La naturaleza ha vuelto a alzar su voz en Andalucía. Durante la noche de este miércoles 29 de octubre, un temblor de magnitud 4,2 se registró al norte del mar de Alborán, generando inquietud entre los habitantes del litoral almeriense y también en zonas de Granada y Málaga. El movimiento sísmico tuvo lugar a las 22:38 horas, con epicentro situado a apenas dos kilómetros de profundidad en las coordenadas 36.5255 latitud norte y 2.8730 longitud, según los datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN).
Pero la escena no fue únicamente sísmica
Durante ese mismo día, la región de Andalucía vivía una jornada marcada por un intenso temporal de lluvias: se registraron más de 1.300 incidencias, entre inundaciones, caídas de muros, filtraciones en infraestructuras y cortes en carreteras. Por tanto, el temblor se sumó a una ya complicada tarde en que la lluvia había puesto a prueba la capacidad de respuesta de la región.
En la provincia de Almería y en municipios costeros cercanos al epicentro, el temblor fue sensible para muchos. Algunos zapatos cambiaron de lugar, se oyeron crujidos, lámparas se mecieron y el suelo pareció vibrar brevemente. Las autoridades confirman que, afortunadamente, no se han detectado daños personales ni materiales de importancia.
Por otro lado, el temporal de lluvias dejó cifras destacadas: en Sevilla se alcanzaron acumulaciones de 99,5 litros por metro cuadrado en apenas una hora, en Carmona unos 96 l/m², y otras estaciones registraron valores similares. La buena noticia es que la fase de emergencia activada por la Junta de Andalucía se correspondía con un nivel que permite actuar con recursos autonómicos sin intervención nacional, lo que demuestra que el sistema de alertas estaba preparado.
¿Por qué ha sido especialmente llamativo este episodio?
Porque la combinación de lluvia y seísmo no es habitual. Primero, los andaluces se enfrentaron al agua, después, la tierra se movió. Y aunque el seísmo no provocó daños graves, la poca profundidad, 2 km, incrementa la sensación percibida: cuanto más superficiales son, más fácilmente se sienten. Para la región costera, ya habituada a movimientos menores por su posición entre placas tectónicas, este sobresalto sirve de recordatorio.
Desde un punto de vista humano, la llamada es clara: estar preparados. Que la tormenta haya pasado no significa que no haya efectos residuales en infraestructuras, drenajes, edificaciones. Y aunque el temblor no represente un ataque brutal de la naturaleza, sí es una señal de que la geología local es activa. Revisar cubiertas, asegurarse de que no haya filtraciones o debilitamientos, conocer los protocolos básicos de emergencia; agua, linterna, móvil cargado, nunca está de más.
Lo que fue una jornada complicada por lluvias se tornó doblemente intensa. Los habitantes de la costa almeriense y de las provincias limítrofes lo vivieron con sorpresa e inquietud, pero sin mayores consecuencias. Sin embargo, este episodio invita a la reflexión: en Andalucía, el riesgo natural, sea del cielo o del subsuelo, es parte del paisaje, y estar avisados es golpear menos cuando la naturaleza llama a la puerta.





