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La arquitecta Cristina Maestre revela el secreto milenario y más barato para combatir el calor en las ciudades


La directora de Crisálida Arquitectura explica por qué cada vez más urbes recuperan técnicas tradicionales para enfriar el ambiente y ahorrar energía


Agua Amarga, en Cabo de Gata, Almeria© Getty Images
24 de agosto de 2025 - 20:22 CEST

En los últimos años, cada vez más ciudades han comenzado a pintar calles y tejados de blanco. Aunque a simple vista pueda parecer una cuestión estética, en realidad se trata de una estrategia para reducir el calor y el consumo energético.

Calles blancas de Lebrija© Getty Images
Calles blancas de Lebrija, ejemplo andaluz de cómo la pintura refleja el calor y suaviza la temperatura en verano

La arquitecta Cristina Maestre Alonso, directora del estudio Crisálida Arquitectura, explica que la clave está en la capacidad del color blanco para reflejar tanto la luz como el calor solar

“Este efecto se mide con dos indicadores: el SRI, que calcula cuánto calor rechaza un material, y el LRV, que mide la cantidad de luz reflejada. En ambos casos, el blanco es el que mejores resultados ofrece”, detalla.

Además de la pintura convencional, hoy existen pinturas termorreflectivas, diseñadas para reflejar también rayos infrarrojos y ultravioletas, lo que amplifica aún más sus beneficios.

Una técnica tradicional que vuelve con fuerza

Aunque se hable de innovación urbana, la idea no es nueva. 

“En el sur de España llevamos siglos aplicándola en los llamados pueblos blancos. Encalar las fachadas no solo era una cuestión estética, sino también una manera muy efectiva de mantener el interior de las viviendas fresco durante los meses más calurosos”, recuerda la arquitecta.

La diferencia es que, ahora, la técnica se está aplicando también en calles y tejados, con el objetivo de influir no solo en el interior de los edificios, sino en el confort de las calles y espacios públicos.

Beneficios y limitaciones

Según Maestre, pintar de blanco es una medida sencilla y económica frente a otros materiales

“Permite reducir la absorción de calor, disminuir el uso del aire acondicionado y, en consecuencia, ahorrar energía y dinero en la factura eléctrica. Al mismo tiempo, mejora notablemente el confort interior”, asegura.

No obstante, advierte que en ciudades grandes hay que tener en cuenta el mantenimiento: la contaminación y la suciedad hacen que el blanco se deteriore antes, lo que puede aumentar los costes. “Aun así, el ahorro energético y la mejora del confort suelen compensar ese esfuerzo extra”, apunta.

En cambio, en climas fríos, la medida puede resultar contraproducente. “En esos casos interesa más favorecer la absorción de calor para reducir la necesidad de calefacción. No existe una receta única: hay que analizar cada caso en función del clima y de la configuración urbana”, aclara.

Casares (Málaga), uno de los pueblos blancos de Andalucía, con sus fachadas encaladas y el castillo en lo alto de la colina© Getty Images
Casares (Málaga), uno de los pueblos blancos de Andalucía, con sus fachadas encaladas y el castillo en lo alto de la colina

Casos reales y factores clave

La efectividad del blanco depende de varios factores: desde la orientación de los edificios y el tamaño de las construcciones hasta la presencia de sombras, vegetación o cuerpos de agua.

Ciudades como Los Ángeles ya han comprobado sus efectos. “Los estudios allí demuestran que pintar calles de blanco puede reducir varios grados la temperatura ambiente y mejorar el confort en zonas muy afectadas por el efecto isla de calor”, explica la directora de Crisálida Arquitectura.

En definitiva, el blanco no es solo un recurso estético, sino una herramienta real para refrescar las ciudades. Como concluye Maestre, “el color es muy importante, pero siempre debe estudiarse en conjunto con otros factores si lo que queremos es lograr un mayor confort energético”.

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