El verano es sinónimo de sol, playa y noches al aire libre… pero también de un enemigo invisible: las altas temperaturas. Más allá del cansancio físico, el calor extremo puede alterar nuestro estado de ánimo, afectar la salud mental y hasta poner en riesgo las relaciones personales, según un informe del Centro de Psicoterapia Itersia. Te analizamos cómo y de qué manera.
Calor y emociones: una relación peligrosa
Irritabilidad, insomnio, fatiga, depresión, dificultad para concentrarse e incluso episodios de violencia. Estos son algunos de los efectos que el psicólogo Eduard Molinet describe como consecuencia de las olas de calor, sobre todo en personas vulnerables: quienes padecen ansiedad o depresión, adolescentes, mayores o quienes toman ciertos medicamentos.
Un artículo en Nature Climate Change confirma que la exposición prolongada a temperaturas elevadas deteriora la salud mental y reduce los años de vida saludable.
Entre los datos más alarmantes: por cada grado que sube la temperatura media diaria, las urgencias por pensamientos suicidas en adolescentes aumentan un 1,3%.
Los adolescentes, los más vulnerables
Otra investigación publicada en Journal of Affective Disorders con casi 20.000 adolescentes halló una clara relación entre las olas de calor y el aumento de casos de depresión y ansiedad.
El problema se agrava en las ciudades: el fenómeno de “isla de calor urbana” actúa como un factor de estrés ambiental, según la revista científica Environmental International, afectando especialmente a mujeres y personas con hipertensión o enfermedades cardiovasculares.
En días de mucho calor, hay que escuchar al cuerpo, hidratarse, priorizar el descanso y no forzar la actividad. El calor dificulta el sueño, y dormir mal afecta directamente al estado de ánimo.
Calor y violencia: un vínculo inquietante
El calor también puede aumentar los episodios violentos. Un artículo en The Lancet advierte que un incremento de 5 °C en la temperatura puede provocar hasta un 5 % más de delitos sexuales la semana siguiente.
Además, un metaanálisis señala que las olas de calor de más de tres días aumentan en un 10% las hospitalizaciones por trastornos mentales.
El verano, una prueba para las parejas
No solo la salud individual se ve afectada: las relaciones de pareja también sufren. Según el Consejo General del Poder Judicial, las demandas de divorcio aumentan un 20% en septiembre, tras el verano. El INE confirma que el cuarto trimestre del año registra un 15% más divorcios que el tercero.
¿Por qué? Pues entre las razones se encuentran: la convivencia intensiva en vacaciones, las tensiones acumuladas, las presiones económicas y la falta de diálogo durante el año.
Es clave abordar los conflictos antes, no esperar a las vacaciones. Y si la situación se complica, buscar ayuda profesional puede transformar la crisis en una oportunidad para reforzar el vínculo.
Mientras disfrutamos de la temporada estival, conviene recordar que cuidar la salud mental es tan importante como protegernos del sol. El calor no solo se siente en la piel, también en el ánimo.