Son ruidosas, de un verde intenso y cada vez más numerosas en los parques españoles. ¿De dónde han salido las cotorras y por qué se han adaptado tan bien a nuestras ciudades? Para resolverlo hemos hablado con Rubén Duque Moreno, director técnico del Hospital Veterinario Madrid Centro, que desvela las claves de su éxito —desde su dieta todoterreno hasta la ausencia de depredadores— y cómo su expansión está afectando a aves autóctonas como los gorriones, además de los riesgos que plantean sus enormes nidos.
¿Qué especies de cotorras son las que más se han extendido por los parques españoles y de dónde proceden originalmente?
En España las dos especies que más se han asentado en nuestras ciudades son la cotorra argentina y la cotorra de Kramer. La primera procede de Sudamérica y se caracteriza por construir enormes nidos comunales de ramas que pueden albergar a decenas de individuos. La segunda viene de África y del sur de Asia y suele anidar en cavidades, como huecos de palmeras o edificios. Ambas llegaron a nuestro país a través del comercio de aves exóticas hace décadas y, tras escapes o liberaciones, han encontrado en nuestras ciudades un lugar donde prosperar sin grandes dificultades.
¿Por qué se han adaptado tan bien a las ciudades de España? ¿Qué encuentran en nuestros parques que favorece su expansión?
Su éxito radica en lo oportunistas que son. Comen prácticamente de todo: desde semillas y frutos de los árboles ornamentales hasta restos de comida en la vía pública. Nuestros parques ofrecen árboles altos y seguros donde dormir y anidar, además de temperaturas relativamente suaves gracias al efecto urbano, lo que reduce la mortalidad en invierno. A eso se suma la ausencia de depredadores naturales que en sus lugares de origen sí controlan sus poblaciones. En definitiva, nuestras ciudades se han convertido en un “menú abierto” y un refugio perfecto para ellas.
Nuestras ciudades se han convertido en un “menú abierto” y un refugio perfecto para ellas.
¿En qué medida su presencia afecta a otras aves autóctonas como gorriones, mirlos o palomas?
La competencia es desigual según la especie. La cotorra de Kramer, que utiliza huecos en árboles o edificios, puede desplazar a aves autóctonas que también necesitan esas cavidades, como estorninos o abubillas. La cotorra argentina, en cambio, al construir sus propios nidos gigantes, no compite por ese recurso, aunque sí puede monopolizar zonas de alimento o generar un ambiente hostil por su comportamiento ruidoso y gregario. Lo cierto es que su presencia altera el equilibrio del ecosistema urbano y puede poner en desventaja a aves locales que ya de por sí sufren una fuerte presión por la pérdida de hábitat.
¿Qué problemas generan estas cotorras en el entorno urbano?
Los problemas más evidentes son el ruido constante, que en colonias grandes puede llegar a ser realmente molesto, y el tamaño de sus nidos, que en el caso de la cotorra argentina llegan a pesar decenas de kilos y ponen en riesgo ramas e incluso torres eléctricas. También se ha señalado la posibilidad de que transmitan enfermedades, como ocurre con otras aves que conviven estrechamente en ambientes urbanos, aunque en la práctica el mayor conflicto es el impacto sobre el arbolado y la convivencia vecinal.
¿Existe un riesgo real para la salud pública o se trata más bien de un problema de convivencia y biodiversidad?
El riesgo para la salud pública existe, pero es limitado. Igual que ocurre con palomas u otras aves urbanas, pueden ser portadoras de parásitos o bacterias, aunque en general el problema que más afecta al ciudadano de a pie es la convivencia: ruido, suciedad y deterioro de árboles o instalaciones. El otro gran aspecto para considerar es la biodiversidad, porque su expansión desplaza o reduce la presencia de especies autóctonas más vulnerables.
Lo cierto es que su presencia altera el equilibrio del ecosistema urbano y puede poner en desventaja a aves locales
¿Qué medidas se están tomando desde ayuntamientos o comunidades autónomas para controlar su población?
Los ayuntamientos han puesto en marcha diferentes estrategias. Algunas pasan por censar y vigilar las colonias, otras por retirar nidos en épocas concretas y, en algunos casos, aplicar programas de control más estrictos que incluyen la reducción de ejemplares. También se está trabajando en la sensibilización ciudadana para evitar que la gente las alimente y, sobre todo, en regular la tenencia de especies exóticas para impedir nuevas introducciones.
¿Son efectivas estas medidas o el número de cotorras sigue creciendo año tras año?
A corto plazo algunas actuaciones logran frenar la expansión local, pero a largo plazo los resultados han sido irregulares. En ciudades donde se han mantenido los programas de control de manera continua se ha visto una reducción, mientras que en otras la población sigue aumentando porque las medidas se han aplicado de forma puntual o insuficiente. El reto es que se trata de aves muy adaptables y con una gran capacidad reproductiva, de modo que cualquier relajación en el control se traduce en un repunte de su número.
¿Qué puede hacer un ciudadano si detecta una colonia cerca de su casa o en un parque del barrio?
Lo más recomendable es no intervenir por cuenta propia. Estos nidos son grandes y pesados, y retirarlos sin medidas de seguridad puede ser peligroso. Lo adecuado es comunicarlo al ayuntamiento o al servicio de medio ambiente de la comunidad autónoma, que son quienes valoran la situación y deciden si hay que actuar. También es importante no alimentarlas, porque eso contribuye directamente a su expansión. Y, por último, participar en iniciativas de ciencia ciudadana, como censos de aves urbanas, ayuda a que las autoridades dispongan de datos fiables para tomar decisiones.