El miércoles 3 de septiembre, poco después de las seis de la tarde, Lisboa vivió una de las jornadas más trágicas de su historia reciente. El Elevador da Glória, uno de los funiculares más emblemáticos de la ciudad, descarriló en plena Calçada da Glória con decenas de turistas a bordo. El balance es devastador: 17 muertos y 23 heridos, varios de ellos graves.
Entre los supervivientes está un niño alemán de apenas tres años cuya historia ha comenzado a dar la vuelta al mundo. Viajaba con sus padres: su padre murió en el acto y su madre permanece ingresada en la UCI. El pequeño, con heridas leves, fue rescatado de entre los hierros por un agente de la Policía que se encontraba vigilando la zona. En el hospital, se aferró a su salvador en una imagen que ya simboliza la esperanza en medio del horror.
Una tragedia sin precedentes
El accidente se produjo cuando un cable de seguridad se rompió y el vehículo descendió “desenfrenado” por la empinada Calçada da Glória hasta estrellarse contra un edificio. “Chocó con una fuerza brutal y se deshizo como una caja de cartón”, relató una testigo a SIC, el principal canal privado de televisión en Portugal . Entre las víctimas mortales figura André Marques, guardafrenos del elevador.
Entre los heridos hay dos ciudadanos españoles, que ya han recibido el alta hospitalaria, y no hay constancia de víctimas mortales españolas, según confirmó el Ministerio de Asuntos Exteriores a primera hora del jueves.
Lisboa llora a sus víctimas
El alcalde Carlos Moedas decretó tres días de luto municipal y el Gobierno, luto nacional. El presidente Marcelo Rebelo de Sousa pidió una investigación “rápida y clara”, mientras llegaban condolencias de líderes europeos y organismos internacionales.
Los hospitales de Lisboa se movilizaron de inmediato: el São José recibió a varios heridos graves; en el Santa María fueron atendidos algunos de los casos más delicados, incluida la madre del niño alemán.
La sombra del mantenimiento
La empresa Carris, responsable del servicio, defendió que todos los protocolos se habían cumplido “escrupulosamente”, con una revisión general en 2022 y otra intermedia en 2024. Los sindicatos, sin embargo, venían alertando de “deficiencias” desde que el mantenimiento se externalizó. Además, la Oficina de Prevención e Investigación de Accidentes Ferroviarios (GPIAAF), encargada de esclarecer lo sucedido, dispone de recursos muy limitados en el área ferroviaria.
El icono herido de Lisboa
El Elevador da Glória no era solo un medio de transporte: era un símbolo. Inaugurado en 1885 por el ingeniero Raoul Mesnier de Ponsard —creador también del Elevador de Santa Justa—, fue electrificado en 1914 y declarado Monumento Nacional en 2002. Durante casi 140 años, sus vagones amarillos han transportado a millones de personas y se habían convertido en una de las postales más queridas de Lisboa.
Una pregunta que duele
El descarrilamiento del Elevador da Glória deja 15 muertos, 23 heridos y una ciudad rota. Pero también una imagen que se repite en todos los medios: la de un niño de tres años, huérfano de padre, abrazado a un policía que lo rescató de entre los hierros. Y con ella, una pregunta que resuena en Portugal y más allá: ¿pudo haberse evitado esta tragedia?