Ocurrió en apenas 23 minutos. El vuelo IB579 de Iberia despegó el domingo a las 18:30 horas del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid–Barajas con destino a París, pero pocos minutos después, cuando solo había alcanzado los 2.070 metros de altitud, un ave de gran tamaño —según testigos, un buitre— impactó contra el morro del avión y uno de sus motores. La colisión provocó daños visibles en la aeronave, humo en cabina y momentos de tensión entre los pasajeros.
La tripulación activó el protocolo de seguridad y solicitó volver de inmediato a Barajas, donde el avión aterrizó sin heridos y fue escoltado por los servicios de emergencia. Iberia programó un nuevo vuelo para garantizar la conexión a París, pero el susto quedó grabado en la memoria —y los móviles— de quienes lo vivieron. Algunos pasajeros compartieron vídeos usando mascarillas de oxígeno y relatando cómo la cabina se llenó de humo.
Aunque poco visible para el público, la gestión de fauna es una parte clave de la seguridad aérea, especialmente en un país como España, donde habita el 93 % de la población europea de buitres, según el Real Aero Club de España (RACE).
AENA, el gestor aeroportuario, explicó a ¡HOLA! que la mayoría de los aeropuertos de su red, incluido Barajas, cuentan con un Servicio de Gestión de Fauna. Su misión es clara: detectar, ahuyentar y evitar la presencia de aves u otros animales en el área de movimiento de aeronaves, como pistas, rodaduras y plataformas.
Para ello, emplean una combinación de técnicas activas y preventivas, que incluyen:
- Sistemas sonoros y lumínicos para espantar aves
- Rapaces adiestradas que patrullan el espacio aéreo para disuadir a otras especies
- Vigilancia constante del entorno para identificar focos de atracción de fauna (agua, basura, nidos, restos)
- Protocolos de actuación inmediata si se detecta presencia cercana a una pista activa
Todo se lleva a cabo respetando la legislación ambiental vigente y sin comprometer la biodiversidad local.
Este tipo de accidentes —conocidos como bird strikes— no son tan raros como se cree. En 2022, España registró un máximo histórico con hasta 583 impactos en un solo mes. La mayoría de los casos provocan daños mecánicos, abortos de despegue o cambios de avión, pero menos del 1 % son realmente graves.
Sin embargo, cuando la colisión afecta a un motor o se produce en pleno ascenso, como ocurrió en el vuelo de Iberia, la situación puede ser crítica.
“Cada aeropuerto adapta su plan de control de fauna según el tráfico y la avifauna de la zona”, explican desde AENA. “El objetivo es siempre minimizar el riesgo sin alterar el equilibrio natural del entorno”.
El RACE ha advertido del aumento de estos impactos en los últimos años y ha pedido estudiar protocolos de vuelo alternativos o rutas más altas en zonas donde haya concentración de grandes aves, como cigüeñas o buitres.
Barajas, de hecho, registró su pico de bird strikes en 2019, con especial incidencia de especies de gran tamaño. Y aunque los sistemas de prevención están activos, el riesgo nunca desaparece del todo.
Un solo buitre ha puesto de nuevo el foco en una amenaza silenciosa pero constante para la aviación comercial. La gestión de fauna en los aeropuertos es una operación invisible, pero esencial. Y en España, con uno de los cielos más poblados de aves de Europa, es también un ejercicio de convivencia entre seguridad aérea y conservación ambiental.