Cada 23 de septiembre se celebra el Día Internacional de las Lenguas de Signos, una jornada que rinde homenaje a la riqueza, diversidad y valor de estas formas de comunicación que permiten a millones de personas sordas interactuar con el mundo. Pero, ¿cómo surgió el lenguaje de signos y quién estuvo detrás de su desarrollo? La historia es tan fascinante como desconocida para muchos.
Aunque las lenguas de signos existen desde hace siglos, el primer sistema formalizado se atribuye a Charles-Michel de l'Épée, un sacerdote francés del siglo XVIII. Conocido como “el padre de los sordos”, de l'Épée dedicó su vida a la educación de niños sordos y desarrolló un método sistemático de signos basados en el lenguaje francés.
Su objetivo era que los estudiantes pudieran aprender a leer, escribir y comunicarse plenamente con la sociedad. Gracias a su labor, muchas escuelas para sordos comenzaron a implementar estos métodos, marcando un antes y un después en la educación inclusiva.
No todas las lenguas de signos son iguales
Así como existen cientos de idiomas hablados en el mundo, también existen múltiples lenguas de signos, adaptadas a la cultura y el contexto de cada país.
Por ejemplo, la Lengua de Signos Española (LSE) es diferente de la Lengua de Signos Americana (ASL), y ambas evolucionaron de manera independiente, aunque comparten principios básicos de comunicación visual y gestual.
Otro dato curioso es que el lenguaje de signos no solo usa las manos: el rostro, los ojos y el cuerpo también forman parte fundamental de la gramática y la expresión emocional. Los movimientos faciales pueden cambiar por completo el significado de un signo, convirtiendo la comunicación en un arte visual tan preciso como cualquier idioma hablado.
En constante evolución
Hoy en día sigue incorporando nuevas palabras y adaptándose a las necesidades de la sociedad moderna. Desde aplicaciones móviles hasta cursos online, nunca ha sido tan accesible aprender a comunicarse con esta forma de lenguaje. Además, su celebración el 23 de septiembre no solo reconoce a la comunidad sorda, sino que también invita a toda la población a aprender, respetar y difundir la lengua de signos, fomentando una sociedad más inclusiva y empática.