En los incendios forestales solemos hablar de hectáreas arrasadas, personas evacuadas o carreteras cortadas. Son cifras esenciales, pero olvidan a otras víctimas silenciosas: los animales. Mamíferos, aves, reptiles e insectos que no logran huir y nunca aparecen en los balances.
Este año es histórico: en 2025 ya se han quemado más de 343.000 hectáreas, la cifra más alta en tres décadas Solo en una semana, más de 31.000 hectáreas ardieron en 21 incendios activos. En zonas como Galicia y Castilla y León, los fuegos ya arrasan miles de hectáreas cada día. Esta devastación supone un drama ambiental y también humano.
En medio de esa tragedia es donde surge la historia de Luna, una perrita que los bomberos encontraron gravemente herida: quemaduras en las patitas, heridas en el cuerpo y los ojos dañados. La limpiaron, le dieron agua y comida, y alertaron a veterinarios, salvándole la vida.
Los rescatadores compartieron una actualización esperanzadora:
“¡Gracias por todo el apoyo que estamos recibiendo! Después de todo el trabajo interminable, estas palabras nos hacen caer las lágrimas. Luna está bien, comiendo poco a poco y recuperándose”.
Un mensaje poderosamente simbólico
Su historia nos recuerda que no solo se queman bosques: también mueren miradas, patas y corazones. Y ellos no pueden pedir ayuda.
Además, saber la escala real del impacto animal ayuda a dimensionar la tragedia y a exigir políticas más eficaces de prevención y protección. La conservación de un entorno natural implica proteger todas las vidas que dependen de él.