Cada año, más de 70.000 personas se dan cita en el desierto de Black Rock (Nevada) para vivir Burning Man, un evento que mezcla arte monumental, música, espiritualidad y comunidad. En España se hizo aún más conocido cuando, en 2022, Íñigo Onieva fue fotografiado allí en actitud cariñosa con otra persona en pleno noviazgo con Tamara Falcó, lo que desató una tormenta mediática que acabó en ruptura… y, afortunadamente, en una historia de amor que tuvo final feliz con su boda. Hoy, esa anécdota queda atrás y el festival vuelve a ser noticia por un motivo bien distinto: una supertormenta de arena que casi arruina la edición de 2025.
El caos meteorológico
Lo que comenzó como la habitual utopía de arte y libertad se transformó en una lucha por la supervivencia. Una auténtica “muralla de polvo”, como la describieron los testigos, avanzó sobre Black Rock City con vientos sostenidos de hasta 80 km/h —equivalentes a una tormenta tropical—.
El resultado fue devastador: estructuras metálicas, carpas y campamentos enteros arrancados de sus anclajes; visibilidad reducida a menos de un metro; miles de personas refugiándose en caravanas improvisadas. La organización se vio obligada a cerrar de emergencia puertas de acceso y el aeropuerto temporal durante casi dos horas. El balance oficial confirmó cuatro heridos leves por el impacto de objetos voladores.
Qué es Burning Man
No es un festival convencional, sino la creación de una ciudad temporal en uno de los entornos más inhóspitos del planeta. Durante una semana, surge una metrópolis regida por diez principios fundamentales: autosuficiencia radical, desmercantilización (sin dinero, solo trueques y regalos), autoexpresión radical y el deber de “no dejar rastro”.
Los burners participan activamente: construyen instalaciones artísticas colosales, levantan “campamentos temáticos” con experiencias gratuitas, y convierten el desierto en un lienzo vivo de creatividad extrema.
Un imán cultural
Burning Man atrae a una mezcla ecléctica: artistas, ingenieros, millonarios tech, celebridades como Elon Musk, Cara Delevingne y muchos anónimos que se apasionan por esa experiencia única. Y este año, pese al caos climático, la comunidad mostró su resiliencia: reconstruyó lo destruido, compartió recursos y mantuvo el espíritu del festival intacto.
Tomorrowland también sufrió el desastre
Burning Man demuestra que, incluso frente a tormentas de polvo o de titulares, el espíritu creativo prevalece. Este verano lo volvió a probar en el desierto.
Y no fue un caso aislado: apenas días antes, otro de los festivales por excelencia, Tomorrowland, vivió su propia prueba de fuego —literal—. Su icónico escenario principal fue devastado por un incendio, aunque la rápida cooperación con equipos técnicos (entre ellos, los de Metallica) permitió levantar un reemplazo en tiempo récord; el festival continuó como si nada hubiera pasado