En mitad del caos emocional de una ruptura, hay un miembro de la familia que sufre en silencio: el perro. En España, donde casi la mitad de los hogares conviven con una mascota, la ley ya los reconoce como “seres sintientes” y no como simples “cosas”, lo que obliga a jueces y abogados a regular su custodia como si de un hijo se tratase.
Pero las mascotas no entienden de papeles ni de sentencias: perciben la ausencia, los cambios de ambiente y las rutinas alteradas. “El perro no entiende que las personas se están separando, lo que percibe son los cambios en su entorno y sus rutinas”, advierte Raúl Contreras, instructor canino y perito judicial, y colaborador de la firma Mooiza, especializada en complementos nutricionales para mascotas.
La apatía, los cambios de apetito, la destrucción en casa o incluso la agresividad no son “manías”: son señales de alerta de que no está gestionando bien la nueva situación. Hablamos con este experto sobre el impacto real del divorcio en tu mascota y cómo ayudarla a superar el trauma de la separación (incluso si hay custodia compartida).
¿Qué impacto tiene un divorcio en el vínculo de apego que un perro establece con cada uno de sus dueños?
El perro no entiende que las personas se están separando, lo que percibe son los cambios en su entorno y sus rutinas.
Nuevos horarios, diferentes espacios o la ausencia de una figura de referencia son modificaciones que pueden generar estrés e inestabilidad emocional. Si la relación con el perro es sana y no sufre de hiper apego no tiene por qué sufrir el cambio.
Por eso, la clave está en mantener sus rutinas e intentar que los cambios surjan de forma gradual. El perro es adaptable, pero necesita tiempo y coherencia.
¿Existen estudios o evidencias científicas sobre cómo afecta la separación de los dueños al comportamiento y bienestar de los perros?
Aunque no existen estudios científicos concluyentes sobre el impacto específico del divorcio humano en el bienestar animal, no es el divorcio lo que afecta al perro, sino lo que provoca. Existen investigaciones donde las mascotas elevan su producción de cortisol cuando se separan de su entorno, bien sea un humano o un perro. En estos casos es fundamental acompañar el proceso con planes de adaptación, rutinas compartidas, límites claros, ejercicio físico, estimulación mental y la ayuda de complementos naturales que favorezcan la calma y el equilibrio emocional.
No es el divorcio lo que afecta al perro, sino lo que provoca
¿Qué señales pueden indicar que un perro no está llevando bien la nueva situación de custodia compartida o de mudanza tras la ruptura?
Hay varias muestras de que nuestro perro no está gestionando bien la nueva situación, como cambios en hábitos alimenticios, apatía general, puede manifestarse rechazando juego, contacto social, etc., llamadas de atención como destrucción de enseres o micciones en el hogar, incluso le puedes llevar a una frustración mal gestionada que puede generar conductas de agresividad y miedo. En definitiva, si su comportamiento cambia, suele haber una razón emocional detrás.
¿Hay razas o perfiles de perros que sufran más en estas situaciones (por temperamento, apego o nivel de energía)?
Si claro, hay razas que tienden a ser más sensibles emocionalmente y tienden a generar hiper apego y sufren mucho más los cambios. La edad también puede influir, además del nivel de socialización y el nivel de frustración que hayamos creado en nuestro perro son factores determinantes para medir cómo cada perro vive el proceso.
Lo ideal es que el perro sienta como núcleo las dos viviendas, contando en ellas con un lugar predeterminado de descanso que más o menos se asemejen...
A largo plazo, ¿pueden los cambios continuos de hogar —en casos de custodia compartida— afectar a la estabilidad emocional del perro? ¿Cómo minimizar esos efectos?
Claro que sí, especialmente si no existe coherencia entre ambos espacios y entre los dueños del perro. Lo ideal es que el perro sienta como núcleo las dos viviendas, contando en ellas con un lugar predeterminado de descanso que más o menos se asemejen, rutinas lo más parecidas posible, mismos horarios, misma alimentación, además de disponer de objetos comunes, como cama, juguetes o premios. Toda esta labor reforzará su seguridad a pesar de los cambios continuos.








