Si tus vasos salen opacos, los platos tienen restos de grasa o un olor extraño emana de tu lavavajillas, no es tu imaginación. Con el tiempo, acumula grasa, comida, jabón y cal, y hasta puede albergar bacterias y moho. El resultado: un aparato menos eficaz y una vajilla que no brilla.
Cada cuánto limpiar el lavavajillas: la regla de oro
Los expertos recomiendan un calendario muy simple: retirar restos visibles cada día, limpiar filtro y juntas una vez a la semana y, al menos una vez al mes, dedicarle una limpieza profunda. Si lo haces así, el aparato funcionará siempre a pleno rendimiento.
El filtro: el gran olvidado
Un filtro obstruido es la causa número uno de platos sucios y olores. Para limpiarlo solo hay que retirar la bandeja inferior, desenroscarlo, enjuagarlo bajo agua caliente y frotar la malla con un cepillo suave y un poco de jabón. Asegúrate siempre de volver a colocarlo bien bloqueado: nunca uses el lavavajillas sin filtro, puedes dañar el motor.
Puerta, juntas y brazos aspersores
Las juntas de goma acumulan humedad y son un foco de moho. Basta con repasarlas con un cepillo de dientes mojado en agua jabonosa. En cuanto a los brazos aspersores, revisa que los orificios no estén taponados; si lo están, usa un palillo para liberarlos y recuperar la presión del agua.
La limpieza profunda mensual
Con el lavavajillas vacío, hay dos caminos:
La opción natural (vinagre + bicarbonato): primero, coloca un bol con una taza de vinagre blanco en la rejilla superior y pon un ciclo caliente completo. Después, espolvorea una taza de bicarbonato en la base y haz un ciclo corto. Elimina grasa, cal y olores.
La opción rápida (limpiador comercial): práctica y eficaz, solo hay que seguir las instrucciones del fabricante.
Trucos extra contra problemas comunes
Si tienes agua dura y los vasos salen blancos, coloca un vaso con zumo de limón en la rejilla superior durante un ciclo normal: la acidez ayuda a disolver la cal. Para las manchas de óxido, lo mejor es usar un producto quitamanchas específico en un ciclo vacío. Y si el problema reaparece, el origen puede estar en las tuberías. En el exterior de acero inoxidable, un paño con alcohol isopropílico elimina huellas y devuelve el brillo.
Usar lejía en interiores de acero inoxidable: los corroe.
Mezclar lejía con vinagre: genera gas cloro, tóxico.
Sobrecargar el detergente: deja restos de jabón.
Cerrar la puerta herméticamente tras el ciclo: mejor dejarla entreabierta para ventilar.
Meter frascos con etiquetas: pueden atascar el filtro.
Y es que, lo que parece difícil de discutir es que un lavavajillas limpio es, ante todo, un lavavajillas eficaz. No hace falta complicarse: basta con seguir tres pasos muy sencillos que marcan la diferencia.
Lo primero es retirar los restos de comida a diario. Ese gesto rápido después de cada lavado evita malos olores y la acumulación de suciedad en el fondo de la máquina.
En segundo lugar, dedica un momento cada semana a limpiar el filtro y las juntas de la puerta. Son zonas clave donde se concentran grasa y humedad, y mantenerlas limpias alarga la vida del aparato.
Por último, no olvides una limpieza profunda mensual. Ya sea con vinagre y bicarbonato o con un limpiador específico, este repaso elimina la cal, los restos de jabón y la grasa oculta en los conductos internos.
Con esta rutina sencilla, tu lavavajillas no solo evitará los malos olores, sino que también dejará los platos mucho más brillantes y funcionará como el primer día.