cosmética por la mañana y por la noche
En primer lugar, deberías dejarte asesorar por un profesional: dermatólogo, médico, farmacéutico, que te haga un buen diagnóstico de piel en tu momento actual y te asesore bien. Y deberías plantearte un cambio de rutina cosmética, con los cambios de estación y los cambios hormonales. "Recomiendo revisar la rutina sobre todo en los cambios de estación, como es pasar de otoño a invierno y de primavera a verano. Además de cuando hay cambios hormonales como puede ser la menopausia", aconseja Marta Masi.
- Por la mañana: "El primer paso es usar un limpiador suave de base acuosa, después hay que aplicar un contorno de ojos específico a nuestra problemática, y luego es importantísimo utilizar un sérum antioxidante para neutralizar los radicales libres. Puede ser un sérum de vitamina C, ácido ferúlico, niacinamida, resveratrol o superóxido dismutasa", recomienda la farmacéutica Masi. Además de antioxidantes, "el sérum de día debería contener activos que refuercen la barrera cutánea y mantengan la hidratación, como las ceramidas o el ácido hialurónico", añade Marta Ortega. Y faltaría añadir una buena hidratación y protección solar (de amplio espectro y SPF30 o 50), que es indispensable por ser la mejor crema antiedad.
- Por la noche: "Es fundamental realizar una doble limpieza: primero empleamos un limpiador de base oleosa (aceite), seguido de otro de base acuosa (agua). Repetimos contorno de ojos y aplicamos un cosmético transformador, que va a ser el entrenador personal de nuestra piel (pone a los fibroblastos a trabajar para que segreguen nuevo colágeno y elastina). Puede ser a base de retinoides, ingredientes despigmentantes (ácido kójico, azeláico, ascórbico, tranexámico, niacinamida) o hidroxiácidos (ácido glicólico). De esta forma mejoramos la calidad de la piel y su textura, fomentamos la formación de colágeno y unificamos el tono. Como último paso, es importante utilizar un cosmético optimizador, que lleve en su composición factores de crecimiento, péptidos o exosomas que aporten confort a nuestra piel", concluye Marta Masi.