“He iniciado una nueva etapa: una etapa más consciente, más ordenada, más digna”. Con estas palabras, la ciclista y excreadora de contenido para adultos Cecilia Sopeña anunciaba su decisión de acogerse al “derecho al olvido”. Tras años de una exposición mediática que la llevó de las rutas en bicicleta a facturar, según ella misma, “un milloncico” en OnlyFans, Sopeña ahora busca silenciar el ruido y borrar una huella digital que ya no la representa.
La deportista, que se retiró de la competición alegando el acoso que sufría, ha activado a su equipo legal para eliminar, en virtud del Artículo 17 del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), todo contenido que no refleje quién es hoy. Su comunicado es tajante y marca un antes y un después: “No es amenaza. Es orden. Es protección”. Pero, ¿qué hay realmente detrás de una decisión tan drástica? ¿Es posible pulsar un botón de ‘reset’ en la era de internet?
Romper con el pasado: duelo, autoafirmación y recuperación de control
Más allá de la batalla legal, esta decisión es un profundo proceso psicológico. Para el psicólogo Marc Rodríguez, especialista en Inteligencia Emocional, este tipo de rupturas con una identidad pasada implican tres elementos que suelen convivir:
- Duelo por la persona que se fue: se despide un rol, una comunidad e incluso una fuente de ingresos. Es, en sus palabras, “cerrar una temporada de tu serie vital”.
- Autoafirmación, que él define como un ejercicio de reautoría: “decir ‘ahora soy esto’ es tomar el control de la propia narrativa”.
- Recuperar control tras una etapa de sobreexposición y acoso, fijando qué se muestra y qué no para pasar de ser “objeto de la mirada ajena a sujeto que elige”.
‘No es amenaza, es orden’: la psicología de un límite claro
La contundencia de las palabras de Cecilia Sopeña no debe interpretarse como agresividad, sino como la expresión de un “límite sano” y necesario. Rodríguez señala que, cuando una persona siente que sus límites han sido traspasados repetidamente, aprende que las barreras difusas no funcionan. “Los límites son a la psique lo que los vendajes a una herida: contienen, protegen y permiten que cicatrice”, explica. Esta firmeza, añade, busca reducir la ambigüedad, bajar la ansiedad y marcar un terreno claro para poder sanar.
¿Se puede borrar Internet? Cómo gestionar la ansiedad del rastro digital
La gran pregunta es si realmente se puede desaparecer de la red. Rodríguez advierte que la clave está en una estrategia doble: aceptación realista y acción inteligente. Es imposible “vaciar Internet”, pero sí se puede reducir la exposición y gestionar la ansiedad que esto provoca.
Para ello, recomienda combinar medidas técnicas y legales con un cuidado activo de la salud mental: solicitudes de retirada, avisos a plataformas, monitorización, menos ego-surfing, delegar búsquedas en alguien de confianza, bloquear o reportar sin entrar al barro, y contar con una red de apoyo cercana. También sugiere herramientas como la respiración consciente, el mindfulness o la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), y tener preparadas frases tipo para cortar conversaciones sobre el pasado sin entrar en explicaciones.
El acoso y la ‘Ley del Espejo’: cuando la crítica dice más del que critica
El caso de Cecilia Sopeña está marcado por el acoso digital que la llevó a retirarse. ¿Qué hay detrás de ese hostigamiento? Rodríguez introduce la ‘Ley del Espejo’: lo que una persona critica o juzga con dureza en otra a menudo refleja sus propios miedos, deseos no resueltos o carencias.
En el entorno digital, el anonimato y la masa facilitan estas proyecciones, que pueden manifestarse como doble moral sexual, envidia, frustración, rigidez identitaria o necesidad de estatus. “La responsabilidad del agresor es suya; entender esta dinámica ayuda a la víctima a no internalizar el ataque”, apunta. Su propuesta es usarlo como una herramienta mental: pensar que el insulto “no habla de mi valor, sino de la carencia del otro”.
La gran lección: no somos nuestra ‘captura de pantalla’ más viral
El caso de Cecilia Sopeña pone sobre la mesa un conflicto central de nuestro tiempo: el derecho a evolucionar de las personas frente a la memoria permanente de Internet. Como reflexiona Rodríguez, es crucial aprender a mirarnos y a mirar a los demás “en modo proceso, no en foto fija”.
La responsabilidad, añade, también es colectiva. Como sociedad y como consumidores de contenido, podemos elegir no amplificar lo morboso y respetar la voluntad actual de una persona. Porque, al final, nadie es su error más grande ni su “captura de pantalla” más viral. Permitir el cambio, tanto en los demás como en nosotros mismos, es un signo de madurez.